jueves, 13 de junio de 2013

Último viaje

El último viaje del curso fue al extremo occidente: anduve de conferencias por Victoria, una bonita ciudad canadiense que está un saltito más allá de Vancouver. En Barajas pensé hacer un regalo a mis amigos de Canadá y me metí en un delikatessen de productos del país.
-¡Ay, qué bien, es usted español!, exclamó aliviada la chica de la tienda.
Me salió una respuesta ridícula:
-Eso no se elige, es un destino.
-Sí, claro -la chica me perdonó la literatura-, pero no sabe usted lo que es estar hablando inglés desde las nueve de la mañana.
-¿No le entran pasajeros españoles a comprar?
-Nadie, nadie, es tremendo.
Por un momento hice un alto para escuchar alrededor. Sólo un susurro de abejas que sonaba o, lo que es lo mismo,  la gente no gritaba al hablar. Con la crisis la T4 se ha convertido en un aeropuerto íntimo, incluso agradable: el personal de Iberia, como la chica de la tienda, se ha vuelto amabilísimo. Te cuentan su vida y se desviven por contarte entre sus clientes. Será el aprecio por el trabajo que les queda, me digo, pero no sabría decir si mi explicación es cínica o comprensiva. En cualquier caso, es triste.
Por fin llamaron a embarcar. El vuelo fue en la compañía de moda, British Airways. Tras una escala en Londres, el avión enrumbó hacia el norte. Mientras nos arrojaban una muestra representativa de la prestigiosa cocina inglesa, cruzamos Islandia entre nubes. Siempre tuve un deseo infantil de ver esa isla fría y exótica, pero esta vez no pudo ser.
A cambio, el sol que no brillaba en España salió a la altura de Groenlandia. Normalmente nos emocionan las cosas que tienen que ver con nosotros mismos, con un destello de la realidad que resuena en nuestro interior. Groenlandia impresiona por lo contrario: es lo menos humano que haya visto nunca. Es la absoluta nada. Por eso sobrecoge y fascina.





La mirada se pierde en ese infierno de hielo interminable durante horas.




Después, poco a poco, la ventanilla volvió a nublarse y, pasado el rato, como en un pase de magia, aparecieron las montañas rocosas del Canadá, uno de los paisajes más hermosos de la Tierra. El avión terminó arrojándose hacia la bahía de Vancouver y pisé América del Norte por primera vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario