"Los españoles son los únicos que han plasmado a sus soberanos en retratos realistas hasta la crueldad: príncipes envilecidos, monstruosos, princesas degeneradas, ojerosas y de largas napias, pintados por Velázquez o Goya. En el caso de los franceses, el retrato es acaramelado y adulador; así en las telas de Gérard o Detaille que nos presentan a un emperador rejuvenecido, delgado, alerta..." Esto escribe Patrick Rambaud, novelista especializado en temas históricos. Una explicación plausible a su aguda observación es que los reyes españoles eran idiotas y no se daban cuenta de lo que habían hecho los pintores con sus caras; otra, quizá menos obvia, apelaría a los distintos caracteres de nuestras culturas nacionales. En Francia, por lo menos desde el siglo XVII, siempre se separó cuidadosamente la esfera prestigiosa del poder y la alta cultura de los gustos grotescos del populacho. Al estrenar Victor Hugo una pieza dramática, el público silbó escandalizado cuando un personaje entró en escena preguntando: "¿Qué hora es?". Les parecía demasiado vulgar para un teatro. En España, por el contrario, lo alto y lo bajo han convivido sin problemas. A los poderosos siempre les encantó rozarse con el pueblo, incluso adoptar sus costumbres y su sentido del humor. Ahí están, por ejemplo, la duquesa de Alba (la de Goya) vistiendo de señora castiza o Felipe IV riéndole las gracias a sus bufones.
La idea del citado autor de novelas históricas no vale para Velázquez. Está equivocada. Felipe IV, el Infante Don Carlos, el Cardenal Infante emanan dignidad y realeza en su retratos. Sin la ostentación exagerada de un Rigaud al representar a Luis XIV, por ejemplo. Hasta el pobre Carlos II, retratado por Coello o por Carreño, inspira respeto en su desgracia.
ResponderEliminarLa familia de Carlos IV era, en efecto, otra cosa.
Saludos.
Pues los retratos de Isabel I Tudor parecen cromos... sin profundidad, sin expresión, sin matices. Y en cuanto a lo de mezclarse con el pueblo, mejor ni acordarse de las costumbres de los Valois, Orleáns, Estuardo y cía. ¿Dices que el tal Rambaud es por casualidad FRANCÉS??
ResponderEliminarAmigo Gómez de Lesaca: comparto su opinión sobre Velázquez, aunque probablemente nuestra mirada sea "española" y veamos dignidad donde el francés, mucho más habituado a la retórica grandilocuente del retrato cortesano, ve otra cosa.
ResponderEliminarMaría: el retrato... qué difícil es. La pintura inglesa, antes de la llegada de Van Dyck, es poca cosa. Y sí, Rambaud es francés, como su nombre indica, y autor (por lo que sé) de un par de buenas novelas históricas sobre Napoleón (y muy desmitificadoras, lo cual es mucho decir para un franc´s-francés).
ResponderEliminarPues no sé por qué será, pero me ha parecido una apreciación de lo más interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estoy con Gómez de Lesaca con una precisión: aparte de que esos Austrias la tuvieran (yo creo que sí), eran los ojos de Velázquez y su mano quienes daban a todos sus retratados una nobleza... casi sobrenatural.
ResponderEliminarUn abrazo,