miércoles, 15 de enero de 2014

Waterloo, el realismo mágico y los enterradores de piernas


El general López de Santa Anna, espadón y dictador mexicano, ha regalado muchas anécdotas a la historia, pero la más conocida transcurre durante una de las pocos batallas que consiguió no perder (o, al menos, no perder estrepitosamente). Estamos en 1838, durante la llamada "guerra de los pasteles" contra Francia. En medio de los combates, una explosión de metralla enemiga le arranca una pierna al generalito. Entonces, Santa Anna, ni corto ni perezoso, ordena que su honorable pata sea enterrada con salvas de honor, procesiones religiosas y misas de funeral. El episodio, además de ilustrar la megalomanía del personaje, ha servido para que algunos intérpretes se hagan lenguas del ancestral "realismo mágico" que siempre habría inundado la vida social y política de México y de Hispanoamérica toda. Un magnifico historiador como Enrique Krauze la cuenta así. Carlos Fuentes, incluso, compuso una opereta que tocaría el asunto y que debe de ser un auténtico pestiñazo (véase aquí). 
Para ser justos, yo  siempre había pensado lo mismo y juzgué la cosa como una muestra más de ese barroquismo esencial, lo real maravilloso americano y bla, bla, bla. Hasta que me encontré con el libro de Alessandro Barbaro, Waterloo. la batalla (Ed. Destino, 2004) y leí la historia de Lord Uxbridge, comandante en jefe de la caballería británica.
Lord Uxbridge era un figura. Tenía cuarenta y siete años, pero eso no era un obstáculo para no haber combatido nunca ni para ser nombrado por enchufe para la campaña de Waterloo. Para colmo, alrededor de él circulaba otro asunto más desagradable. Uxbridge estaba casado y tenia ocho hijos en su haber, pero se acababa de fugar con Lady Wellesley, madre de otras cuatro criaturas y (oh, casualidad) cuñada de Wellington. El general en jefe de las tropas inglesas no estaba muy contento de tenerlo a su lado como jefe de la caballería.
Al final de la batalla, Lord Uxbridge iba a dirigir una carga contra los franceses en desbandada cuando una esquirla de granada le hirió una pierna. "By God, sir, I´ve lost my leg!", exclamó Uxbridge .Y Wellington, que estaba a su lado, le replicó con bastante mala leche: "By God, sir, so you have!" . Poco después, ya en una casa de Waterloo, un cirujano le amputó la pierna, que fue enterrada con honores militares en el jardín de al lado (Barbero, p. 330; y más curiosidades, aquí). 
La batalla de Waterloo es 23 años anterior a la guerra pastelera. ¿Se inspiró Santa Anna en el caso de Uxbridge? Muy seguramente. Releída la historia del mexicano a la luz del inglés, más que de realismo mágico habría que hablar de un caso de dependencia postcolonial. 



En la foto, Santa Anna, señalando donde quiere que le entierren la pierna. 

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