Acostumbro a tener una montañita de libros en la mesilla de noche que crece o disminuye de acuerdo con mi capacidad de lectura nocturna. Lo normal es que esta sea muy poca porque me quedo dormido enseguida (otro argumento más en favor de la utilidad de la lectura).Cuando era estudiante, tenía yo un amigo en el Colegio Mayor que empleaba los libros con parecida finalidad. En cierta ocasión entré en su habitación y vi que tenía en su mesilla las Cartas a un joven poeta de Rainer Maria Rilke. El ejemplar estaba machacado por el uso y lucía unas extrañas muescas en la portada. Me quedé asombradísimo, porque el usuario de la cama no era un apasionado lector.
-No lo leas, no lo leas, que es malísimo, me advirtió muy convencido.
Y me explicó que utilizaba el librico como calzador de la pata de la cama, que estaba medio coja. De ahí los porrazos que exhibía la cubierta. Ahí tienen ustedes otra razón de peso en favor de los libros por la noche.
Además, mi amigo había elegido bien, y no sólo porque el tamaño del libro le convenía a la estabilidad del lecho. Para los que tenemos poco aguante a esas horas, acaso lo más recomendable sea leer poesía, que ésta siempre se esconde en la brevedad y en la belleza. La poesía exige poco tiempo pero, para quien está atento a su llamada, da mucho a cambio. La poesía es inmortal y pobre, decía Borges, y digo yo que sólo pide una limosna de minutos. Ahora tengo en mi montañoso top ten de la mesilla, Memoria del Paraíso de Corina Dávalos. Y qué continuada sorpresa releer por la noche lo mejor del libro, que está, para mí, en ráfagas de versos como estos:
Tarde de lluvia:
con ramas de recuerdos,
enciendo el fuego.
Un gesto breve:
tu sonrisa cansada,
enciendo el fuego.
Soplo de viento:
¡Qué honda reverencia
de trigo verde!
Creo que puedo adivinar quien es tu amigo. Aunque no te estoy pidiendo que lo digas. Sólo te diré que creo que lo reconocí por el libro del que disgusta. Puedo estar equivocándome soberanamente, pero me parece haberlo leído alguna vez en su blog. Caso contrario, asunto olvidado.
ResponderEliminarEl primer haiku es magnífico, y el resto no desmerece. Yo también tengo una montañita de libros en mi mesilla, pero no suelo tener poesía, sino libros tochos. Así caigo antes, aunque no es esa mi intención. Un abrazo.
ResponderEliminarJuan I.:Mi amigo no es aficionado a las letras y, que yo sepa, tampoco es bloguero. Tal vez sea que yo haya contado esra anécdota en otra ocasión, lo cual sería preocupante, porque significaría que me repito como un viejo chocho.
ResponderEliminarNo, no, no, yo "até un cabito", como dicen, pero demasiado traído de los pelos; en otra oportunidad te lo explico, pero vieras que hay un bloguer que yo conozco, que sé que fue compañero tuyo y alguna vez creo que le escuché desmerecer las Cartas de Rilke (claro, nunca al punto de decir que las usaba para aquello de la cama).
ResponderEliminarGuau, ¡qué pequeño es el mundo virtual!
ResponderEliminar"La poesía es inmortal y pobre, decía Borges, y sólo pide una limosna de minutos." Nunca lo había experimentado tanto como este semestre, en el que la carga académica ha sido tal que, por no abandonar la literatura, me he dedicado a los libros de poesía. Ha sido genial. Lo mejor de todo es cuando terminas de leer un poema, cuando esperas a alguien o en mitad de una aburrida clase, y mientras el mundo sigue a su ritmo como si nada, tu tiempo interior es totalmente distinto. Siempre lo pienso. Es como ir dando saltitos de un mundo a otro. Vas y vienes.
ResponderEliminarHoy justo he terminado uno de Szymborska, ¡genial!
(Ah, y esperado que haya vuelto a sus manos el de "Morada al sur").
Pues a mi no me resulta tan fácil leer poesía. Suelo volver varias veces sobre un poema o leer un poemario dos o tres veces.
ResponderEliminarSaludos