Este fin de semana me topé con el blog de una asignatura de filosofía que incluía trabajos de ex alumnos míos. Fisgando un poco más me llevé la agradable sorpresa de que en dos de los ensayos se citaba a Borges y Huidobro, dos autores que trabajamos en clase de forma habitual. Mi ego recibió un caramelito inesperado. Pero lo que de verdad me alegró, lo que me hizo botar en la silla de contento, fue que el contenido de lo que allí contaban Virginia (aquí) y Dámaso (aquí) sobre estos escritores, no se correspondía con explicaciones mías, sino que eran ideas personales, originales a base de haberlos leído y reflexionado sobre ellos por su cuenta y riesgo.
Siempre me ha parecido que el verdadero conocimiento no se transmite por compartimentos estancos. La literatura tiende líneas hacia muchos otros lados del saber, y los profesores nunca tenemos la última palabra porque hay vida (y literatura) más allá de los exámenes. Además, los datos, las fechas y las anécdotas son de valor secundario. ¿Qué importa, en el fondo, poner en un examen que Borges tenía sangre portuguesa o que Huidobro se casó con una señora llamada Ximena porque se creía descendiente del Cid? Lo que de verdad interesa es que los libros nos acompañen y nos enseñen más allá de los trámites académicos. Y que, de pronto, una frase o una idea nos hagan entender mejor nuestra existencia. Qué bueno, que maravilla para un profesor, ver esta idea realizada en esos trabajos tan ajenos, en apariencia, a la literatura hispanoamericana.
PD: Aviso para navegantes:Borges y Huidobro serán fijos en mis programas de los próximos años.
Y si sale algo por aquí, mejor. Algo de verguenza para un sudamericano tener que aprender de un escritor nacional y de uno vecino desde Europa. Pero lo haré con gusto.
ResponderEliminarLa sorpresa agradable es para mí: ver en este blog, por casualidad, aunque suelo pasarme por estos lares, un link a algo que pensé que nadie jamás leería. Supongo que es la misma sorpresa que, como usted contó aquí, cuando vio a alguien leyendo un libro suyo en el metro. Y aunque los ensayos de los que habla aquí no son míos, mi ego también recibe un caramelo al ver que "el Círculo de Pamplona" ha tenido visitas distintas a las del Aula 36. Quizá sea la mejor excusa, aunque quizá no el mejor lugar, para decirle que me encantaría hablar con usted unas cosas de literatura... y el por qué, en parte a mi pesar, ahora estoy cursando Cervantes y no Literatura Hispanoaméricana.
ResponderEliminarUn saludo, ya le escribiré con más formalidad.
Cuando era adolescente tenía un íntimo amigo que se llama Carlos (lo sigo teniendo) y yo me pasaba media vida en su casa. A veces buscando algo Carlos decía: debe de estar en el armario de Mila -su hermana mayor-, así que íbamos a la habitación de Mila a ver. Como tengo una memoria absurda y disparatada que se queda con cosas que nadie le pide, nunca he podido olvidar una frase que Mila, estudiante de psicología o pedagogía de aquellas, no sé, tenía clavada en la pared interior de la puerta del armario en un folio. No sé de quién es pero decía más o menos así: "la educación no debe perseguir que los estudiantes aprendan o retengan conocimientos, sino que desarrollen una capacidad intelectiva crítica que facilite su inserción en la sociedad como agentes de cambio". Impresionante. Su inserción en la sociedad como AGENTES DE CAMBIO. Alucina. Este post tuyo me lo ha recordado.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz vuelta.
Alucino. No sabía de mí mismo que soy un formador de agentes del cambio social, pero desde luego ahora me siento más importante. Un abrazo.
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