miércoles, 29 de septiembre de 2010

Palabras en Colombia

He estado fuera. Me fui a Colombia seis días y aviso de antemano que no voy a meter apenas fotografías, porque este blog es sobre todo verbal. Las palabras pueden valer más que cien imágenes, porque la imaginación corre a cuenta del lector. Palabras, sólo palabras de un país que no conocía, como las que fui anotando en mi cuadernito. Algunas eran creaciones asombrosas: "Alimentos Rapisabrosos", rezaba un cartel de un bar de carretera; o también aquel otro anuncio de "Distripollos El olivo" (Distribuidora de pollos, se entiende). También vi fugazmente un cartel sobre Hormigas culonas, pero nunca descifré que querían venderme en realidad.
El arte para la retórica sorprende a cada paso, incluso en las situaciones menos comunes para el viajero desprevenido. A veces sirve para suavizar -o no-, las cosas que ves. Al entrar en Bogotá, por ejemplo, cruzas un cordón policial armado hasta los dientes y un letrero que dice: "La policía local le saluda" (la educación, ante todo). Y en el interior del país, al pasar un retén militar, un cartel gigante me explicó: "Maneje seguro: el ejército está en la vía. ¡Dios concede la victoria a la constancia!". No quiero frivolizar con todo esto: la violencia en el país ha sido una enfermedad endémica, al menos, desde el bogotazo (otro neologismo eficaz) del 48. Pero no se puede negar que la retórica impregna la vida cotidiana, incluso en las situaciones más serias.
Y para terminar, un juego maestro de palabras a cargo de un anónimo aparcacoches de Tunja. Estábamos aparcando hacia atrás y el hombre fue guiándonos desde el exterior:
-Dele, dele, dele, dele, dele.
De pronto se oyó un golpe en la parte de atrás. Y nuestro ayudante sólo dijo:
-Le dio.

martes, 21 de septiembre de 2010

Destino

Qué cochino destino el nuestro, el de los personajes de microrrelatos. Nacemos en apenas dos líneas, vivimos encerrados en otras pocas más, no tenemos la suerte de reproducirnos (yo, al menos) y nos morimos cuando a Él le da la gana. Desde luego, no hay derech

sábado, 18 de septiembre de 2010

Una perplejidad

-¡Yo soy del PP de toda la vida!
Lo dijo delante de todos con tanta convicción que sentí que no podía dudar de su sinceridad. Pero no pude evitar que la mandíbula inferior se me cayera al suelo. Hace veintitantos años X. clamaba en favor de la lucha de clases y contra la explotación de la clase obrera; no había terminado los estudios y se enfrentaba a una situación económica y personal muy difícil. Felizmente, con esfuerzo y suerte, sacó adelante lo que le importaba: su vida y la de los suyos. Y ahora, nel mezzo dell cammin della vita nostra, con el presente y el futuro medianamente resueltos, se nos ha convertido en un conservador nato. A lo largo del tiempo me ha sido dado contemplar cambios semejantes, pero en el otro sentido: Jovencitos que, por ejemplo, iban todos los domingos a desayunar en el Café Iruña con el pelo engominado, la chaqueta fina y el ABC bajo el brazo que ahora ocupan cargos prominentes en el PSOE.
No soy quien para juzgar vidas ajenas y situaciones que no conozco. Pero, como soy un poco ingenuo, me pregunto si a veces las opciones políticas que la gente va escogiendo son causa o consecuencia de cómo le vaya a uno en la vida. En mi caso, para no andarme con problemas de conciencia, he decidido no darle un cheque en blanco a nadie, y menos a los políticos, que salen huyendo con tu cartera en cuanto pueden.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Poetas mentirosos

Siempre me ha gustado explicar que la poesía no es una cosa espontánea y primaria, sino que necesita tanto trabajo que muchas veces los poetas fuerzan sus propias experiencias. Más aún: las llegan a inventar. "Esta gente -los poetas- son todos unos mentirosos", digo en clase y luego miro de reojo a ver si pillo alguna cara de susto entre el público. A continuacion suelo citar los famosos versos de Pessoa:

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que llega a fingir dolor
cuando de veras lo siente.

En el último verso Pessoa no sólo salva al poeta de los sentimentales, sino que dice algo más importante: a saber, que la poesia realiza una doble operación con el lenguaje. Por un lado, juega con las palabras de modo que su decir nunca se ajusta exactamente a lo que se refiere: el poeta es un fingidor que sabe lo inevitable de su fingimiento porque el lenguaje es insuficiente para contener su mundo interior. Al mismo tiempo, su experiencia verdadera le mueve a escribir y se refleja, aunque sea lejanamente, en el verso. Es imposible hablar del dolor, o de cualquier otro tema, sin haber sufrido mínimamente alguna vez.
Yo siempre había pensado que la idea de que el poeta deba someterse a una sinceridad simplona, al dictado puro y directo de unas musas que no se sabe bien de dónde vienen, es un efecto de cierto romanticismo del siglo XIX. En cambio, los poetas antiguos tenían clarísimo el carácter esencialmente verbal de la poesía, tan claro que podían pasarse de artificiosos, como sucedía, a veces, en el Siglo de Oro. Sin embargo, esta noche releía estos versos de Gabriel Bocángel (1603-1658), y qué modernos parecen, qué semejantes a la idea de Pessoa, con ese doble juego entre la verdad y mentira, entre la pasión intelectual por la belleza y la necesidad dolorida de expresarse:

Canté el dolor, llorando la alegría,
y tan dulce tal vez canté mi pena
que todos la juzgaban por ajena,
pero bien sabe el alma que era mía.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Seres de luz y seres de noche

Una familia numerosa es un microcosmos muy variado, a pesar de los genes y la educación en común de los hijos. Observando a los niños (que son como los adultos, pero en estado bruto), me da por pensar que hay seres de luz y seres de noche desde el mismo nacimiento. A unos les atrae lo luminoso, lo claro y sencillo, y a otros lo oscuro y lo prohibido, igual que algunas personas se inclinan naturalmente por Mozart y otras por la moda gótica o el rap más macarra. Se puede creer que es mejor la primera opción, pero tampoco hay que exagerar. Si te acercas demasiado rápido a la Luz, corres el riesgo de achicharrarte como los insectos. Y al revés, en el camino de la vida es bueno saber que, detrás de los túneles, espera el sol. Ya lo decía Martí:

Todo es hermoso y constante,
todo es música y razón,
y, todo, como el diamante,
antes que luz es carbón.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Marechal y las Islas Cíes


En agosto fuimos también a las islas Cíes. Tuvimos el privilegio de ir a la isla sur, a la que no se accede habitualmente. En verano las Cíes son una especie de milagro tropical enfrente de la Ría de Vigo. A veces pienso que si tratamos de mirarlas fríamente, aunque sea difícil hacerlo, las tres islas son sólo tres montes gallegos circundados de agua. Pero ahí está el misterio del mar, que embellece todo lo que rodea.
A mí me gustaría hacer aquí un elogio de las Cíes como Dios manda. Pero Leopoldo Marechal, en su Adán Buenosayres, tiene una bellísima descripción de la Ría y de las islas, en donde estuvo allá por 1926. Eso sí, debió de estar en invierno, claro está, aprovechando el verano austral. En fin, dice el poeta argentino:

Estabas en un puerto de Galicia, y tu soledad ya tendía sus brazos a las formas y colores de otro mundo: el día invernal apenas alboreaba en un horizonte de hierro; al frente, las tres islas también eran de hierro, y de hierro fundido eran las olas que azotaban la escollera y hacían bailar a los navíos en torno de sus anclas; girando sobre sus embarcaciones, rozando el agua o picoteando en la espuma, chillaban las gaviotas, como una sola hambre partida en mil pedazos. La ciudad, a tus espaldas, no había salido aún de su modorra; pero junto al malecón aguardaban figuras inmóviles y sin otra vida que la de sus ojos adentrados en el mar todavía nocturno.




PD: Hace unos días hablaba
Juan Ignacio sobre un estupendo poema de Marechal y, para más información sobre este gran escritor argentino, aquí está la página de su Fundación.

jueves, 9 de septiembre de 2010

En Oporto




Los portugueses dicen Porto y me parece que el resto del mundo ha respetado el original. En cambio, los españoles le pegamos el artículo gallego-portugués al nombre primitivo y, aunque desconozco la razón, me gusta el cambio. Le da una sonoridad singular a ese nombre, que con tanta O tiene un no sé qué de señorial. Además, "O Porto" es como decir "El Puerto" por antonomasia, lo cual es, a todas luces, exagerado. Quiero creer que es una exageración cariñosa.
Este blog es lusófilo (también argentinófilo, aunque esto no necesita tanta explicación), así que el pasado mes de agosto hicimos una excursión hasta la bella capital del norte. Bella, y triste, y lenta. Hay una belleza especial en la tristeza y en la lentitud.
Dejamos a los chicos en el barco turístico que recorre el Douro y nos fuimos Marina y yo a pasear por la ribera de enfrente, en Vila Nova de Gaia. De pronto nos encontramos solos, subiendo por una calle empinada y flanqueada por los nobles muros de las bodegas.Caminábamos en silencio, con pasos silenciosos, como si temiéramos romper el momento con nuestras pisadas. Desde las puertas se aspiraba el aroma a vino generoso y, con el vino, me llegaron a la memoria aquellas otras calles de mi infancia y juventud en otro Puerto, el de Santa María. Allí las bodegas iban todas derechas hasta el Guadalete y las atravesábamos en coche a toda velocidad con las ventanillas bajadas para oler el vino mezclado con la brisa del río."Ya no quedan tantas de aquellas bodegas", le dije a mi mujer, y nos pusimos algo melancólicos. Pero era normal porque estábamos en Oporto.

Cuentos nocturnos

Hace tiempo acostumbraba yo a contarles un cuento a mis hijos cada noche. Era un rito simpático que terminó haciéndose agotador: siempre una historia improvisada y siempre en el dormitorio de los niños con las persianas bajadas, que eso le da un poco de magia a la situación. Siempre salían los mismos personajes (Pollito Pito, Pato Zapato, Oca Bicoca, Pingüino Fino y el resto de la pandilla animal) y siempre se repetían las palabras de entrada como si fueran los créditos de una serie televisiva interminable. Así lo aprendí en mi casa de pequeño y así continué la tradición cuando me tocó seguirla.
Llegó el día en que se me acabó el entusiasmo de padre novato. Confieso que abandoné la costumbre por cansancio (mío, no de la clientela) y a los más pequeños de la casa sólo les toca cuento de vez en cuando.
Y todo esto viene a cuento (nunca mejor dicho) porque el otro día uno de los afectados le preguntó de repente a mi mujer:
-Mamá, ¿a ti nunca te ha contado cuentos Papá por la noche?
-No, claro que no, hijo mío.
-¿Y ni siquiera te los contaba en la luna de miel?

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Orgullo primate

Me entero a través del blog de Jesús Cotta que a algunos seres inteligentes se les ha ocurrido celebrar el día del orgullo primate. Cualquier día festejaremos el orgullo del pedrusco en honor de nuestra proximidad con el fascinante mundo del vacío mental. En fin, Cotta glosa el asunto con guasa y a mí todo esto me recuerda a un microrrelato que escribí hace tiempo. Por esto lo coloco aquí, aunque no me parezca muy original:

Cuenta un mito africano que un día los hombres se apartaron de Dios y se convirtieron en gorilas. Esto es evidentemente falso. Hoy en día sabemos, gracias a la teoría de la evolución, que el gorila a lo largo de siglos se transformó en hombre. Y también sabemos que, gracias a algunos documentales, los medios de comunicación y ciertos políticos, el hombre se está convirtiendo, con cariño, con admiración, con nostalgia entrañable, en gorila.


martes, 7 de septiembre de 2010

Sobre reyes y pintores






"Los españoles son los únicos que han plasmado a sus soberanos en retratos realistas hasta la crueldad: príncipes envilecidos, monstruosos, princesas degeneradas, ojerosas y de largas napias, pintados por Velázquez o Goya. En el caso de los franceses, el retrato es acaramelado y adulador; así en las telas de Gérard o Detaille que nos presentan a un emperador rejuvenecido, delgado, alerta..." Esto escribe Patrick Rambaud, novelista especializado en temas históricos. Una explicación plausible a su aguda observación es que los reyes españoles eran idiotas y no se daban cuenta de lo que habían hecho los pintores con sus caras; otra, quizá menos obvia, apelaría a los distintos caracteres de nuestras culturas nacionales. En Francia, por lo menos desde el siglo XVII, siempre se separó cuidadosamente la esfera prestigiosa del poder y la alta cultura de los gustos grotescos del populacho. Al estrenar Victor Hugo una pieza dramática, el público silbó escandalizado cuando un personaje entró en escena preguntando: "¿Qué hora es?". Les parecía demasiado vulgar para un teatro. En España, por el contrario, lo alto y lo bajo han convivido sin problemas. A los poderosos siempre les encantó rozarse con el pueblo, incluso adoptar sus costumbres y su sentido del humor. Ahí están, por ejemplo, la duquesa de Alba (la de Goya) vistiendo de señora castiza o Felipe IV riéndole las gracias a sus bufones.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Una sorpresa agradable

Este fin de semana me topé con el blog de una asignatura de filosofía que incluía trabajos de ex alumnos míos. Fisgando un poco más me llevé la agradable sorpresa de que en dos de los ensayos se citaba a Borges y Huidobro, dos autores que trabajamos en clase de forma habitual. Mi ego recibió un caramelito inesperado. Pero lo que de verdad me alegró, lo que me hizo botar en la silla de contento, fue que el contenido de lo que allí contaban Virginia (aquí) y Dámaso (aquí) sobre estos escritores, no se correspondía con explicaciones mías, sino que eran ideas personales, originales a base de haberlos leído y reflexionado sobre ellos por su cuenta y riesgo.
Siempre me ha parecido que el verdadero conocimiento no se transmite por compartimentos estancos. La literatura tiende líneas hacia muchos otros lados del saber, y los profesores nunca tenemos la última palabra porque hay vida (y literatura) más allá de los exámenes. Además, los datos, las fechas y las anécdotas son de valor secundario. ¿Qué importa, en el fondo, poner en un examen que Borges tenía sangre portuguesa o que Huidobro se casó con una señora llamada Ximena porque se creía descendiente del Cid? Lo que de verdad interesa es que los libros nos acompañen y nos enseñen más allá de los trámites académicos. Y que, de pronto, una frase o una idea nos hagan entender mejor nuestra existencia. Qué bueno, que maravilla para un profesor, ver esta idea realizada en esos trabajos tan ajenos, en apariencia, a la literatura hispanoamericana.

PD: Aviso para navegantes:Borges y Huidobro serán fijos en mis programas de los próximos años.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Nuevo curso

Nuevo curso, en fin. Nuestra primera semana de septiembre es, en casa, desde hace unos años, bastante terrible. Vamos todos en coche y se ven los anuncios interesadamente optimistas del Corte Inglés: "Vuelta al cole". "Qué cabrones", comenta T., que ya empieza cuarto de primaria y tiene un excelente dominio del idioma.
Luego está lo de los libros de texto. Diez libros más o menos por cabeza multiplicados por cinco... Para que el golpe sea más rápido e indoloro, los compramos todos a la vez en el colegio. Tras el susto, la tarjeta de crédito entra en estado de shock. Al llegar a casa, los libros forman todos juntos una montaña inquietante. Allí, en el salón, en un ángulo oscuro, de sus dueños (nuestros hijos), sin duda olvidados, quedan los libros esperando la mano de nieve que sepa forrarlos. A mí me cuesta Dios y ayuda y, mientras se me pega el papel adhesivo a los dedos, me voy acordando de las palabras de mi abuelita con acento de Badajoz ("Javierito é mú lihto, pero mú dehpihta'o").
Alguno estará pensando que todas estas cosas que ahora se me ocurren, u otras parecidas, recuerdan al síndrome postvacacional (fea palabra inventada en los países de clase media). Sin embargo, no hay por qué exagerar. En medio de estas tareas más o menos molestas, también es posible ver que cuando se cierra una puerta, otra se abre. A fin de cuentas, toda la vida es recomenzar y, aunque lo parezca, esto ya no es un lema del Corte Inglés.