viernes, 30 de mayo de 2014

¿Se puede? Cuatro fogonazos sobre las elecciones

Esta historia empieza con un país en crisis. La mayoría de sus habitantes no cree ya en sus políticos, que son todos una casta de corruptos. No nos representan, dicen. Desde hace más de una década el sistema da señales de agotamiento. De pronto, un individuo que no viene de ningún partido, entra en la política con un lenguaje diferente. Parece distinto, habla con seguridad profesoral, incluso tiene libros publicados. Reclama derechos para los sin techo, utiliza un lenguaje entre justiciero y moralizante, clama venganza contra los que han vendido a la sociedad a los intereses de la banca. La derecha y la izquierda tradicionales primero se quedan con la boca abierta, incapaces de reaccionar; luego se enfadan y lanzan toda clase de ataques contra esta nueva fuerza que no saben de dónde viene. Llegan las elecciones y este individuo, que acaba de fundar un partido y hace de su efigie un icono de los suyos, consigue un sorprendente triunfo electoral. 
Parece la historia de Podemos y su notables resultados en las últimas elecciones, ¿verdad? Pero también sirve para contar, palabra por palabra, el ascenso de Juan Domingo Perón al poder entre 1943 y 1945.

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Tengo que confesar que yo mismo no daba crédito a ese millón largo de votos conseguido por Pablo Iglesias; el domingo me pilló en Chile, tras impartir un curso de doctorado en una universidad de allí. Fue una sensación rarísima: como si yo no perteneciera al país del que hablaban las noticias. Me doy cuenta ahora de que estaba tan confundido como muchos amigos míos. Y (salvando las distancias)lo mismo les pasó a Borges y tantos intelectuales argentinos que odiaban a Perón:  no se daban cuenta del país en que vivían.
En estos días he podido leer algunos calificativos de la prensa conservadora al votante de Podemos ("ilusos, descreídos, ignorantes"). Tanto enfado no ha hecho más que confirmarme en la inmensa ceguera de la derecha española. No, señores del PP, esa gente no está engañada, sino desesperada. Quieren que alguien les hable de honradez sin complejos. Quieren referentes morales entre sus políticos. Se pregunta el valenciano Fabra dónde se habrán ido los votos del PP. Ya le digo yo: más de los que él cree, se los habrá llevado Podemos. En vez de demonizar tanto, tendrían que hacer mucha autocrítica. Un país que lleva tantos años con un cincuenta por ciento de paro entre los jóvenes y un 17 % de su población en el umbral de la pobreza, no puede seguir votando a los mismos de siempre. Bastante paciencia ha tenido ya. 

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Otra cosa es que las soluciones de Podemos sean en su mayoría descabelladas, que lo son. Y que ese discurso populista que esgrimen sea, por definición, excluyente al marcar la muralla entre "nosotros" (los buenos: el pueblo) y ellos (los malos: la banca y sus lacayos, es decir, los que piensan de manera diferente y votan a la casta). Tampoco les importan ciertas libertades individuales, tan queridas por la democracia liberal, como la libertad de conciencia o de pensamiento. Son cosas secundarias en su proyecto de igualdad y justicia social. Esto último no lo digo yo, que lo dice el recientemente fallecido Ernesto Laclau, teórico neomarxista  y simpatizante del populismo, al que seguro que Pablo Iglesias le pondrá velitas todas las noches. 
Más aún: el populismo tiene un punto fanático. A mi hermano, que tiene un pequeño negocio con el que saca adelante a su familia, unos chavales de Podemos le gritaron "facha, fascista y explotador" por no dejarles que cerraran su local de forma que ellos pudieran explicar tranquilamente su proyecto a los dos gatos de la plantilla. No, no respetan al otro ni son demócratas en absoluto los seguidores más fieles de Podemos.


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¿Y qué debemos esperar, entonces? Los decadentes partidos, como los llama con razón Enrique García-Máiquez, deberian cambiar muchas cosas. Si fueran inteligentes y cínicos, seguirían el consejo de Nicanor Parra, que es lo que ya están pensando en Bruselas: 

La izquierda y la derecha unidas,
jamas serán vencidas.

Aunque lo más probable es que sigan ciegos. El PP de Rajoy, siempre fiel, siempre coherente en sus principios de actuación, resolverá el problema a lo avestruz, metiendo la cabeza bajo tierra. El PSOE lo mismo busca un Zapatero bis, a ver si recupera lo que más le importa, que son los votos. Radicalizarán su discurso y no se darán cuenta de que el gato al agua se lo llevará Pablo Iglesias. ¿Se acordarán los socialistas de hoy que a sus antepasados del 36 se los comieron los comunistas? ¿O que ahora ERC se está comiendo a CiU? 
El peronismo fue un despertar a la realidad de la Argentina de 1945. Podemos ha hecho la misma función en la España de 2014; sólo queda pensar si lo que nos promete no será otra pesadilla.

jueves, 15 de mayo de 2014

Twitter o muerte

Hace dos semanas,  una señora se sentía feliz mientras conducía su coche por una autopista de Pennsylvania. Ante la urgencia de comunicarlo a todos sus amigos, se hizo un selfie con este pie de foto: "Me siento feliz". Dos segundos después, el coche se estrelló contra una mediana, invadió el carril contrario y se estampó contra un camión. Ella murió en el acto.
Uno o dos meses antes, ya no lo recuerdo, en la plaza central de Kiev, una chica de diecinueve años asistía a los heridos rebeldes entre el fuego cruzado de los combatientes. Mientras corría de un lado para otro, informaba en su Twitter de todo lo que estaba viendo. Era su modo de dar testimonio. De pronto, una bala le rozó la sien. Antes de perder el conocimiento, pudo escribir: "Me muero". No se murió, por suerte.
Me pregunto ahora qué nos impulsa a escribir a cada rato de lo que sucede. Aunque nadie pretenda la  inmortalidad, como los escritores de la época Guttemberg, seguramente todo responde a algo tan poético como el deseo imposible de perpetuar el instante. Pero es eso: un deseo imposible. Eso nos cuentan la desgraciada historia de la señora de Facebook o la chica ucraniana de Twitter.  Sólo que, cuando el testimonio puede servir a otros, esas palabras tienen una grandeza especial. ¿Qué pensó, qué pensó la ucraniana en ese segundo tremendo en que escribió su propia muerte?

miércoles, 7 de mayo de 2014

María Victoria Atencia, premio Reina Sofía

La noticia del último premio Reina Sofía de poesía iberoamericana me ha conmovido de una manera especial. Entre los varios poetas que lo merecían y que me hubiera gustado que lo recibieran , se lo han dado a María Victoria Atencia. María Victoria vino a la Universidad de Navarra muchas veces hace ya bastante tiempo, cuando yo empezaba mi carrera académica. Me doy cuenta de que, en esa edad en que uno tiene tanto que aprender, ella me enseñó tanto. Recuerdo, por ejemplo, el modo con que leía sus poemas. Nos dejaba con la boca abierta. Desde el primer verso, su cadencia especialísima, la magia de su voz, nos metía en una atmósfera fascinante de la que era imposible salir. Quien la ha escuchado, lo sabe.
De aquel tiempo me llegan ahora varias anécdotas y la imagen gentil de María Victoria (la medalla de la Virgen que nos regaló por nuestro segundo hijo...). Tuve la suerte de participar con ella en el jurado del veterano concurso de poesía para alumnos organizado por la Facultad. Ella lo pasaba fatal. Mientras yo iba despachando con apresuramiento juvenil los poemas que me parecían malos desde el primer verso, María Victoria me dejaba hacer y suavemente me reprochaba: "Pobrecitos, pobrecitos cuánto les habrá costado escribir todo esto, cuánto sentimiento habrán puesto...". Era madre hasta el último detalle. De pronto, en medio del montón que nos quedaba, su dedo se plantó en un texto para salvarlo de la quema. Éste, mira éste, me dijo. Y de ahí no se movió. Por más que mi favorito era otro, ella, mucho más sabia, se empeñó en salvar aquel poema y le dimos un premio. El autor resultó ser un estudiante de tercero de Derecho que se llamaba Enrique García-Máiquez. Otra cosa más que le debo a M.V.
Leyendo tantas veces su poesía singular, siempre he pensado que, como en los seres extraordinarios, allí se reúnen cosas que son opuestas en la superficie: la serenidad y la pasión, la misericordia y la ironía, la coquetería y la maternidad, la sensualidad y el mundo religioso. Conciliar todas estas cosas requiere mucha sabiduría.
Copio dos poemas suyos. El primero es de los más citados y es una muestra preciosa de su poesía inicial, exquisita como un camafeo; el otro es más "mío" y su verso final me lo he repetido muchas veces como una jaculatoria.


EPITAFIO PARA UNA MUCHACHA


Porque te fue negado el tiempo de la dicha
tu corazón descansa tan ajeno a las rosas.
Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico
y la tierra no supo lo firme de tu paso.

Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente
-tal se entierra a un vencido al final del combate-,
donde el agua en noviembre calará tu ternura
y el ladrido de un perro tenga voz de presagio.

Quieta tu vida toda al tacto de la muerte,
que a las semillas puede y cercena los brotes,
te quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca
sabrás el estallido floral de la primavera.


EL VIENTO

¿Qué viento el de aquel día? Y yo dejada
allí sobre los montes, sin historia
ya, ni dolor de madre intempestivo,
sin blanco ajuar y sin cambiar pañales,
sin niños al colegio, sin mis lutos.

No queda sino tiempo, Victoria Atencia; tiempo.
No queda tiempo. Queda todo el tiempo.