Hace tiempo acostumbraba yo a contarles un cuento a mis hijos cada noche. Era un rito simpático que terminó haciéndose agotador: siempre una historia improvisada y siempre en el dormitorio de los niños con las persianas bajadas, que eso le da un poco de magia a la situación. Siempre salían los mismos personajes (Pollito Pito, Pato Zapato, Oca Bicoca, Pingüino Fino y el resto de la pandilla animal) y siempre se repetían las palabras de entrada como si fueran los créditos de una serie televisiva interminable. Así lo aprendí en mi casa de pequeño y así continué la tradición cuando me tocó seguirla.
Llegó el día en que se me acabó el entusiasmo de padre novato. Confieso que abandoné la costumbre por cansancio (mío, no de la clientela) y a los más pequeños de la casa sólo les toca cuento de vez en cuando.
Y todo esto viene a cuento (nunca mejor dicho) porque el otro día uno de los afectados le preguntó de repente a mi mujer:
-Mamá, ¿a ti nunca te ha contado cuentos Papá por la noche?
-No, claro que no, hijo mío.
-¿Y ni siquiera te los contaba en la luna de miel?
¡Magnífico!
ResponderEliminarPor sólo esa intervención se merecen más cuentos...
(Yo nunca lo tuve como un ritual fijo aunque a veces lo hago; eso sí, nunca inventados, lo mío son sólo "covers", como le dicen a los temas de un conjunto que los toca otro).
Se merecen más, por supuesto. Esta entrada era para animarme a ello.
ResponderEliminarA mi me pasó igual después de un tiempo, solo de vez en cuando, me dió añoranza leerlo ,esta noche me pongo manos a la obra .Gracias!!
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