domingo, 26 de agosto de 2012

Ecce Homo

Hoy me tocaba pintar las paredes. En casa esta tarea tiene su arte, porque hay que emprenderla por igual en zonas medianamente limpias y en otras adornadas con pinturas rupestres y manchas infantiles: chocolate, sangre y toda clase imaginable de fluidos corporales que forman un conjunto bien mezcladito. Pero hay algo de bueno en esto, y es que tienes todo el tiempo para pensar. Una tarde entera para pensar delante de paredes en blanco. El sueño de cualquier artista.
Y, de pronto, me encontré recordando esa noticia ridícula. No sé cómo pensé en mí, mal pintor de brocha gorda y en la anciana de Borja metida a inocente restauradora. Esa noticia que cada día espero que desaparezca y que, no hay manera, sigue en las portadas: la dichosa restauración del Ecce Homo. Qué curioso que una majadería dé tanto que hablar. El feísmo atrae.
Como creyente, sentí que la figura del Señor sea tan mal tratada. Pero, además, pensé, cómo no ver en este Carnaval otra revisión de una historia que se actualiza siglo a siglo. "Ecce Homo", grita Pilatos, y la muchedumbre grita, patalea y se ríe. Por otra parte, es verdad que las obras de arte (y esta lo es, a su modo) no sólo nos revelan un mundo, sino que también revelan a quien las contempla. Toda esa procesión de peregrinos que abarrotan la iglesia de Borja para ver una birria, se hacen ellos mismos una birria. En algunos idiotas que se mofaban del Ecce Homo, reconocí las caras pintadas por Goya en El entierro de la sardina.




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