En general los piratas eran gente irrespetuosa con la religión, como cabía esperar. Les encantaba saquear iglesias cuando conseguían entrar en algún puerto español. Pero había excepciones:
"El padre Labat nos comenta algunos casos increíbles, como el de un filibustero que mandó decir una Misa en la Martinica para cumplir el voto que había hecho al capturar dos barcos ingleses, acompañando los momentos solemnes de la celebración con salvas de artillería, o el famoso del capitán Daniel, presenciado por el propio padre Labat. Este capitán apresó a un sacerdote en un asalto a la población de la isla Dominica. Lo llevó a su barco y le ordenó celebrar la misa, que fue igualmente acompañada de descargas de artillería en los momentos culminantes. Al llegar a la consagración, Daniel observó contrariado que uno de sus hombres tenía una actitud indecorosa, y le reprendió por ello. El filibustero le contestó mal y su capitán le dio un tiro, jurando que haría lo mismo con aquel que no guardase el respeto debido al acto. Labat, que estaba junto al capitán , quedó aterrado, pero Daniel le tranquilizó diciendo:
-No se preocupe, padre, es un bribón que falta a su deber y le castigo para enseñarle lo mejor
Al terminar la misa arrojaron al mar el cadáver y se hicieron regalos al sacerdote celebrante"
(Manuel Lucena: Piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios de América, Madrid, Mapfre, 1992, 157-158).
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