viernes, 25 de septiembre de 2009

Progreso

Su casa no era lo bastante fashion para ella. Ella siempre pedía más. Primero contrató a una amiga arquitecta de interiores para que diseñase las reformas pertinentes. Hubo que quitar puertas, levantar el suelo y tirar dos tabiques, pero los obreros dejaron un salón hermosísimo de noventa metros cuadrados. Más tarde pensó que la cocina debía dar al mar, aunque eso suponía llevarse por delante el cuarto de baño, lo que motivó una horrible disputa con aquella amiga que no siguió siéndolo tras dos horas de discusión. Desde luego, la gente era obstinada. ¿Por qué no trasladar el retrete de sitio? Nuestros abuelos llevaban el excusado fuera de la casa. Subcontrató a unos chapuzas para que tirasen el baño y levantasen un cuartito de tablones de madera en un extremo del jardín. Ahora ya se ahogaba menos, ahora ya se divisaba la lámina azul del mar desde el ventanal de la cocina. Suspiró casi satisfecha: desde luego, los cambios mejoraban mucho las cosas. Todo hubiera sido perfecto, si no fuera porque cualquiera que entrase podía tropezar con obstáculos imprevistos, por ejemplo, esos sillones tan innecesarios y esa librería tan pesada. Para mejorar la perspectiva, los sacó a todos fuera y, de paso, echó abajo las ventanas. Dejó un espacio abierto, una gran cristalera, entre las habitaciones y el jardín. Algo faltaba, sin embargo, para llegar a la perfección. Entonces se dio cuenta de que llegaba la hora de la reforma definitiva. A la mañana siguiente, unos bulldozers se echaron sobre los muros principales. Al principio la casa se quejó con un ruido parecido al de un grito de terror. Pero, luego, tras el derrumbe, llegó el silencio. Entre los ladrillos se asomaron pronto las plantas y los bichos. Se sentó a contemplar su obra, vencida por el agotamiento, pero feliz: el esfuerzo había valido la pena.

10 comentarios:

  1. De vuelta me sorprendió el final, porque le da un cierre positivo (o cabe la otra posibilidad: que yo no haya entendido nada).

    Pero a medida que lo leía me recordaba a un texto de Saint-Exupery (acentos aparte)del libro Ciudadela. Se lo robo a Hernan Gonzalez de Esperando Nacer.

    Los ritos son en el tiempo lo que la morada es en el espacio.
    Bueno es que el tiempo que transcurre no nos de la sensación de gastarnos y perdernos, como un puñado de arena, sino de realizarnos.
    Bueno es que el tiempo sea una obra.

    Y así voy, de fiesta en fiesta, de aniversario en aniversario, de vendimia en vendimia; como iba cuando niño de la sala de reunión a la sala de descanso, en la anchura del palacio de mi padre, donde todos los pasos tenían un sentido.

    Yo he impuesto mi ley, que es como la forma de los muros y el orden de mi morada.

    El necio ha venido a decirme:
    —Libéranos de tus sujeciones; y creceremos.

    Pero yo sabía que lo primero que perderían así era el conocimiento de un rostro y, al no amarlo ya, el conocimiento de ellos mismos.
    Y he decidido,a pesar de ellos, enriquecerlos con su amor.
    Pues ellos me proponían, para pasearse con más comodidad, echar abajo los muros del palacio de mi padre, donde todos los pasos tenían un sentido.

    Escucho la voz del necio:
    —¡Cuánto lugar dilapidado cuántas riquezas inexplotadas, cuántas comodidades perdidas! Es preciso demoler estos muros inútiles y nivelar esas escaleras que complican la marcha. Entonces el hombre será libre.

    Y yo respondo:
    —Entonces los hombres se tornarán rebaño, y, para no aburrirse, inventarán juegos estúpidos, también regidos por reglas, pero por reglas sin grandeza.

    Porque el palacio puede inspirar poemas. Pero ¿qué poema cantará la nadería de los dados que ruedan ?
    Quizás vivirán largo tiempo aún, a la sombra de esos muros, de los que los poemas les despertarán la nostalgia... hasta que la misma sombra se acabe borrando, y ya no comprendan más. ¿Y de qué podrán regocijarse después?
    Así el hombre perdido en una semana sin días, en un año sin fiestas...


    Perdón, ha sido algo largo.

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  2. Amigo Juan Ignacio: Confieso que no he leído Ciudadela, aunque varios lectores inteligentes -ahora tú me modo indirecto- ya me lo han recomendado. Tu lectura, si lo entiendes en sentido positivo, es seguramente válida, aunque no es lo que yo pensé, lo que me confirma, por cierto, que este microcuento tiene un carácter simbólico. Yo más bien había inspirado en una alegoría de la idea de progreso que sostiene tanta gente, gente de izquierda política en sentido amplio, para la que siempre es necesario cambiarlo todo,sin reparar en que el cambio pueda ir hacia mejor sino todo lo contrario. Este deseo de cambio lo identifican, frívola e irresponsablemente, con el progreso. Así ha sucedido, desde luego,en España desde hace décadas. Creo que Saint-Exupery está diciendo algo parecido, con un lenguaje totalmente distinto, más poético y sin embargo más claro.

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  3. Pues yo pensé mas bien en el incorformismo patológico de muchas personas que le llevan a su propia destrucción, y si hay personas a su alrededor, pues también a ellas.
    Sin embargo, el grado de felicidad que manifiestas al final del relato y que tiene la susodicha, sentada ante su obra, agotada, no me parece acertado. Es más, creo que ni te lo crees tú. Esa felicidad es falsa. Hubiese añadido, si el autor lo permite, el adverbio "falsamente" a "feliz", o quizás, mejor, "apócrifamente" (no sé si existe el adverbio), que resulta aún más aterrador. ¿Hay algo de Madame Bovary?

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  4. Javier, más claro que en un pequeño cuento imposible. Por cierto, yo tampoco leí Ciudadela, sino sólo fragmentos.

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  5. Me gustó el relato.

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  6. Juan Ignacio, tengo la sensación de que en este cuento no soy claro. Pero no me parece fundamental. Cada uno, a fin de cuentas, puede pensar lo que le parezca sobre él y mis intenciones, o lo que me motivó a la hora de escribirlo, son un asunto secundario para cada uno de los lectores.

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  7. Castorypólux tiene bastante razón y casi estoy por darle toda (la razón, se entiende) en sus reproches. Entender el cuento como el inconformismo patológico es quizá la más sensata de las lecturas. Lo que sucede es que a mí me parece que la izquierda como doctrina política muchos veces se ha nutrido de un inconformismo casi patológico. Éste es un tema al que le doy vueltas y cualquier día escribo una entrada sobre él.
    Sobre si me creo la felcidad de la protagonista: bueno, realmente me da un poco igual. Es un cuento tan inverosímil que me importa poco que sea creíble la reacción de ella. Lo que quiero más bien es transmitir el disparate en el que se ha metido.Si se trata de hacer creíble su estupidez es asunto secundario, creo, como lo es cualquier exageración satírica en literatura.
    ¿Bovarismo? Pues quizá, aunque Madame Bovary sí que es un personaje real, de "verdad".

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  8. Aclarado.
    Pero ya puestos a mantener despierto el hilo conductor de este magnífico pensamiento, se podría concluir que es tan aterrador lo uno (el inconformismo patológico) como lo otro (el conformismo racional). Es evidente tu interés por hacer ver la estupidez de una corriente muy actual, pero lo secundario, incluso en la literatura, resulta, a veces, principal, y, probablemente, sin quererlo, has dado en la diana de muchos de los grandes problemas de personajes reales.
    Nunca reproché.

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  9. A lo mejor lo del conformismo racional valdría para la derecha pura y dura. Tendré que pensar en otro microcuento alegórico como éste, en el que al final el mensaje del autor esté tan oscuro que cualquiera pueda entenderlo como quiera. Gracias, castorypolux.

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