sábado, 18 de diciembre de 2010

El baile de Natacha

Desde hace meses voy leyendo a sorbitos un libro gordísimo, pero interesante, El baile de Natacha. Una historia cultural rusa de Orlando Figes. Es la crónica apasionante de un camino penoso. A saber, de cómo Rusia fue pasando de ser un estado medieval y bárbaro a fines del siglo XVIII a otro, con aspiraciones de modernidad pero caótico y disparatado. Repasamos la vida cotidiana de nobles y siervos, la obra de artistas e intelectuales, la agricultura, las fiestas, la política, la gastronomía, las ciudades o la educación y la vida familiar. Así, me entero de que entre los hijos de nobles, era corriente que los niños fueran confinados en apartamentos separados dentro la casa de sus padres, donde se alimentaban y vivían junto a sus criados y preceptores. No veían a sus progenitores durante meses. Podría decirse que, en esta esfera, como en otras de la vida cotidiana,  los rusos, obsesionados con parecerse a los occidentales, hacían, sin quererlo, una caricatura de sus modelos. Si en la Europa del XIX (y aun antes), los padres distantes eran la norma, en Rusia decían: "¿No quieres té? Pues toma tres tazas".  
Los niños acababan queriendo más a sus nodrizas. Me ha hecho gracia este párrafo autobiográfico de las memorias de un hidalgo ruso, en donde recuerda enternecido a su aya que le convirtió durante su infancia en un inútil incapaz de ponerse solo los calcetines:




Como Fevronia Stepanovna me lo consentía todo sin cesar, me convertí en un niño llorón y en un verdadero cobarde, cosa que llegué a lamentar cuando me incorporé al ejército. La influencia de mi niñera paralizó los intentos de todos mis preceptores masculinos para endurecerme (...) Años después, cuando, ya hecho un joven oficial, regresé al hogar, ella había dispuesto dos habitaciones en la casa para mí, pero eran como el cuarto de los niños. Cada día ponía manzanas en mi cama. Le ofendía que yo hubiera traído a mi ordenanza, puesto que consideraba su obligación servirme. Se escandalizó cuando descubrió  que yo fumaba, y no me atreví a contarle que también bebía. Pero el golpe mas fuerte se produjo cuando partí a combatir a los serbios. Trató de disuadirme hasta que, una noche, declaró que me acompañaría al frente. Viviríamos juntos en una pequeña cabaña y mientras yo iba a la guerra ella limpiaría la casa y prepararía la cena. Luego, en los festivos, pasaríamos el día juntos horneando pasteles, como habíamos hecho siempre, y cuando la guerra llegara a su fin regresaríamos al hogar con medallas en el pecho. Me fui a dormir plácidamente, imaginando que la guerra era tan idílica como ella decía.




Se me ocurren varias cosas al releer este párrafo. Una, que la maternidad no es sólo un instinto biológico, sino que también tiene mucho de cultural. Y dos, que ciertos valores que defendemos unos cuantos (la participación directa de los padres en la educación de los hijos, por ejemplo) no tienen su origen histórico en las formas tradicionales de la familia, sino en conductas más modernas que poco tienen que ver con la Rusia del siglo XIX o, por qué no decirlo, en la atrasada España de la misma época. La literatura infantil, los manuales de educación familiar o -por supuesto- la reivindicación de la realización de la mujer en la familia y en el trabajo-, se consagran en la modernidad burguesa, y no en etapas anteriores, quizá más acordes en términos filosóficos o religiosos con una forma cristiana de pensar, pero en la que no viviríamos nunca si, por arte de magia, nos transportaran hasta el siglo XII. La historia es complicada y no se puede dividir en compartimentos estancos.

7 comentarios:

  1. No te lo vas a creer, pero acabo de comprar ese libro ¡esta misma mañana!, lo que son las cosas. También Años de vértigo, de Philip Blom, que tiene muy buena pinta. Así que después de leer tu post comienzo a leer el primero y ya contaré qué tal.

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  2. Ah, pues creo que has hecho buena compra. Aunque es para tomárselo con calma...

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  3. Muy interesante y bonito, Javier. Gracias.
    Hace un tiempo leí unos cuantos libros sobre cultura rusa, a propósito de que estaba escribiendo una serie de cuentos inspirados en. Y una cosa me llamó mucho la atención: el legendario "alcoholismo" ruso. ¿Por qué? Ni siquiera tienen vino, ni ningún licor. ¿Cómo es posible? Pues bien. Fue inducido. Primero un zar -no sé cual- importó el vodka de Polonia y decidió que se pagara una parte de su sueldo a los campesinos con él. Por decreto. La cosa se convirtió en una costumbre y cuando llegó la revolución, la revolución industrial se entiende, los ideólogos del nuevo régimen (Lenin, Stalin, etc.) decidieron que aquello era perfecto, y siguieron pagando a los obreros y operarios de las fábricas una parte de su salario en vodka... que tenían que consumir obligatoriamente en medio de la jornada laboral. Se hacían pausas expresamente en las fábricas para eso. Pausas obligatorias, por supuesto. Además aumentaba la productividad de los operarios. Y así. Yo he tenido la oportunidad alguna vez de sentarme con algún ruso en serio, y yo he acabado en "urgencias". Pero no porque los rusos sean muy chulos bebiendo, sino porque los obligaron a serlo. La rusa es una sociedad -pobre- alcoholizada, pero porque la alcoholizaron los ricos, a la fuerza.
    Alucina.
    Un abrazo,

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  4. Eso que cuentas es muy interesante y terrible, desde luego. Y cuadra con lo que he leído hasta ahora en El baile de Natacha, donde se cuenta que en el siglo XIX no eran tantas las cogorzas de vodka (agüita en ruso, según creo)... bueno, seguramente miro un poco más en el libro y te comento alguna curiosidad. Un abrazo.

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  5. Javier- A mi el relato que nos pones me sugiere precisamente lo contrario de "(la participación directa de los padres en la educación de los hijos, por ejemplo) no tienen su origen histórico en las formas tradicionales de la familia, sino en conductas más modernas que poco tienen que ver con la Rusia del siglo XIX o, por qué no decirlo, en la atrasada España de la misma época.".

    Asumiendo que he entendido bien lo que dices más arriba, la costumbre de separar a los niños de sus padres es una caricatura que los nobles rusos hacían de las costumbres occidentales que querían imitar. Luego posiblemente lo tradicional en Rusia (y en la España supuestamente atrasada de la época) era precisamente lo contrario. En cualquier caso, sospecho que si uno baja(ba) en la escala social, la convivencia estrecha entre padres e hijos (y por tanto la educación de estos por sus progenitores) era lo normal, habitual y tradicional. Más que nada porque en una casa de campesinos o labradores no quedaba más remedio que convivir estrechamente.

    De la misma manera la literatura infantil es simplemente una forma codificación de las historias que se pasa(ban) de padres a hijos por vía oral. El tener un libro a mano "libera" al padre o madre de la engorrosa tarea de dedicar tiempo a sus hijos (y no estoy diciendo que los niños no deban leer, ¡ojo!).

    Decididamente la modernidad lo que trae es la subcontratación de la tarea educativa (como trae la subcontratación de tantas otras cosas, como por ejemplo la actividad política de las personas dejada en manos de políticos "profesionales", pero eso es otra historia). Los padres necesitamos tiempo para "nosotros mismos".

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  6. Es muy interesante su reflexión. El distanciamiento con los hijos era muy propio de los tiempos antiguos. Y se ha mantenido hasta más tarde en las clases más altas.

    Reciba usted un saludo.

    Gómez de Lesaca

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  7. Embajador: tu razonamiento es lógicamente impecable (si los ricos educaban tan distanciadamente era porque imitaban a los occidentales; ergo, la educación tradicional era todo lo contrario). Pero lamentablemente creo que no fue así en la historia, que no siempre es lógica. Antes del XVIII la educación familiar en las capas altas rusas (tal y como entendemos este concepto) casi no existía, de modo que el XIX fue un "avance" al dejar la educación en manos de "profesionales", por así decirlo. Por otra parte, la sociedad tradicional, aquella en la que, como bien dices, se convivía estrechamente porque casi no había más remedio, tampoco era una maravilla. Tomo este proverbio ruso de ejemplo: "Golpea a tu esposa con el mango del hacha, inclínate y mira si respira. Si respira está fingiendo, y quiere más". O esta otra joya: " Cuanto más golpees a la vieja, mejor sabrá la sopa". Cuando se ven así las relaciones con la esposa o la madre, poco se puede esperar de lo que se fomente en los hijos. Hay unas cuantas páginas sobre el asunto en El baile de Natacha, aparte de en la misma literatura decimonónica.Rusia fue un país muy bárbaro en buena medida por la influencia secular de los tártaros. La Iglesia ortodoxa educó, por supuesto, pero esto no fue suficiente, además de que también hubo, como en toda evangelización, luces y sombras.
    En cuanto a la literatura, yo me refería a la literatura escrita, no la oral, que ésta existe desde que el hombre es hombre. A partir del Romanticismo empiezan a circular libros y autores específicamente dedicados a los niños (los Grimm, Hoffmann, Andersen, etc.), sobre todo en los países donde la modernidad se ha afincado antes. En España, por cierto, la literatura infantil es otro fruto tardío, y no por casualidad.
    Por último, la delegación en otros para la tarea educativa es un fenómeno que procede de la Antigüedad grecolatina, como sabes, y siempre se "subcontrató" en la clase alta europea, tanto en la modernidad como antes, en la Edad media, Renacimiento, etc.
    En fin, te agradezco tu comentario tan extenso, sobre todo por tu atención y porque me permite afinar más en mi entrada.Un saludo muy cordial.

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