Esto está escrito hace cincuenta años, en pleno franquismo. Tengo mis dudas acerca de si hemos cambiado tanto (aunque si tengo dudas, ya no soy español, según Ribeyro...).
sábado, 29 de agosto de 2009
El carácter español
Esto está escrito hace cincuenta años, en pleno franquismo. Tengo mis dudas acerca de si hemos cambiado tanto (aunque si tengo dudas, ya no soy español, según Ribeyro...).
viernes, 28 de agosto de 2009
El mejor país del mundo
Cuando uno es joven, cree que si cambia de aires, su suerte se transformará. En el fondo piensa con firmeza e ingenuidad que sus problemas se deben al decorado y curiosamente no cae en la cuenta de que a lo mejor todos sus males están dentro y no fuera de uno. Ahora que releo el diario de Julio Ramón Ribeyro noto con cierta ternura cómo sale del Perú hacia Europa esperando que sus frustraciones desaparezcan al llegar al anhelado París. Nada de eso, por supuesto. Entre los veinte y los treinta y tantos años va dando tumbos por Francia, España, Alemania o Bélgica hasta que sienta la cabeza en París... y no por eso deja de quejarse. Quizá suceda que los seres humanos tendemos a mirar toda nuestra vida en horizontal, creyendo que un movimiento a lo largo de este eje transformará nuestra posición. Pero la ciencia nos enseña que hay otro eje de coordenadas, el vertical, y por mucho que nos movamos a ras de suelo, no nos habremos movido de forma absoluta. Leopoldo Marechal lo vio muy bien cuando, en una carta a un amigo desde Europa, le escribió: "Con el paso del tiempo, amigo Horacio, he descubierto que de París al cielo hay la misma distancia de que de Buenos Aires al cielo".
miércoles, 26 de agosto de 2009
Laberinto
martes, 25 de agosto de 2009
Sobre el suicidio
lunes, 24 de agosto de 2009
Machacar libros
Luego, para no quedar mal con las visitas, se pueden comprar otros con el lomo dorado y tapa dura.
viernes, 21 de agosto de 2009
Espera
Después de veinte años de soledad, Penélope está harta de esperar a Ulises. Lo de destejer por la noche lo que había tejido durante el día, ha sido un truco demasiado pesado: se cansó después de dos semanas y lo abandonó ella solita. En realidad, Penélope ha estado dando largas a los pretendientes (cada día más gordos de tanto gorronear en la despensa) con la excusa de que tenía muchos libros por leer, treta que ha funcionado de maravilla, porque no hay cosa que más les espante a esos zánganos que una mujer intelectual. Además, es verdad: ha leído muchísimo últimamente. Ha leído en algunos relatos posmodernos que ella, cansada de aguardar a su marido, o bien se ha ido con otro hombre, o se ha hecho lesbiana o ha fundado un partido político. Todas esas posibilidades le horrorizan. Ha leído también en un tal Homero que Ulises ha estado varios años encerrado en una isla en compañía de una fulana llamada Calipso. Tampoco esto puede ser verdad. Ella sabe que todo lo que ha leído es ficción. Ella sabe que la realidad es distinta. Ella sabe que Ulises le es fiel con toda seguridad. Mientras cavila sobre todo esto, a pocos metros de allí un mendigo está a punto de llamar a las puertas del palacio de Ítaca.
martes, 18 de agosto de 2009
Cine imperial
Ahora que han acabado mis vacaciones, tengo que rendir homenaje a un cine milagrosamente superviviente de aquella época: el Imperial de La Ramallosa, provincia de Pontevedra. Hasta su nombre es anacrónico -Imperial nada menos- y repite el de uno de mis cines gaditanos. Cine de una única sala, de butaca rígida, mucho terciopelo rojo y columnas de cartón piedra que flanquean la pantalla. Tras un ventanuco de madera, un tipo famélico te vende las entradas y luego te espera en la puertita de salida para darte un papel con el próximo estreno. Antes de cada película, una sesión de diapositivas temblorosas y cuarentonas avisan de que está prohibido comer pipas en el local o de que se debe guardar silencio durante la proyección. Ya sea por romanticismo o por falta de medios, sus dueños parecen resistirse a las novedades y los grandes estrenos. Por el contrario, se decantan muchas veces por películas japonesas, italianas, francesas... una cartelera inverosímil en un pueblo como La Ramallosa.
Galicia, creo yo, tiene una rara sabiduría para la conservación de reliquias.
sábado, 15 de agosto de 2009
Fogonazos
jueves, 13 de agosto de 2009
Inventario de lecturas
De todas formas, quizá es conveniente escribir después de leer, de la misma forma que es bueno pensar algo sobre qué es lo que nos llevamos a la boca. Antes, cuando tenía tiempo y la vida no era como un ataque de comanches borrachos (Miguel d'Ors dixit), me entretenía haciendo fichitas sobre los libros que pasaban por mis manos. Allí metía frases que me llamaron la atención, escenas, el resumen del argumento... Además, seguía muy ordenadamente un criterio para escoger los libros. Ahora que el verano ya pasa de la mitad, veo que he estado leyendo mucho, pero a voleo. De todas formas, sigo creyendo que es muy bueno escribir algo, aunque sea una sola frase sobre cada libro que pasa por las manos de uno. Aquí va una lista improvisada de últimas lecturas, por si alguien le sirve, empezando por mí.
-Petros Márkaris: Defensa cerrada. La leí en recuerdo de un viaje maravilloso a Atenas con mi mujer. Buena evocación de la sociedad griega, pero algo complicada la trama. Como en las novelas de Chandler, te pierdes.
-Juan Villoro: Efectos personales. Ensayos de valor desigual, pero con fogonazos. Éste es uno de ellos: "El autor tocado por la gracia no profiere visiones de chamán ni aspira a revelar Valores Eternos; es alguien que coloca en una repisa el objeto inolvidable".
-J.M. Coetzee: Infancia. Memorias amargas de un niño malcriado. Buena traducción de Juan Bonilla.
-John Le Carré: Llamada para un muerto. Le Carré no me consigue atraer del todo, a pesar de su buen oficio. Demasiado deprimente, quizá, o tal vez es que las novelas de espionaje están pasadas.
-Muriel Spark: Mujer al volante. Como todo lo de Spark, original y sugerente. Inquietante novela breve sobre una mujer desquiciada con un sentido del humor muy peculiar. Lo interesante es el punto de vista, siempre exterior al personaje, de forma que nunca sabemos bien por qué actúa de una forma tan extravagante.
-Elizabeth Gaskell: La casa del páramo. Para victorianos irredimibles.
-Natalia Ginzburg: Querido Miguel. Novela epistolar sobre el lado triste de las relaciones familiares. Inolvidable retrato de la madre del protagonista.
-Natalia Ginzburg: Las palabras de la noche. Recuerda más a Léxico familiar que a Querido Miguel. Acumulación de historias familiares ambientada en la Italia de entreguerras. Muy bien, aunque el resultado parece algo "puntillista". Hay tantísimas anécdotas en una novela tan breve que cuesta hacerse una visión de conjunto.
-María Rosa Lojo: Cuerpos resplandecientes. Cuentos elegantemente escritos sobre santos populares argentinos acompañados de un prólogo interesante en donde se revela la investigación llevada a cabo sobre el tema. No son relatos hagiográficos ni santos canonizados por la Iglesia.
-Enrique Baltanás, Medidas provisionales, y Eugenio Montejo, Terredad: Dos joyitas de poesía, cada una clásica a su modo.
-Jorge Ibargüengoitia: Estas ruinas que ves. Retrato de la vida en una universidad provinciana de México (es Guanajuato, cuna del escritor). Es muy raro el caso de un escritor de valor literario y al mismo tiempo que consiga hacer reír. Muy divertida.
-Edmundo Paz Soldán: El delirio de Turing. El planteamiento es muy interesante al internarse en el mundo de internet, sobre todo en las historias relacionadas con los personajes adolescentes. Pero la trama, a partir de la mitad, empieza a ser previsible y algunas historias dejan de interesar. Algunas observaciones sobre las posibilidades de internet suenan didácticas.
- Diarios de Ribeyro y Jünger. Para leer y releer.
miércoles, 12 de agosto de 2009
Muertes de cine

Bien. Toda esta introducción venía a cuento de que acabo de ver dos películas, una detrás de otra, que parecen refutar el tabú que pesa sobre la muerte. Las dos se centran en los aledaños de los ritos mortuorios. La primera de ellas, Cleaner, da vueltas en torno a la vida de un limpiador de escenas de crímenes. Es decir, después de que una habitación quede hecha una pena por toda la sangre que queda derramada en el suelo, debe haber alguien encargado de dejarlo todo como antes. Aquí entra nuestro protagonista que, de pronto, se ve enredado en una trama bastante complicada. La idea es original, pero el resultado final decepciona. Ed Harris y Samuel L. Jacson hacen lo que pueden, que para eso son actores solventes, pero el guión va poco a poco cayendo en picado, deja lagunas inexplicadas y regala alguna que otra secuencia ridícula, como aquella en la que el protagonista comete el peor de los pecados de un padre norteamericano: no ver a su hija marcando un gol en un partido de fútbol del colegio. En el fondo, la muerte aquí es superficial: mucha mermelada de fresa de primer plano pero nada más.
Bastante mejor es la película japonesa Despedidas, a pesar de haber ganado un Óscar. Carece de la sofisticación fotográfica de Cleaner, pero consigue emocionar con una historia muy sencilla: la de un violoncelista frustrado en Tokyo que se convierte en amortajador al regresar a su pueblo, situado en el Japón profundo y tradicional. Las secuencias de los amortajamientos reflejan un cariño hacia el cuerpo humano en toda su dignidad y están rodadas con una delicadeza de ballet. Por lo demás, un vitalismo y un peculiar sentido del humor impregnan muchas escenas de la película, donde también se sugiere una apertura a la trascendencia en medio de la dureza de alguna historia. Despedidas quizá no sea una pieza maestra, porque se le pueden poner algunos reparos, pero toca con hondura y honradez un tema que a todos, tarde o temprano, nos va a interesar: el de la muerte.
lunes, 10 de agosto de 2009
Titulitis
Título sencillo y extraordinario: La isla del tesoro de Robert L. Stevenson (antes pensó en El cocinero marino. De buenos escritores es rectificar)
Título eufónico: Love's Labours Lost de Shakespeare
Título cacofónico: La Biblia de barro de Julia Navarro (hay que tener un oído enfrente de otro para que rime el título con tu nombre)
Título expresionista: El juguete rabioso de Roberto Arlt
Título aliterante: Pedro Páramo de Juan Rulfo
Título endecasilábico: Quizá nos lleve el viento al infinito de Gonzalo Torrente Ballester
Títulos horteras: Boquitas pintadas, La traición de Rita Hayworth, El beso de la mujer araña... Pubis angelical (todos de Manuel Puig, el rey del kitsch)
Títulos marchoso-caribeños: La guaracha del macho Camacho de Luis Rafael Sánchez, Delito por bailar el cha-cha-cha de Guillermo Cabrera Infante, Sóngoro Cosongo de Nicolás Guillén, Tun tún de pasa y grifería de Palés Matos...
Título metafísico pesado: La insoportable levedad del ser de Milan Kundera
Título metafísico ligero: Lo que ha llovido de Enrique García-Máiquez
Título canonizado póstumamente: La Divina Comedia
Título mejorado en la traducción: Otra vuelta de tuerca (traducción de José Bianco de The Turn of the Screw de Henry James)
Título empeorado por imposición editorial: Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (antes sólo Cartas de amor de Miguel Delibes)
Título traducido de forma machista: Mujer al volante (The Driver's Seat de Muriel Spark. La traducción es de Andrés Bosch)
Títulos somníferos: Somnium Scipionis, Primero Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, No digas que fue un sueño de Terenci Moix, Soñé que la nieve ardía de Antonio Skármeta, Sueño de sueños de Tabucchi, El sueño de los héroes de Bioy Casares, etc., etc.
Título mejor que el contenido del libro: El bandido doblemente armado de Soledad Puértolas
Títulos peores que el contenido del libro: Don Quijote, Fausto, Macbeth, Hamlet, El rey Lear, Madame Bovary...
sábado, 8 de agosto de 2009
A la rica playita
A mí la desnudez ni me parece mal ni bien. Como el uso de la ropa, depende del lugar en el que se practique. Por eso no creo que un espacio público sea el mejor de todos. Por lo demás, no me gusta ver a mucha gente en pelotas: dan demasiada sensación de ser masa pura, informe. A pesar de ciertos recurrentes reportajes fotográficos, un grupo de hombres y mujeres desnudos y bien juntitos es lo más semejante a una manada de ñúes. Todos parecen iguales. En cambio, el desnudo individual resulta humano: puede ser hermoso, deforme, sensual, patético, incluso tal vez inteligente.
Hace unos años escribí un poema que algo tiene que ver con esta idea, aunque no se tratase de nudismo puro. Se llamaba "Playa de fábula", pero también podría ser "Visión de una playa de tarde de agosto con la marea alta".
En verano es hermoso contemplar
la Naturaleza en estado salvaje
dos caracoles se besan en la arena
maese Zorro marca su territorio
meándose en el agua
los perritos entierran sus cositas
Mamá Perra alimenta a su familia
Don Cerdo escupe huesos de melocotón
Abuela Vaca exhibe sus tetas lamentables
y un niño está en su rincón
dibujando un sol muy chiquitito.
jueves, 6 de agosto de 2009
Entre dos luces
miércoles, 5 de agosto de 2009
Sueños de seductor
martes, 4 de agosto de 2009
A vueltas con lo policial
Ojo, no quiero decir tampoco que la novela policial sea literariamente más interesante que la histórica. Cada una tiene sus reglas y no siempre lo policial acaba de satisfacerme del todo.
Hoy se percibe que muchas historias policiales se dedican a realizar una crónica alrededor del crimen levantando las miserias de una sociedad en descomposición. Gracias a las novelas de Márkaris, Mankell o Donna León, por ejemplo, paseamos por los rincones menos recomendables de Grecia, Suecia o Italia. Da la impresión de que a muchos escritores policiales ya no les interesa el enigma en torno al crimen, a veces ni siquiera el suspense (léase Váquez Montalbán), sino que se limitan a contar una investigación, a veces bastante chapucera, y destapan el lado oscuro de una sociedad que no les gusta. Quizá no sea casualidad que muchos portagonistas no sean ahora geniales investigadores privados (algo "demasiado" anglosajón), sino probos funcionarios públicos que se enfrentan a la corrupción y la mezquindad dentro y fuera de su propio cuerpo policial: el comisario Jaritos, Wallander, Montalbano, etc.
Para mí, el problema de este tipo de relatos (por muy bien construidos y escritos que estén, como en el caso de Mankell), reside en que todos parten de la idea de que el origen del Mal ha de buscarse en exclusiva en una estructura social injusta. De hecho, estos escritores a veces parecen realistas sociales disfrazados de novelistas policiacos. Desde mi punto de vista este punto de partida es algo limitado: el Mal también está en el individuo y su libertad. De ahí que me interesen más aquellos escritores como P.D. James que abren sus novelas con un largo prolegómeno acerca de las circunstancias anteriores al crimen. Durante cien páginas el lector espera a que ocurra el asesinato, pero lo que está sucediendo es la explicación de por qué la víctima era un ser odioso para mucha gente. Algunos dirán que James es demasiado premiosa porque les atrae más el tomatazo inicial al estilo escandinavo: una escena con mucha sangre para abrir boca desde la primera página. Bueno: es cuestión de gustos, supongo.
De todas formas, quizá el autor que mejor ha integrado la crónica social con los motivos individuales que llevan al crimen sea el viejo Simenon. Es verdad también que sus novelas siguen la misma fórmula demasiadas veces. Siempre es la llegada del inspector Maigret a un lugar distinto de Francia que se describe minuciosamente, etc., etc. Pero algunas historias suyas sobresalen de forma espléndida. En una conversación reciente con Ángel Ruiz, coincidimos los dos que su novela El caso Saint-Fiacre era una obra maestra del género.
lunes, 3 de agosto de 2009
Atrapar caracoles
Hace poco hice una prueba parecida en la nevera de mi casa. Dejé una lata de cerveza medio llena y al día siguiente estaba vacía del todo. El caracol confesó rápidamente.