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miércoles, 24 de octubre de 2012

Jo con Nesbø

Estos días anduve leyendo a Jo Nesbø  un noruego que descubrí gracias a aquellos atentados del loco de Oslo. Algún periodista lo citó en su crónica como si los crímenes hubieran salido de una novela suya.
En apariencia es otro narrador nórdico de moda: crónica sucia de una sociedad podrida, todo salpimentado con problemas de alcohol y autoestima. Pero tengo que reconocer que me enganché leyendo Némesis, la segunda parte de la saga de Harry Hole. Como me gusta ser desordenado cuando leo por placer, seguí con la tercera parte. Ahí todo fue muy bien hasta que la novela empezó a ponerse de color verde-marrón y luego me costó cenar. Por razones parecidas dejé de ver  CSI. 
Otro cantar es el punto ideológico, que se cuela de tapadillo, y allí se nota el artificio. Copio este fragmento de una visita del protagonista, el policía Harry Hole, a la cárcel:

 Harry había estado allí en muchas ocasiones, pero cada vez que iba le parecía igual de absurdo que tras aquellas puertas hubiera personas que la sociedad se había visto obligada a encerrar contra su voluntad. Harry no entendía muy bien por qué aquella idea le parecía tan monstruosa. Pero guardaba relación con su visión de aquello como la manifestación de la venganza oficial, institucionalizada, del crimen.

Qué raro que esto lo piense un policía. Si alguien defiende las cárceles, son los policías, creo yo. Si no lo hacen, se les acaba el trabajo...
Entonces, ¿qué? ¿Lo recomiendas o no?, me preguntará alguno. Pues depende de cómo tenga uno el estómago, le responderé. Y añado una cosa: un exceso de negatividad no siempre se corresponde con la verdad de los hechos, sino con una sublimación pesimista. Algunos críticos ingenuos suelen hablar del realismo sucio, como si la verdad verdadera fuese siempre una porqueria de la que no se enteran los tontos felices. Pero la literatura miente muchas veces: hacia arriba y hacia abajo. La misma artificialidad puede haber en una novela pastoril que en un panfleto naturalista.
Esto tiene su lado bueno, por supuesto. Por eso las novelas de Nesbø enganchan: hay una trama doble o triple muy bien soldada. La realidad suele ser caótica, no obedece a un plan perfecto. En cambio, las novelas policíacas encajan las piezas demasiado bien para creernos que eso sea una investigación auténtica. Una vez conocí muy de cerca a un inspector de policía científica y doy fe de que sus casos eran demasiado deslavazados para que se contasen, punto por punto, en una novela.