lunes, 24 de enero de 2011
Prejuicios enjaulados
En cierta ocasión mi padre entró en casa con una jaula con tres parejas de pajaritos: periquitos, capuchinos y diamantes. Uno de los diamantes tenía una extraña calva en el centro de la cabeza que le daba un aspecto medio frailuno. Debía de venir enfermo. Un día observé que los periquitos se ensañaban con él a picotazos. Más tarde me dí cuenta de que en aquella cárcel ninguno tenía piedad con el desgraciado, ni siquiera su compañero. Al poco tiempo murió. Recordando ahora la anécdota, se me ocurre las persecuciones de las masas humanas contra los diferentes o defectuosos quizá tengan un origen animal.
viernes, 21 de enero de 2011
Una sociedad organizada
Nuestra sociedad está muy bien organizada. Y si no me cree, sólo hace falta pensar en la última iniciativa del gobierno, que acaba de inventar unas líneas de transportes didácticos, cuya finalidad fundamental es promover una cultura de la solidaridad y la tolerancia. Cada autobús, metro o camión de la limpieza dispone de un anuncio del tipo: “Por tu interés, respeta a todas y a todos”, “Déjale, su vida es suya, de él o de ella” o “El sexo, siempre seguro y segura”. Además, se trata de vehículos responsables con el medio ambiente, ya que funcionan mediante un motor de energía eólica. Es verdad que son un poquito lentos, pero no contaminan nada y, además, gracias a su escasa velocidad, el peatón puede leer mejor los anuncios desde la calle. La gente está contentísima de ser educada de una forma tan cómoda. De hecho, la iniciativa ha tenido tanto éxito, que todos los partidos políticos han pedido ya tener un espacio publicitario en estos vehículos para las próximas elecciones. Ha habido ciertos problemillas para establecer cuál es la cuota de anuncios por partido, pero en estos momentos están reunidos sus principales representantes y lo más probable es que se pongan todos de acuerdo y presenten una candidatura única para que no haya un consenso universal en un tema tan importante como la educación. Y es que nuestra sociedad está muy bien organizada.
jueves, 20 de enero de 2011
Letreros leídos por ahí
Aquí escribió Stendhal: "Comió como un vasco" (letrero en un bar de Bilbao)
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Aquí vivió Valle-Inclán (placa en una casa de Pontevedra)
"Aquí vivió el vecino de Valle-Inclán" (escrito a mano en la casa de al lado)
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"Por favor, si me recogen, no me lleven a un centro de arte contemporáneo" (cartelito colgado de una valla, Pontevedra)
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Aquí vivió Valle-Inclán (placa en una casa de Pontevedra)
"Aquí vivió el vecino de Valle-Inclán" (escrito a mano en la casa de al lado)
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"Por favor, si me recogen, no me lleven a un centro de arte contemporáneo" (cartelito colgado de una valla, Pontevedra)
miércoles, 19 de enero de 2011
Juego
No he hecho trampas: seguí todas y cada una de las reglas. Pero el rival movió mejor sus piezas y me parece que en el próximo turno me espera la muerte.
martes, 18 de enero de 2011
Dos recomendaciones
El otro día vi en las librerías Música de amor perdido de Marco Denevi. El hecho me alegró porque siempre he creído que Denevi es un gran escritor poco conocido fuera de su país. Diez puntos para sus editores españoles.
La otra alegría fue que mi mujer me preguntara por Allá lejos y tiempo atrás de W.H. Hudson. Ese libro suyo, de título precioso también en su original inglés (Far Away and Long Ago), lo leí tiempo atrás, pero cerca de ella, en concreto al otro lado de la cama. Se lo recomendé entonces, pero ni caso. Y ahora me pregunta: "¿Vale la pena? Es que Trapiello lo recomienda en un artículo". Al final voy a tener celos de A.T. Pero lo importante, en realidad, es que de los libros de Hudson siempre se sale feliz. En Allá lejos y tiempo atrás cuenta sus recuerdos de infancia en una casa perdida en un rincón de la Pampa argentina a comienzos del siglo XIX. Hudson, que terminó haciendo toda su carrera en Inglaterra, escribe limpiamente y con algo que no soy capaz de demostrar, pero que puede definirse como amor a la vida.
La otra alegría fue que mi mujer me preguntara por Allá lejos y tiempo atrás de W.H. Hudson. Ese libro suyo, de título precioso también en su original inglés (Far Away and Long Ago), lo leí tiempo atrás, pero cerca de ella, en concreto al otro lado de la cama. Se lo recomendé entonces, pero ni caso. Y ahora me pregunta: "¿Vale la pena? Es que Trapiello lo recomienda en un artículo". Al final voy a tener celos de A.T. Pero lo importante, en realidad, es que de los libros de Hudson siempre se sale feliz. En Allá lejos y tiempo atrás cuenta sus recuerdos de infancia en una casa perdida en un rincón de la Pampa argentina a comienzos del siglo XIX. Hudson, que terminó haciendo toda su carrera en Inglaterra, escribe limpiamente y con algo que no soy capaz de demostrar, pero que puede definirse como amor a la vida.
viernes, 14 de enero de 2011
Elogio del madrugón
Van creciendo. Los chicos van creciendo.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Hace unos años pasábamos las noches con el oído avizor a la espera de algún berrido infantil en medio de la oscuridad. Así aprendí a aprovechar el tiempo con un bulto humano de entre cuatro y seis kilos a la espalda. Aunque, para ser justos, el número Cuatro nunca nos dio una mala noche. Menos mal que luego vino el número Cinco con sus nocturnas infecciones de orina y ahí sí tuve oportunidad de leer muchísimo y ver películas raras a las cuatro de la madrugada. O de descubrir la poesía de Mario Quintana. Un alumno brasileño me la regaló (son muy regaladores estos brasileños) y una noche, por azar, la abrí y no pude parar.
Tuve también otras historias interminables. Recuerdo ahora La fiesta del chivo con un bebé en brazos, ya dormido (el bebé, no yo) o El viajero sobre la tierra de Julien Green, con el sol asomándose por la ventana a las seis de la mañana, que no sé si sería un sol real o alguno salido de mi lectura fantástica.
El mayor cumple ya dieciocho años. A éste, mejor no me lo cargo a la espalda. Qué pena.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Hace unos años pasábamos las noches con el oído avizor a la espera de algún berrido infantil en medio de la oscuridad. Así aprendí a aprovechar el tiempo con un bulto humano de entre cuatro y seis kilos a la espalda. Aunque, para ser justos, el número Cuatro nunca nos dio una mala noche. Menos mal que luego vino el número Cinco con sus nocturnas infecciones de orina y ahí sí tuve oportunidad de leer muchísimo y ver películas raras a las cuatro de la madrugada. O de descubrir la poesía de Mario Quintana. Un alumno brasileño me la regaló (son muy regaladores estos brasileños) y una noche, por azar, la abrí y no pude parar.
Tuve también otras historias interminables. Recuerdo ahora La fiesta del chivo con un bebé en brazos, ya dormido (el bebé, no yo) o El viajero sobre la tierra de Julien Green, con el sol asomándose por la ventana a las seis de la mañana, que no sé si sería un sol real o alguno salido de mi lectura fantástica.
El mayor cumple ya dieciocho años. A éste, mejor no me lo cargo a la espalda. Qué pena.
miércoles, 12 de enero de 2011
Formas de mirar
Los niños suelen mirar siempre hacia arriba. Después van creciendo, la mirada se les equilibra y ven como todo el mundo, o sea, en horizontal. Sólo unos pocos vuelven la vista atrás como si buscaran aquella mirada que perdieron y, al mismo tiempo, elevan la cabeza hacia las nubes. Esto resulta incómodo y les trae problemas. Por eso se chocan contra las farolas y la gente se ríe de ellos y les llama frikis y despistados. Pero, en realidad, ven cosas que otros no ven, saben lo que otros no saben. Algunos, incluso, llegan a poetas.
lunes, 10 de enero de 2011
María Elena Walsh (1930-2011)
De mis tiernos nueve o diez años recuerdo a Tina Saínz o a Rosa León en blanco y negro cantando "El brujito de Gulubú" o "El reino del revés", canciones que me parecían el colmo de la cursilería, quizá porque las intérpretes exhibían esas muecas raras que ponen los adultos cuando hacen teatro para niños.
Después, bastante después, escuchamos muchísimo a María Elena Walsh en casa cuando nuestros hijos eran pequeños. Fue entonces, escuchándola con su voz original y con otra perspectiva, cuando me dí cuenta del valor poético de sus canciones.
Supongo que a María Elena Walsh, buena poeta, ingeniosa narradora divertidísima cantante, de lo mejor de su generación en Argentina, sólo se la tomarán en serio los niños. Los estudios de crítica literaria no están para esas frivolidades menores. Allá ellos.
Después, bastante después, escuchamos muchísimo a María Elena Walsh en casa cuando nuestros hijos eran pequeños. Fue entonces, escuchándola con su voz original y con otra perspectiva, cuando me dí cuenta del valor poético de sus canciones.
Supongo que a María Elena Walsh, buena poeta, ingeniosa narradora divertidísima cantante, de lo mejor de su generación en Argentina, sólo se la tomarán en serio los niños. Los estudios de crítica literaria no están para esas frivolidades menores. Allá ellos.
Poesía y desperdicio
Leo este poema del último libro del argentino Pablo Anadón, Estudios de la luz:
El ruido de los frenos en la noche,
Los gritos de los hombres, el crujido
De vidrios que se rompen, algún coche
Que toca la bocina, y el sonido
De las botas que corren en la escarcha;
La máquina que zumba y que rechina,
La voz que dice: "¡Vamos!", una marcha
Y el camión ya se pierde por la esquina.
Es la hora en que pasan por aquí
A buscar la basura. Son las dos,
Y ahora hay silencio, y luna, y soledad.
Yo pienso en otra calle en la ciudad
Donde aún no han llegado. Pienso en vos
Y en la casa, en la nuestra, en que viví.
Cuando leí el comienzo por primera vez, creí estar delante de una batalla o de un tiroteo -no sé si les habrá pasado lo mismo-, hasta que el verso 10 me lo aclaró todo: es un escenario mucho más rutinario, pero bien inquietante tal y como está expresado. Y es curioso que hace poco me haya encontrado con un poema de otro autor sobre el mismo asunto, en este caso apenas una pincelada. Dos personas distintas me dijeron que les había gustado mucho. Me refiero a "Anocheciendo" de Enrique García-Máiquez (de su último libro, Con el tiempo):
Sobre esta hora
solía yo salir
con mis amigos,
me acuerdo mientras salgo
a tirar la basura.
Una vez, hace muchos años, le escuché a Rafael Alberti decir que se podía hacer poesía de cualquier cosa: hasta de la basura te podía salir un magnífico poema. A veces este tipo de afirmaciones parece que justifican un lenguaje basto, sin gracia y, lo que es peor, banal. Pero eso depende de la calidad de la mirada de cada uno. Y estos dos poemas de Anadón y Enrique, tan diferentes en composición, le sacan brillo a una experiencia vulgarísima, en la que la basura (escuchar el camión en la noche o el acto de tirarla uno mismo) se convierte en una metáfora del tiempo vivido: todas las cosas acaban deshaciéndose y muestran su carácter perecedero. Esto es algo que tiene mucho que ver con el comienzo de la poesía, porque es una una especie de revelación que sale de la vida cotidiana, una interrupción de la rutina que nos abre a una dimensión diferente de todo, una epifanía. Da lo mismo que se hable de rosas o de basura: lo importante está en otro lado.
P.D. De momento, no sé de ningún poema que hable de los cubos de reciclable, pero al tiempo...
El ruido de los frenos en la noche,
Los gritos de los hombres, el crujido
De vidrios que se rompen, algún coche
Que toca la bocina, y el sonido
De las botas que corren en la escarcha;
La máquina que zumba y que rechina,
La voz que dice: "¡Vamos!", una marcha
Y el camión ya se pierde por la esquina.
Es la hora en que pasan por aquí
A buscar la basura. Son las dos,
Y ahora hay silencio, y luna, y soledad.
Yo pienso en otra calle en la ciudad
Donde aún no han llegado. Pienso en vos
Y en la casa, en la nuestra, en que viví.
Cuando leí el comienzo por primera vez, creí estar delante de una batalla o de un tiroteo -no sé si les habrá pasado lo mismo-, hasta que el verso 10 me lo aclaró todo: es un escenario mucho más rutinario, pero bien inquietante tal y como está expresado. Y es curioso que hace poco me haya encontrado con un poema de otro autor sobre el mismo asunto, en este caso apenas una pincelada. Dos personas distintas me dijeron que les había gustado mucho. Me refiero a "Anocheciendo" de Enrique García-Máiquez (de su último libro, Con el tiempo):
Sobre esta hora
solía yo salir
con mis amigos,
me acuerdo mientras salgo
a tirar la basura.
Una vez, hace muchos años, le escuché a Rafael Alberti decir que se podía hacer poesía de cualquier cosa: hasta de la basura te podía salir un magnífico poema. A veces este tipo de afirmaciones parece que justifican un lenguaje basto, sin gracia y, lo que es peor, banal. Pero eso depende de la calidad de la mirada de cada uno. Y estos dos poemas de Anadón y Enrique, tan diferentes en composición, le sacan brillo a una experiencia vulgarísima, en la que la basura (escuchar el camión en la noche o el acto de tirarla uno mismo) se convierte en una metáfora del tiempo vivido: todas las cosas acaban deshaciéndose y muestran su carácter perecedero. Esto es algo que tiene mucho que ver con el comienzo de la poesía, porque es una una especie de revelación que sale de la vida cotidiana, una interrupción de la rutina que nos abre a una dimensión diferente de todo, una epifanía. Da lo mismo que se hable de rosas o de basura: lo importante está en otro lado.
P.D. De momento, no sé de ningún poema que hable de los cubos de reciclable, pero al tiempo...
miércoles, 5 de enero de 2011
Máscaras deportivas
Ayer vi por primera vez el anuncio televisivo en el que Rafa Nadal, Iniesta y Pau Gasol recitan sucesivamente los gloriosos campeonatos europeos, mundiales e intergalácticos que ha conquistado España en el último año. Los tres chavales son quizá ejemplares, no sólo por su talento deportivo, sino por algo más difícil, al menos para mí: ser esforzados y humildes a la vez que ganadores. Pero, por esto mismo, me ha resultado tan desagradable este anuncio en medio de la crisis que vivimos.
¿Creía estar ganando Wimbledon la señora que vino a casa dos días antes de Navidad para pedir patatas y huevos para su familia? ¿Y en qué pensaba aquel otro señor, que tampoco era ningún mendigo, cuando le abrí la puerta y me pidió "la voluntad" por unas postales? En el Siglo de Oro los tercios españoles devoraban países lejanos mientras la gente se moría de hambre en España. En otro imperio más cercano en el tiempo, el soviético, las selecciones del Telón de acero se hartaban de conseguir medallas en los Juegos olímpicos, y ya sabemos cómo tenían la despensa. Ahora el poder no da pan y circo, sólo deportes y deportes.
¿Creía estar ganando Wimbledon la señora que vino a casa dos días antes de Navidad para pedir patatas y huevos para su familia? ¿Y en qué pensaba aquel otro señor, que tampoco era ningún mendigo, cuando le abrí la puerta y me pidió "la voluntad" por unas postales? En el Siglo de Oro los tercios españoles devoraban países lejanos mientras la gente se moría de hambre en España. En otro imperio más cercano en el tiempo, el soviético, las selecciones del Telón de acero se hartaban de conseguir medallas en los Juegos olímpicos, y ya sabemos cómo tenían la despensa. Ahora el poder no da pan y circo, sólo deportes y deportes.
domingo, 2 de enero de 2011
¿Parecidos razonables?
Acabo de cerrar la tercera y última parte de la brillante Biografía del poder de Enrique Krauze, historia del México de los últimos dos siglos a través de sus gobernantes. Del capítulo dedicado a Luis Echeverría, infausto presidente que desgobernó el país entre 1970 y 1976, he sacado un buen puñado de citas que, no sé por qué, me resultaron familiares. Adivina, adivinanza, ¿a qué político español se le parece?
1) "Sus cuatro antecesores en el sistema político habían tenido experiencia en uno o varios de los ámbitos siguientes: política local y estatal, poder legislativo estatal y federal, poder judicial, puestos académicos, práctica profesional del derecho, negocios, oratoria (....). Aquel hombre de pequeños ojos inquisitivos desconocía todos esos ámbitos pero era un experto consumado en su propio ámbito, la política maniobrera".
2) "Con el tiempo, el presidente enviaría a su ministro de Relaciones Exteriores para arreglar el conflicto entre árabes e israelíes, intentaría encabezar a los países del Tercer Mundo, dictaría una Carta de los Deberes y Derechos Económicos de los Estados (...) y, como broche de oro, anunció que al término de su presidencia estaría a disposición de los Estados miembros de las Naciones Unidas que expresasen su deseo de confiarle el cargo de secretario general".
3) "Si había dinero, había que gastarlo y, si no lo había, había que imprimirlo o pedirlo prestado".
4) "Ortiz Mena [prestigioso ministro de Economia en anteriores gobiernos] recordaba las inútiles clases de economía que le había impartido a Echeverría.. "No le entraba"; no por casualidad había suspendido la asignatura de derecho mercantil".
5) "Chequera en mano (literalmente) el presidente viajaba repartiendo dinero, promesas de dinero, o iniciando proyectos de redención campesina que se pagarían solos".
6) "Se fletaban costosas comitivas para regañar a media humanidad, leyéndoles la cartilla de sus deberes económicos, cuándo ésa era precisamente la media humanidad invitada oficialmente a prestarnos dinero".
7) "Se produjeron infinitos casos ridículos como la amenazante exigencia de Echeverría a los directivos de Coca Cola para que le cedieran la fórmula de su refresco, o la ocurrencia genial de convocar un concurso para que los mexicanos inventaran un cochecito eléctrico que sustituyera a los coches convencionales movidos por gasolina".
8) "Echeverría predicaba la crítica, la autocrítica y el diálogo, pero no estaba constituido física ni mentalmente para el diálogo, sino para el monólogo; no para conversar sino para predicar".
Por último, después de su mandato, México tardaría más de una década en recuperarse económicamente.
1) "Sus cuatro antecesores en el sistema político habían tenido experiencia en uno o varios de los ámbitos siguientes: política local y estatal, poder legislativo estatal y federal, poder judicial, puestos académicos, práctica profesional del derecho, negocios, oratoria (....). Aquel hombre de pequeños ojos inquisitivos desconocía todos esos ámbitos pero era un experto consumado en su propio ámbito, la política maniobrera".
2) "Con el tiempo, el presidente enviaría a su ministro de Relaciones Exteriores para arreglar el conflicto entre árabes e israelíes, intentaría encabezar a los países del Tercer Mundo, dictaría una Carta de los Deberes y Derechos Económicos de los Estados (...) y, como broche de oro, anunció que al término de su presidencia estaría a disposición de los Estados miembros de las Naciones Unidas que expresasen su deseo de confiarle el cargo de secretario general".
3) "Si había dinero, había que gastarlo y, si no lo había, había que imprimirlo o pedirlo prestado".
4) "Ortiz Mena [prestigioso ministro de Economia en anteriores gobiernos] recordaba las inútiles clases de economía que le había impartido a Echeverría.. "No le entraba"; no por casualidad había suspendido la asignatura de derecho mercantil".
5) "Chequera en mano (literalmente) el presidente viajaba repartiendo dinero, promesas de dinero, o iniciando proyectos de redención campesina que se pagarían solos".
6) "Se fletaban costosas comitivas para regañar a media humanidad, leyéndoles la cartilla de sus deberes económicos, cuándo ésa era precisamente la media humanidad invitada oficialmente a prestarnos dinero".
7) "Se produjeron infinitos casos ridículos como la amenazante exigencia de Echeverría a los directivos de Coca Cola para que le cedieran la fórmula de su refresco, o la ocurrencia genial de convocar un concurso para que los mexicanos inventaran un cochecito eléctrico que sustituyera a los coches convencionales movidos por gasolina".
8) "Echeverría predicaba la crítica, la autocrítica y el diálogo, pero no estaba constituido física ni mentalmente para el diálogo, sino para el monólogo; no para conversar sino para predicar".
Por último, después de su mandato, México tardaría más de una década en recuperarse económicamente.
Madurez de los jacintos
Para que el jacinto madure antes de tiempo, hay que engañarlo: se deja el bulbo en la oscuridad entre ocho y diez semanas; luego se saca a la luz y se comprueba que ya tiene formadas las raíces. En quince días sacará una flor preciosa y perfumada aunque algo larguirucha. De hecho, si no se tiene cuidado, se tronchará de pronto y perderá todo su encanto. Al final, la solución será encajarle un palito, como una muleta, para que se sujete.
Supongo que eso mismo queremos algunos padres para nuestros hijos: que maduren cuanto antes. Los engañamos (y nos engañamos), y les hacemos creer que ya son capaces de todo. "Tienen que espabilar", pensamos no sin cierta razón, pero con imprudencia. Les dejamos que jueguen a ser mayores, mientras descansamos del duro trabajo de su infancia ya superada. En poco tiempo envejecerán demasiado rápido y habrá que ponerles muletas para que no se desplomen ellos solos ante el primer golpe serio de la vida.
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