Va a resultar un poquitín contradictorio con las entradas del fin de semana pasado, pero qué se le va a hacer. Trataré de ser más claro: lo que en realidad no me gusta es todo ese sarao que se organiza en torno a las conmemoraciones de los difuntos más ilustres. Por poner un ejemplo concreto: España y Miguel de Cervantes.
Cada veintitres de abril suceden cosas raras, como, por ejemplo, que mucha gente pase un rato del día leyendo un capítulo de un libro que no han leído entero jamás. Esto de las cosas raras ocurre cuando no se trata ni se quiere de verdad a las personas. Y los libros son como las personas: se les conoce y se les ama en la intimidad.
Por culpa del centenario quijotesco de 2005, no digo yo que se vieran señales en el cielo, pero casi. El presidente Zapatero, por ejemplo, terminó, o estuvo terminando, el Quijote. Este mismo libro se aupó a la lista de los más vendidos (creo que era el CIS quien hacía la lista ese año) después de El código Da Vinci. Todo rarísimo, porque yo, en la playa, me harté de ver Códigos, pero ningún Quijote. Y lo más abracadabrante de todo fue la iniciativa del ayuntamiento de Aranjuez de organizar una lectura colectiva de varios capítulos del Quijote. Ahí sí que la armaron. En el telediario ponían las imágenes de todas aquellas buenas gentes sentadas en una explanada madrileña recitando la prosa cervantina al unísono como si fueran suras del Corán. Y la comparación es válida, pues si el Corán no lo entendemos porque nos suena a árabe, ¿cuántos de aquellos disfrutarían con la obra del inmortal Cide Hamete Benenjelí?
Si te consuela, no tenemos el monopolio de la estupidez, al menos no de este tipo. En Buenos Aires vi una lectura colectiva de Martín Fierro en la que sólo participaban invitados ilustres, como por ejemplo Serrat...
ResponderEliminarY según me contaba hace poco un amigo italiano, en Florencia en el mes de mayo se lee La divina comedia. Y lo más curioso es que hacen hasta un casting dos meses antes para elegir a los lectores.
ResponderEliminarPor cierto, enhorabuena por este blog al que he llegado por casualidad, la Internet está llena de conexiones. Un saludo.
Esto de que en otros países hagan lecturas de sus clásicos me reafirma en la idea de que en ningún lugar conocen a sus clásicos. Clásico (nueva definición) sería el libro que nadie lee y todos se sienten la obligación de leerlo parcialmente en voz alta una vez al año...
ResponderEliminarCualquier día ponen a Michael Robinson: "En un lugaaar dei la Maencha de cuiio noumbre nou quierou acourdarmei..."
ResponderEliminarA ver. Son varias cosas: 1. que la gente no lee los clásicos,es sabido. Que la gente no lee, también. No estoy de acuerdo con todo el corso de los aniversarios, pero tal vez una lectura en voz alta es una oportunidad para acercar el texto a nuevos lectores, ¿o no? El punto está en hacer accesible, hacer entender, mediar.
ResponderEliminar2. Mòmo (querida): El Martin Fierro, justamente, se empezó a difundir leyéndose en voz alta en los ranchos.
De acuerdo con Mae en que hay que hacer accesible, entender, etc. Pero, ¿qué pasa cuando en realidad sólo se hace una declaración de amor un día al año y no se hace nada los otros 364? En España, al menos, ya no se enseña la literatura como asignatura hasta el Bachillerato, y eso si eres de Letras. Ya no hay estudios de crítica literaria en las librerías. Ya no hay adaptaciones televisivas ni ciematográficas de los clásicos, por lo menos en comparación con las que habá antes. Sólo hay adaptaciones imbéciles de un Siglo de Oro sacado de un cómic manga, tipo "Águila roja" o algo así. Ya no hay, en fin, carreras de Letras en muchos lugares. Aprovechando los cambios de Bolona, muchas carreras de Filología se están cerrando`. Todo esto sucede ante la mirada impávida de quienes, a veces, se dan codazos para leer un capitulito del Quijote.
ResponderEliminarTomaré tu idea de los codazos. Fabuloso para definirles.
ResponderEliminar