martes, 30 de octubre de 2012

Presentación de Alijerandro en Madrid

De regreso del viaje rapidísimo a Madrid, he colocado en un lugar de honor mi precioso ejemplar de Alijerandro.










El ambiente en la presentación fue muy grato (¡entre amigos! y con Rosalba Campra como presentadora de lujo) y la cobertura de los medios, muy buena. Subcomodoro me puso sobre la pista de una reseña muy completa en ABC y luego han salido otras noticias, por ejemplo, aquí y allá.

jueves, 25 de octubre de 2012

Alijerandro


El próximo lunes presento en Madrid una edición crítica de un texto hasta ahora inédito de Leopoldo Marechal, el drama Alijerandro. Mientras releo esta pieza singular como su autor, voy dándome cuenta de que aquí y allá los personajes van soltando aforismos como quien se bebe un vaso de agua. Algunos me llaman la atención por la poesía que guardan. Éste, por ejemplo:


No hay nada que nos hable tanto de vuelo como un nido que se ha quedado solo y atrás.


Pero hay muchos otros. Por ejemplo:


Hay muchas formas de morir. Lo que interesa, en realidad, es lo que se va ganando o perdiendo con la muerte.


Nunca te asustes de la muerte: lo que has de temer es el epitafio de los vivos. 


El hombre no tiene un solo tiempo, sino dos: el tiempo del pie y el tiempo del ala. O mejor dicho: el tiempo de la bestia y el tiempo del ángel.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Wikipedia (y otros monstruos)






Mis microrrelatos en Los papeles del sitio.

Jo con Nesbø

Estos días anduve leyendo a Jo Nesbø  un noruego que descubrí gracias a aquellos atentados del loco de Oslo. Algún periodista lo citó en su crónica como si los crímenes hubieran salido de una novela suya.
En apariencia es otro narrador nórdico de moda: crónica sucia de una sociedad podrida, todo salpimentado con problemas de alcohol y autoestima. Pero tengo que reconocer que me enganché leyendo Némesis, la segunda parte de la saga de Harry Hole. Como me gusta ser desordenado cuando leo por placer, seguí con la tercera parte. Ahí todo fue muy bien hasta que la novela empezó a ponerse de color verde-marrón y luego me costó cenar. Por razones parecidas dejé de ver  CSI. 
Otro cantar es el punto ideológico, que se cuela de tapadillo, y allí se nota el artificio. Copio este fragmento de una visita del protagonista, el policía Harry Hole, a la cárcel:

 Harry había estado allí en muchas ocasiones, pero cada vez que iba le parecía igual de absurdo que tras aquellas puertas hubiera personas que la sociedad se había visto obligada a encerrar contra su voluntad. Harry no entendía muy bien por qué aquella idea le parecía tan monstruosa. Pero guardaba relación con su visión de aquello como la manifestación de la venganza oficial, institucionalizada, del crimen.

Qué raro que esto lo piense un policía. Si alguien defiende las cárceles, son los policías, creo yo. Si no lo hacen, se les acaba el trabajo...
Entonces, ¿qué? ¿Lo recomiendas o no?, me preguntará alguno. Pues depende de cómo tenga uno el estómago, le responderé. Y añado una cosa: un exceso de negatividad no siempre se corresponde con la verdad de los hechos, sino con una sublimación pesimista. Algunos críticos ingenuos suelen hablar del realismo sucio, como si la verdad verdadera fuese siempre una porqueria de la que no se enteran los tontos felices. Pero la literatura miente muchas veces: hacia arriba y hacia abajo. La misma artificialidad puede haber en una novela pastoril que en un panfleto naturalista.
Esto tiene su lado bueno, por supuesto. Por eso las novelas de Nesbø enganchan: hay una trama doble o triple muy bien soldada. La realidad suele ser caótica, no obedece a un plan perfecto. En cambio, las novelas policíacas encajan las piezas demasiado bien para creernos que eso sea una investigación auténtica. Una vez conocí muy de cerca a un inspector de policía científica y doy fe de que sus casos eran demasiado deslavazados para que se contasen, punto por punto, en una novela.

lunes, 22 de octubre de 2012

Centenario de Menéndez y Pelayo

Cierta directora de la Biblioteca Nacional se enfadó muchísimo al enterarse de que  la estatua de un facha presidía el vestíbulo de la casa que acababa de disfrutar, digo, de dirigir. Ese facha era don Marcelino Menéndez y Pelayo y la señora directora intentó mandar su imagen al trastero.  Ahora la señora ya no disfruta de su cargo, pero eso no evita que casi nadie se acuerde de la figura del hombre más sabio de su tiempo. Aunque se celebre este año el centenario de su muerte y, en apariencia, hasta la izquierda inteligente reconozca sus deudas con él.
"Ángel de las bibliotecas", lo llamó Leopoldo Marechal, y es cierto que muchos escritores de un lado y otro del Atlántico buscaron en sus libros extraordinarios y elegantemente escritos, la inspiración que no encontraban leyendo a los filósofos. Un dato: el despacho de trabajo de Borges tenía un millar de libros. Pues bien: como se desprende de la lectura del catálogo recientemente editado de su biblioteca, sólo dos autores españoles (sí, DOS) aparecen en la nómina: Cervantes y Menéndez Pelayo. ¿No será que Borges leía a Menéndez y Pelayo en lugar de a Plotino o a Ockham? Más de uno saqueó sin decirlo las obras de don Marcelino, de donde sacaron ideas que no habían leído directamente.
Para remediar en algo todo este olvido, acaba de salir un libro, Menéndez y Pelayo. Genio y figura. Uno de sus autores, Aquilino Duque, lo presenta el martes a las diez en el aula 4 en el edificio de Ciencias Sociales de la Universidad de Navarra..

jueves, 11 de octubre de 2012

La cultura es una tortura

Cuando intentábamos entrar en un museo, mis hijos pequeños canturreaban:
-La-cultura-es-una-tortura, la cultura-es-una...
Normalmente no hacíamos caso de los manifestantes y entraban. ¿Sirvieron de algo estas represiones con sabor preconstitucional? Quiero creer que sí. A estas alturas del partido no vale, como Woody Allen, titular un libro en plan graciosete: "Cómo acabar de una-vez por todas con la cultura". Antes, hace como treinta años o así, el chiste haría gracia porque la gente pensaba que la cultura servía para algo. Ahora no.
Y qué curioso que esto coincida con la llegada de otros gurús -cocineros, psicólogos,  magos del consulting y tipos recién operados de los morros-, y qué desagradable que casi nadie se dé cuenta de que la crisis, no sólo la española, va mucho más lejos que un simple problema con los mercados. Pero en el artículo que recomiendo se dice tan bien que sobran mis palabras.

jueves, 4 de octubre de 2012

Mínima mitológica

En la editorial de Del centro editores apareció hace unos meses el libro de relatos Mínima mitológica de Rosalba Campra. Selecciono dos microrrelatos de este libro tan exquisito como la editorial que lo acoge.



DECIR NO

Asterión descubre, escrito en el libro que todo laberinto custodia, que para salir del laberinto basta negarlo, y que en el laberinto mismo está la negación.
Entonces empieza a borrar. Borra la A, la B, la E, la I, la L, la R, la T.
Quedan dos letras. Incrédulo, musita la palabra que han formado. El eco le devuelve un fragor de derrumbe.
Ya sin muros que lo resguarden, en torno a él ve la inmensa redondez de la pampa o, en otras versiones, la repetición igualmente sin salida del damero que dibujan los rascacielos.



ORFEO

Habíamos visto la manga de langostas crecer en nubarrones desde el horizonte y nos preparamos en los sembrados para defenderlos. Ellas, sin embargo, pasaron sobre nuestras cabezas sin hacernos caso. Con un murmullo de arrobo se posaron en el patio y fueron entrando en hileras reverentes a la sala de música, donde estaba mi madre tocando el arpa.
Afuera los helicópteros llenos de DDT se encabritaban en vano y la ropa más nutritiva se secaba en la soga. Qué frustración estar ahí esperando, mudas las sartenes con que nos aprestábamos a ensordecerlas. Las langostas son voraces, pero de temperamento y oído delicados.
Salieron sólo cuando mi madre termino por morirse de hambre y encierro. Para ese entonces, cansados de esperarlas, nos habíamos ido a un pueblo más al norte. Volvimos varias semanas después a recoger la platería y unos huesitos, lo único que habían dejado.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Don Quijote, cap. 7, primera parte (actualizado)



Aquella noche [quemó y abrasó] escondió [el ama] el padre [cuantos libros] cuantas Wii, Nintendos y Plays Station había en [el corral y] en toda la casa, y tales debieron de [arder] desaparecer que merecían guardarse en perpetuos archivos; [mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador], y, aunque no todos los niños estaban enviciados, así se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores.
Uno de los remedios que [el cura y el barbero] los padres dieron por entonces para el mal de [su amigo] sus hijos fue que les [murasen y tapiasen] cerrasen en un armario bajo llave [el aposento de los libros] el televisor, porque cuando se levantasen no lo hallasen—quizá quitando la causa cesaría el efeto—, y que dijesen que [un encantador] Iron man se [los] había llevado los juegos, [y el aposento] y el televisor y todo; y así fue hecho con mucha presteza. De allí a dos días, se levantó [don Quijote] uno de los hijos más abducidos por la pantalla, y lo primero que hizo fue ir a [ver sus libros] jugar con las maquinitas; y como no hallaba [el aposento] el televisor donde le había dejado, andaba de una en otra parte buscándole. Llegaban adonde solía [tener la puerta] estar, y tentaba el mueble con las manos, y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir palabra; pero al cabo de una buena pieza preguntó a [su ama] su madre que hacia qué parte estaba [el aposento de sus libros] el televisor, los juegos, la consola y toda la pesca. [El ama] La madre, que ya estaba bien advertida de lo que había de responder, le dijo:
—¿Qué [aposento] tele o qué [nada] puñetas buscas [vuestra merced]? Ya no hay [aposento ni libros] jueguecitos con los que perder el tiempo en esta casa, porque todo se lo llevó el mesmo diablo.
—No era diablo —replicó [la sobrina] el padre—, sino [un encantador] Iron man que vino sobre una nube una noche, después del día que [vuestra merced] de aquí [se partió] te fuiste al cole, y, apeándose de [una sierpe] una moto voladora en que venía montado, entró en el aposento, y no sé lo que se hizo dentro, que a cabo de [poca pieza] poco rato salió volando por el tejado y dejó la casa llena de humo; y cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho, no vimos [libro ni aposento alguno] ni uno de esos p… juegos vuestros: solo se nos acuerda muy bien a mí y [al ama] tu madre que al tiempo del partirse aquel [mal viejo] súper héroe dijo en altas voces que por enemistad secreta que tenía al dueño de [aquellos libros y aposento] aquellos juegos dejaba hecho el daño en aquella casa que después se vería. Dijo también que se llamaba [«el sabio Muñatón»] el sabio Monjamón.
—[«Frestón»] «Pokemón» diría —dijo [don Quijote] el niño.
—No sé  respondió [el ama] la madre— si se llamaba [«Frestón»] «Pokemón» o [«Fritón»] «Pokomón»; sólo sé que acababa en -ón el nombre.