No he hecho trampas: seguí todas y cada una de las reglas. Pero el rival movió mejor sus piezas y me parece que en el próximo turno me espera la muerte.
Normalmente nunca morimos a manos del otro, sino que, regidos por un código de honor ancestral, nos desplomamos en una suerte de harakiri indio: chaturanga.
Llego a tu blog gracias al celestinaje de Ridao. Me parece muy interesante, sobre todo por tu dedicación al microrrelato. Me permito enlazarte, si no te parece mal. Saludos.
Yo, como los otros, llego de los Andurriales, y la verdad es que me quedo. Tu microrrelato es excelente, no se necesitan más palabras para comprender el mensaje.
Normalmente nunca morimos a manos del otro, sino que, regidos por un código de honor ancestral, nos desplomamos en una suerte de harakiri indio: chaturanga.
ResponderEliminarUn abrazo.
En ese juego como en otros, no basta con seguir las reglas. Hay que ser también astutos.
ResponderEliminarVengo tras la referencia del realto de José Miguel.
ResponderEliminarVaya par, sois únicos.
Un abrazo
Llego a tu blog gracias al celestinaje de Ridao. Me parece muy interesante, sobre todo por tu dedicación al microrrelato. Me permito enlazarte, si no te parece mal.
ResponderEliminarSaludos.
Yo, como los otros, llego de los Andurriales, y la verdad es que me quedo. Tu microrrelato es excelente, no se necesitan más palabras para comprender el mensaje.
ResponderEliminarUn beso.
Bienvenidos, Liliana y Luis; y gracias a todos por vuestros comentarios.
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