jueves, 20 de septiembre de 2012

El hombre que valía un millón de dólares

Aquel vuelo de conexión, después de once horas de vuelo desde Madrid y siete de espera en Bogotá. No podía más y me acomodé en el asiento. Pensé en cómo iba a dormir tres horas seguidas hasta llegar a Lima. Entonces se me acercó ese muchacho con cara de despiste. Quizás por mi malhumor, lo relojeé con la mirada: tenía el pelo negro y lustroso, el jersey morado de pico, la corbatita de trapo gris, los pantalones ajustados y la cara de imberbe. Todos estos indicios revelaban al ser humano conocido universalmente como  tío pasmado.
-¿Es este mi asiento?, me preguntó señalando su propio billete.
-Pues claro, le dije de bastante mal humor.
-Discúlpeme.
Dejó sus cosas -una bolsa de Zara y poco más- en el suelo, y se sentó. Pidió ayuda para engancharse el cinturón: se veía que no tenía costumbre. Al rato llegaron las azafatas repartiendo los papeles de inmigración. Mi amigo se sintió repentinamente preocupado.
-¿Esto se tiene que rellenar?
En esos papeles suelen hacer preguntas del tipo: "¿Lleva usted más de diez mil dólares? Marque Sí o No en la casilla correspondiente". Y si contestas que sí, el cuestionario va indagando en cuánta es tu fortuna.Por desgracia, a mí siempre me ha tocado rellenar el No.
Mi compañero seguía hecho un lío, porque de pronto me puso su papel en las narices y me preguntó:
-Perdón de nuevo, ¿qué quieren decir con "Productos financieros?"
Entonces fue cuando pude ver su papeleta y sus respuestas:
1) "¿Lleva usted más de diez mil dólares?" Marcó el Sí.
2) "¿En el caso de que la suma sea superior, responda: ¿cuánto?" El imberbe ya había escrito: "Un millón de dólares".
3) "¿En efectivo o en productos financieros?" Aquí es donde no sabía qué contestar.
 -Creo, dije temblando, que se refieren a cheques o algo así.
-Aaaahhhh.
Y escribió aplicadamente: "En efectivo".
A partir de ese momento ya no pensé en dormir. Durante una hora de tensión miraba su documento de reojo y me preguntaba si yo había contado mal los ceros. No, no me había equivocado, eran seis ceros. ¿Dónde habría metido el millón? ¿En la bolsa de Zara? ¿En  los pantalones ajustados? ¿O sería tan suicida de haberlos facturado en la maleta? Espié en el papel de inmigración por si en el apartado de su profesión había escrito "Narcotraficante". Pero no: puso "Coordinador". ¿Coordinador de qué? ¿De eventos? ¿De atentados? ¿De cocaína?
La azafata se le acercó con una sonrisa golosa:
-Oyeeee.... ¿tú eres el que sale en la revista con la chica?
Mi compañero puso la cara de bobo que le salía tan bien y contestó que sí, que bueno, que era, en realidad, una amiga periodista.
-Modelo querrás decir, qué suerte tienes, le contestó la admiradora y arrimó el culo a su reposabrazos, como para empinarse en el maletero ("perdón, se me ha olvidado algo"). Esta operación la repitió dos veces más durante el vuelo.
Al llegar a  Lima nos despedimos en la cinta de recogida de equipajes. Yo estaba destrozado de sueño y no me quedé a ver la cara del aduanero cuando revisase sus papeles de inmigración. Pedí un taxi y me marché pitando al hotel. De todas formas, no creo que le pasara nada: el imberbe seguro que tenía un plan. El tonto era yo, evidentemente.

1 comentario: