Esta historia empieza con un país en crisis. La mayoría de sus habitantes no cree ya en sus políticos, que son todos una casta de corruptos. No nos representan, dicen. Desde hace más de una década el sistema da señales de agotamiento. De pronto, un individuo que no viene de ningún partido, entra en la política con un lenguaje diferente. Parece distinto, habla con seguridad profesoral, incluso tiene libros publicados. Reclama derechos para los sin techo, utiliza un lenguaje entre justiciero y moralizante, clama venganza contra los que han vendido a la sociedad a los intereses de la banca. La derecha y la izquierda tradicionales primero se quedan con la boca abierta, incapaces de reaccionar; luego se enfadan y lanzan toda clase de ataques contra esta nueva fuerza que no saben de dónde viene. Llegan las elecciones y este individuo, que acaba de fundar un partido y hace de su efigie un icono de los suyos, consigue un sorprendente triunfo electoral.
Parece la historia de Podemos y su notables resultados en las últimas elecciones, ¿verdad? Pero también sirve para contar, palabra por palabra, el ascenso de Juan Domingo Perón al poder entre 1943 y 1945.
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Tengo que confesar que yo mismo no daba crédito a ese millón largo de votos conseguido por Pablo Iglesias; el domingo me pilló en Chile, tras impartir un curso de doctorado en una universidad de allí. Fue una sensación rarísima: como si yo no perteneciera al país del que hablaban las noticias. Me doy cuenta ahora de que estaba tan confundido como muchos amigos míos. Y (salvando las distancias)lo mismo les pasó a Borges y tantos intelectuales argentinos que odiaban a Perón: no se daban cuenta del país en que vivían.
En estos días he podido leer algunos calificativos de la prensa conservadora al votante de Podemos ("ilusos, descreídos, ignorantes"). Tanto enfado no ha hecho más que confirmarme en la inmensa ceguera de la derecha española. No, señores del PP, esa gente no está engañada, sino desesperada. Quieren que alguien les hable de honradez sin complejos. Quieren referentes morales entre sus políticos. Se pregunta el valenciano Fabra dónde se habrán ido los votos del PP. Ya le digo yo: más de los que él cree, se los habrá llevado Podemos. En vez de demonizar tanto, tendrían que hacer mucha autocrítica. Un país que lleva tantos años con un cincuenta por ciento de paro entre los jóvenes y un 17 % de su población en el umbral de la pobreza, no puede seguir votando a los mismos de siempre. Bastante paciencia ha tenido ya.
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Otra cosa es que las soluciones de Podemos sean en su mayoría descabelladas, que lo son. Y que ese discurso populista que esgrimen sea, por definición, excluyente al marcar la muralla entre "nosotros" (los buenos: el pueblo) y ellos (los malos: la banca y sus lacayos, es decir, los que piensan de manera diferente y votan a la casta). Tampoco les importan ciertas libertades individuales, tan queridas por la democracia liberal, como la libertad de conciencia o de pensamiento. Son cosas secundarias en su proyecto de igualdad y justicia social. Esto último no lo digo yo, que lo dice el recientemente fallecido Ernesto Laclau, teórico neomarxista y simpatizante del populismo, al que seguro que Pablo Iglesias le pondrá velitas todas las noches.
Más aún: el populismo tiene un punto fanático. A mi hermano, que tiene un pequeño negocio con el que saca adelante a su familia, unos chavales de Podemos le gritaron "facha, fascista y explotador" por no dejarles que cerraran su local de forma que ellos pudieran explicar tranquilamente su proyecto a los dos gatos de la plantilla. No, no respetan al otro ni son demócratas en absoluto los seguidores más fieles de Podemos.
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¿Y qué debemos esperar, entonces? Los decadentes partidos, como los llama con razón Enrique García-Máiquez, deberian cambiar muchas cosas. Si fueran inteligentes y cínicos, seguirían el consejo de Nicanor Parra, que es lo que ya están pensando en Bruselas:
La izquierda y la derecha unidas,
jamas serán vencidas.
Aunque lo más probable es que sigan ciegos. El PP de Rajoy, siempre fiel, siempre coherente en sus principios de actuación, resolverá el problema a lo avestruz, metiendo la cabeza bajo tierra. El PSOE lo mismo busca un Zapatero bis, a ver si recupera lo que más le importa, que son los votos. Radicalizarán su discurso y no se darán cuenta de que el gato al agua se lo llevará Pablo Iglesias. ¿Se acordarán los socialistas de hoy que a sus antepasados del 36 se los comieron los comunistas? ¿O que ahora ERC se está comiendo a CiU?
El peronismo fue un despertar a la realidad de la Argentina de 1945. Podemos ha hecho la misma función en la España de 2014; sólo queda pensar si lo que nos promete no será otra pesadilla.