jueves, 30 de diciembre de 2010

Escapada al País Vasco francés



El coche dejó atrás la última curva y, de pronto, apareció ante nosotros aquel pueblo indiferente y precioso, asoleándose al pie de los Pirineos. Al otro lado quedaba España. Después de veintimuchos años viviendo en el norte, hasta ahora no había yo descubierto la villa vascofrancesa de Sare (Sara, en vascuence). Tanto pueden las fronteras.
El País Vasco cambia al cruzar al otro lado del Bidasoa. Todo se vuelve más armonioso y ordenado, porque no en vano estamos en la dulce Francia. Sara es como los pueblos del Baztán navarro, pero en versión de postre. Aunque también se nota lo francés en otros aspectos menos líricos. Por ejemplo, en el bar del pueblo anterior nos obsequiaron con una ración de quesos translúcidos, tacañería inimaginable unos pocos kilómetros más al sur.
En la guía Michelin te aseguran que Sare es "l'un des plus beaux villages de France". Puede ser. A mí lo que me llamó la atención fue la iglesia y sus fúnebres alrededores. A la entrada, esta inscripción: "Cada hora golpea al hombre, la última le manda a la tumba". Ni Quevedo consigue ser más macabro. Luego rodeamos los muros poderosos del templo y fuimos recorriendo las lápidas que brillaban a la luz del mediodía. En el cementerio apeñuscado en torno a la iglesia no había tapias altas que escondieran las tumbas de las casas. Por las mañanas los vecinos abrirán las contraventanas para ventilar la habitación y podrán saludar a sus padres, hijos, hermanos, esposos difuntos. Pensé: "Aquí la gente siempre ha vivido en paz junto a la muerte". Y fantaseé: "No tuvieron miedo de ella o, al menos, convivieron  sin angustia con esta realidad".




Por último, penetramos al interior y nos deslumbró el coro de tres pisos. Y también, esa inscripción humilde, escrita a mano en un pequeño cartel, al lado de las velas y frente a una imagen de la Virgen:

"No sé como rezar ni qué decir, pero esta luz que te ofrezco es un poco de mi bien, de mi tiempo, de mi mismo...La dejo delante de la Santísima Virgen. Ella simboliza mi devoción mientras sigo mi camino hacia delante..."

domingo, 26 de diciembre de 2010

Un sueño profético

Ayer tuve un sueño espantoso. Zapatero y Rajoy estaban en el apartamento de mis padres en El Puerto de Santa María. Desde la terraza veían en la playa a los niños de San Idelfonso que estaban dándole vueltas a los bombos de la lotería. Rajoy le dio un codazo a Zapatero y bien oiréis lo que le decía:
-Oye, José Luis, ¿y si nos arreglamos para que salga nuestro número? Como somos los que mandamos, podemos hacer lo que nos dé la gana y nos forramos.
Pero Zapatero, muy serio, allí le contestaba:
- Mariano, amigo mío, este es tiempo de responsabilidad. En un momento de crisis como el que se encuentra nuestro país, es la hora de que todos arrimemos el hombro...
Y en ese tono seguía hablando y dando cifras económicas que no consigo recordar. Lo curioso es que, de pronto salía yo mismo y felicitaba a Zapatero por su discurso sincero, y él me respondía con una sonrisa melancólica y silenciosa. Por si todo fuera poco surrealista, luego entraba mi mujer (que ya es raro que pise el apartamento de sus suegros, casi tanto como los otros dos), y me sugería que tal vez Zapatero, cuando se retire, podría ocupar el lugar del rey. A fin de cuentas, su discurso tenía un valor moral. En fin...
Tratando de pscoanalizarme, he llegado a la conclusión de que todo se debió a la impresión que me produjo el último discurso de Z. en el congreso, cuando se refirió a los cinco años de duros ajustes que nos aguardan. Después de dos años escuchándole que el fin de la crisis está cerca, a un mes vista o poco menos, ahora resulta que no, que hay que esperar un poquito. No sé ustedes, pero, para mí, este discurso excepcional es un testamento político. Como por una vez ha dicho la verdad, tendrá que dimitir. Eso sí, cuando lo haga, seguirá fiel a su estilo: de la noche a la mañana, y cuando menos se lo piense la gente.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz Navidad



CANCIÓN A TIENTAS


La niña tuvo un sueño
de amanecida
y en el sueño su cuerpo
resplandecía.


Se despierta y quisiera
ver lo que ha visto:
seguir jugando a tientas 
con aquel niño.


En el cielo la luna
cascabelea
y un copo, un solo copo, 
llena la tierra.


En la cuna está el niño;
piensa que es sueño;
le toca con las manos
y el pensamiento.


Vuelve a tocarle un poco; 
no está segura
y cae la nieve a tientas
sobre la cuna.


Con el niño en los brazos
sólo quisiera
saber si está viviendo
lo que entresueña.



(El cuadro es de Andrea Mantegna, y los versos de Luis Rosales, cuyo centenario de su nacimiento estamos a punto de cerrar).


jueves, 23 de diciembre de 2010

Escenas de fin de trimestre

Me gusta llegar a la universidad en este tiempo. Los estudiantes han volado a sus refugios de invierno y algo como una pereza fría se instala en el aire. El campus, habitualmente tan limpito y requintado, ahora adopta un helado descuido, atravesado por charcos y hojas tardías. Los días se apagan pronto y, mientras regresas a casa, la noche te acoge, íntima.

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Fin de trimestre. Al atardecer, entre los libros y los ecos, la biblioteca se vuelve secreta.


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El otro día, huyendo del frío, se coló un ratón en el despacho de mi mujer y de su compañera de trabajo. Hubo brincos y chillidos, e incluso se requirió el auxilio de dos valerosos caballeros que andaban por allí cerca. Pero no sirvió de nada porque el intruso se escabulló, audaz, por un agujero. Es curioso que, en tantos años, sea la primera vez que yo sepa de un ataque de esta naturaleza. En general, nuestros ratones autóctonos, los ratones de biblioteca universitaria, son más grandes y, sin embargo, nadie escapa de ellos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Con el tiempo

...uno se encuentra con el mismo libro en la mesilla de noche. Al acostarse, lo abre por cualquier lado, relee tres o cuatro páginas y lo deja. Al cabo de las semanas, piensa que debiera escribir algo sobre él, pero no sabe cómo empezar. ¿Cómo empezar hablando del libro de un amigo?  No se leen las cosas de la misma manera cuando los poemas se te han hecho tan familiares, pero, en fin, lo voy a intentar.
Creo que es fácil ver las diferencias de este libro (a estas alturas unos cuantos habrán adivinado que me refiero a Con el tiempo de Enrique García-Máiquez) con los anteriores. Ardua mediocritas (1997) y Haz de luz (1997) descubrían, en sus mismos títulos, el deseo de deslumbrar con el ingenio verbal, pirotecnia de juventud que el poeta ha dejado atrás sin perderla del todo, porque es un rasgo amabilísimo de su personalidad literaria. Luego vino Casa propia (2004), que me sigue pareciendo su poemario más sólido, más acabado. Todavía no se le ha dado a este libro la importancia que merece, pero su misma perfección oculta tal vez la inseguridad de quien considera que no ha sido capaz de dar el salto definitivo. Y ahora llega la última entrega de Enrique, adornada de un título gris como su bella portada, acaso más despeinada que la anterior, pero provista de los poemas más intensos y emocionantes. Esto se llama, definitivamente, madurez. 
Juan Ramón Jiménez decía que la importancia de un autor se medía por la cantidad de poemas suyos que podíamos cita o recordar. Con el tiempo trae un buen puñado de poemas para guardar en la memoria o en la mesilla de noche.
Lo primero que llama la atención es cómo el poeta ha descubierto el dolorido sentir en sus elegías iniciales. Qué extraordinarios poemas los dedicados a su madre: "In memoriam", "Salto", "Albada", especialmente. Lo mismo se puede decir de "El hijo que no tengo", que, por suerte, no es verdad. Y de los poemas de amor a la esposa. A la hora de la siesta, "su pecho es una caracola/ donde resuena el mar". En poemarios anteriores el intelecto, la auto-ironía y el ingenio gobernaban muchos poemas de Enrique G-M. Aquí sucede igual, pero, me parece, encontramos dos novedades: la plasticidad y el asombro espontáneo. A veces, incluso, la poesía brota misteriosamente de una imagen ambigua o poco explicada, como cuando el poeta se dirige a su madre en este maravilloso poema, "Albada":

Nos vemos mucho más
desde que has muerto:
te veo cada noche
cruzar mis sueños.

La madrugada
-que es de cristal y alondra-,
nos desampara.

La madrugada, de cristal y alondra. Qué hallazgo.
Por lo demás, la fe cristiana sigue sosteniendo el mundo del poeta, si bien ahora queda probada y forjada en la adversidad del tiempo y de la muerte. La incertidumbre que descubren algunos poemas ("Blanco y negro", otro acierto) no debilita sus convicciones, pero sí las hace más próximas y emotivas. Que uno dude de muchas cosas en la vida no lo vuelve relativista, sino sabio. La poesía es el terreno contradictorio de la precisión y la ambigüedad. El autor lo sabe bien, y lo ha mostrado con inteligente y apasionada lucidez en este hermoso libro. 

lunes, 20 de diciembre de 2010

Más vodka

En la entrada de anteayer, Víctor González hacía un comentario muy sugerente sobre los orígenes del alcoholismo en Rusia. A lo que él señalaba se complementa este otro fragmento de El baile de Natacha que, me parece, nos habla también de algunos riesgos del libre comercio, además de relativizar ciertos signos nacionales (la afición por el vodka, en este caso), que parecen ser "eternos" y que, en realidad, han surgido de un interés mercantil:

Entre 1841 y 1859 murieron mil personas al año por exceso de bebidas alcohólicas. Sin embargo, sería erróneo llegar a la conclusión de que en Rusia el alcoholismo era endémico o una práctica arraigada. De hecho, no fue hasta el período moderno -que comenzó a finales del siglo XVIII- que el nivel de consumo en Rusia se convirtió en una amenaza para la vida de la nación; e incluso en aquel entonces se trataba de un problema que, en esencia, había sido inventado por la pequeña aristocracia y por el Estado mismo. En la segunda mitad del siglo XVIII los destiladores de la clase acomodada aumentaron muchísimo su producción. Con la reforma de los gobiernos locales de 1775, que transfirió el control de policía a los magistrados de la aristocracia, el Estado dejó de fiscalizar el floreciente comercio minorista, legal o ilegal, y esto enriqueció sobremanera a los vendedores de vodka. (...) La Iglesia planteaba la cuestión constantemente, haciendo vehementes campañas contra las tiendas de bebidas (...) Pero como el Estado obtenía de las ventas de vodka al menso un cuarto del total de sus recaudaciones, y la aristocracia tenía intereses creados en este comercio, no hubo muchas presiones para hacer efectiva esta reforma.

sábado, 18 de diciembre de 2010

El baile de Natacha

Desde hace meses voy leyendo a sorbitos un libro gordísimo, pero interesante, El baile de Natacha. Una historia cultural rusa de Orlando Figes. Es la crónica apasionante de un camino penoso. A saber, de cómo Rusia fue pasando de ser un estado medieval y bárbaro a fines del siglo XVIII a otro, con aspiraciones de modernidad pero caótico y disparatado. Repasamos la vida cotidiana de nobles y siervos, la obra de artistas e intelectuales, la agricultura, las fiestas, la política, la gastronomía, las ciudades o la educación y la vida familiar. Así, me entero de que entre los hijos de nobles, era corriente que los niños fueran confinados en apartamentos separados dentro la casa de sus padres, donde se alimentaban y vivían junto a sus criados y preceptores. No veían a sus progenitores durante meses. Podría decirse que, en esta esfera, como en otras de la vida cotidiana,  los rusos, obsesionados con parecerse a los occidentales, hacían, sin quererlo, una caricatura de sus modelos. Si en la Europa del XIX (y aun antes), los padres distantes eran la norma, en Rusia decían: "¿No quieres té? Pues toma tres tazas".  
Los niños acababan queriendo más a sus nodrizas. Me ha hecho gracia este párrafo autobiográfico de las memorias de un hidalgo ruso, en donde recuerda enternecido a su aya que le convirtió durante su infancia en un inútil incapaz de ponerse solo los calcetines:




Como Fevronia Stepanovna me lo consentía todo sin cesar, me convertí en un niño llorón y en un verdadero cobarde, cosa que llegué a lamentar cuando me incorporé al ejército. La influencia de mi niñera paralizó los intentos de todos mis preceptores masculinos para endurecerme (...) Años después, cuando, ya hecho un joven oficial, regresé al hogar, ella había dispuesto dos habitaciones en la casa para mí, pero eran como el cuarto de los niños. Cada día ponía manzanas en mi cama. Le ofendía que yo hubiera traído a mi ordenanza, puesto que consideraba su obligación servirme. Se escandalizó cuando descubrió  que yo fumaba, y no me atreví a contarle que también bebía. Pero el golpe mas fuerte se produjo cuando partí a combatir a los serbios. Trató de disuadirme hasta que, una noche, declaró que me acompañaría al frente. Viviríamos juntos en una pequeña cabaña y mientras yo iba a la guerra ella limpiaría la casa y prepararía la cena. Luego, en los festivos, pasaríamos el día juntos horneando pasteles, como habíamos hecho siempre, y cuando la guerra llegara a su fin regresaríamos al hogar con medallas en el pecho. Me fui a dormir plácidamente, imaginando que la guerra era tan idílica como ella decía.




Se me ocurren varias cosas al releer este párrafo. Una, que la maternidad no es sólo un instinto biológico, sino que también tiene mucho de cultural. Y dos, que ciertos valores que defendemos unos cuantos (la participación directa de los padres en la educación de los hijos, por ejemplo) no tienen su origen histórico en las formas tradicionales de la familia, sino en conductas más modernas que poco tienen que ver con la Rusia del siglo XIX o, por qué no decirlo, en la atrasada España de la misma época. La literatura infantil, los manuales de educación familiar o -por supuesto- la reivindicación de la realización de la mujer en la familia y en el trabajo-, se consagran en la modernidad burguesa, y no en etapas anteriores, quizá más acordes en términos filosóficos o religiosos con una forma cristiana de pensar, pero en la que no viviríamos nunca si, por arte de magia, nos transportaran hasta el siglo XII. La historia es complicada y no se puede dividir en compartimentos estancos.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Vargas Llosa y España

Vargas Llosa pronunció una brillante conferencia en Estocolmo con motivo de su recepción del premio Nobel. Entre otras cosas, repasó su trayectoria vital y literaria y dejó este párrafo sobre España:

Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y, tal vez como otros colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, sin premios ni lectores, cuyo talento acaso -triste consuelo- descubrirá algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.



Es interesante eso que señala el flamante Nobel de que no ve incompatibilidad en asumir dos identidades nacionales, pero no tengo espacio para glosarlo aquí. Lo que ahora me llama la atención es cómo Vargas Llosa, todo un caballero, demuestra una relación natural y sin complejos con nuestro país, algo no tan frecuente entre los intelectuales hispanoamericanos del día (otro era Onetti, justamente agradecido; en cambio, García Márquez, aunque mucho debe a España, se suele apuntar a los tópicos antiespañoles para disfrute de propios y extraños, es decir, de los seguidores de Fidel Castro y de la academia norteamericana). 
El discurso ya está dando que hablar. Entre otros, el Informe semanal de ayer por la noche se explayaba sobre la presunta persecución que sufrieron las novelas de Vargas Llosa en la España de los años sesenta. Que a uno le hayan censurado en tiempos de Franco es hoy timbre de gloria, con independencia de si escribió estupideces o maravillas. Pero lo cierto es que La ciudad y los perros fue premiada aquí, que se le recortaron dos o tres palabras, para asombro de su editor Carlos Barral (él, poco sospechoso de franquismo, lo cuenta en sus memorias, creo recordar), y que tuvo un enorme éxito. En realidad, a los autores del Boom les aplicaron poco la tijera, salvo a Carlos Fuentes con una novela menor, Cambio de piel, cuyos problemas con la censura causaron cierto revuelo internacional. 
En fin, que Vargas Llosa siempre ha tenido suerte con España. Y es curioso que nuestras izquierdas y derechas, que tan poco suelen coincidir, hayan reaccionado al unísono en el entusiasmo por su premio. Este hecho, me parece, las retrata de forma indirecta. La izquierda española de los sesenta, la gauche divine barcelonesa en particular, promovió la obra de don Mario, como la de otros autores del otro lado del océano, porque era una manera oblicua de introducir mensajes marxistas en el medio cultural español. La ciudad y los perros arremetía contra el estamento militar, por ejemplo, pero no pasaba nada porque se trataba de militares peruanos. Con la llegada de la democracia, Vargas Llosa se convirtió en una firma prestigiosa y habitual del periódico de referencia, El país, y hasta hoy. El neoliberalismo de nuestro autor no molestaba tanto, porque, a fin de cuentas, la alta izquierda española se ha ido aburguesando y abandonando la cazadora de pana por la ropa de Gucci.  Todo lo contrario, por cierto, de la izquierda hispanoamericana, a la que le ha sentado regular la noticia del Nobel peruano.
Por otro lado, no hay cosa que guste más a la derecha que aceptar los productos culturales de la izquierda y si, para colmo, dicho producto sale respondón contra sus padres, mejor que mejor. Por eso la derecha española también ha saltado de alegría con el premio.  Esperanza Aguirre, por ejemplo, proclamaba su felicidad hace unos meses porque era la primera vez que "a un amigo" -palabras más o menos literales-, le concedían el Nobel. Los juicios antinacionalistas, la aversión al modelo económico socialista o la exaltación de España como país son cosas que a nuestros conservadores les caen muy bien, aunque se escriban en El país. En cambio, sobre otras opiniones de Vargas Llosa más próximas al credo izquierdista (el matrimonio homosexual o la eutanasia, por ejemplo) no se pronuncian, lo que me parece también revelador de qué importa y qué no a los líderes de la derecha española. 

martes, 7 de diciembre de 2010

Ajedrez

Estoy jugando al ajedrez con la Señora Muerte a la orilla del mar. Hemos cambiado las reglas. Cada vez que Ella o yo tocamos una pieza del contrario, la arrojamos tranquilamente al océano. Al cabo de cinco minutos quedan sólo su Rey y el mío.
-Oiga, le pregunto.- Cuando ya no queden piezas, ¿qué hacemos? ¿Tiramos el tablero?
La Muerte abre muchísimo la boca y me sonríe. Pero no sé por qué, sospecho que Ella piensa en tirar otra cosa.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Aquí, torre de troncol

"¡Mira la torre de troncol!", así decía mi sobrinita y ahijada  cuando estaba aprendiendo a hablar y entró por primera vez en un aeropuerto.
Ahora que ya se ha terminado (o eso dicen) el penúltimo caos nacional, no hablaré de los irresponsables troncoladores aéreos ni del gobierno destroncolado. Uno va leyendo sobre el asunto aquí y allá, y puede adherirse a las razones de unos o de otros. En cambio, en todas las versiones, el tercer implicado en el desbarajuste, el noble y sufrido pueblo español, aparece siempre como víctima inocente.
Pero en este rincón trato de hablar de mi experiencia, que es lo poco a lo que me agarro para entender las cosas. En los últimos seis meses he tenido que volar en muchas ocasiones. Y en casi todos los viajes he padecido retrasos de dos o tres horas. Para mi sopresa, nadie, o casi nadie, entre los pasajeros preguntaba nunca por las razones de que el avión estuviera dando vueltas alrededor de Barajas o de que estuviéramos dando vueltas por los posmodernos pasillos de la T4 porque los troncoladores se divertían cambiando las entradas en los aviones cada quince minutos. La gente suspiraba y seguía las instrucciones con laica resignación. Curiosamente nadie relacionaba todas estas situaciones con el problema de los troncoladores en agosto, aplazado con su habitual eficacia por nuestro presidente. En fin, ¿qué quieren? Si una sociedad mira hacia otro lado o no ve un problema porque los medios de comunicación no lo denuncian (precioso silencio el de todos estos meses), lo normal es que le caiga el tronco encima en cualquier momento.

domingo, 5 de diciembre de 2010

No es exacto, pero sirve (creo)

De pequeño me atragantaba yo con dos oraciones del cristiano: el Credo y el Señor mío, Jesucristo. Nunca me las sabía enteras de memoria y terminaba confundiendo palabras y diciendo disparates. Ahora me pasa lo mismo. Lo de que haya dos Credos posibles para la Misa no me ayuda especialmente. Y, en cuanto al Señor mío, Jesucristo, hoy lo recitaba para mis adentros y, de pronto me vi diciendo: "Por ser Vos quien sois, Bondad infinita, me alegro de todo corazón, por haberos conocido".
En fin, si non é vero, é bene trovato.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Elogio de los bolsillos

Hace dos días hablaba de cofres y cajones. Humildemente debo confesar que no tengo cofres y que los cajones de mi armario guardan pocos tesoros. En cambio, los bolsillos de mi cazadora, sí. Ayer hice limpieza  y saqué de todo. Pasen y vean.

-una moleskine 
-un teléfono móvil
-un CD de tangos de Adriana Varela
-un juego de llaves de casa y del coche
-un plástico arrugado
-un cable de televisión (Los niños crecen. Antes guardaba piezas de lego y muñecos playmobil).
-dos caramelos confiscados (En esto siguen sin crecer)
un recordatorio del bautizo de una alumna china (me lo regaló en 2005 y hasta hoy)
-una unidad USB (otro aparatito más)
-un cepillito limpia calzado de Hotel (muy útil para entrevistas importantes y clases en días de lluvia).
-una agenda
-unos kleenex (sin usar, ojo)
-un ticket de Dia (usado)
-un papel con direcciones de Madrid.
-una garantía ilegible de Leroy Merlin.
-un lápiz comido por la punta (con señales de roedor infantil)
-un enorme marcador de libro hecho por uno de mis hijos en 2008. Está plastificado y en él se lee la siguiente inscripción: "Papá, eres listo, bueno, estudioso y trabajador. A veces te enfadas pero lo importante es la familia" (lo  miro, lo remiro, y de pronto me falta el aire).
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jueves, 2 de diciembre de 2010

Fogonazos, 4

Cuando uno es joven, se vuelve nostálgico de la infancia, acaso para compensar la poquedad de lo vivido. Pero enseguida llegan los proyectos (el trabajo, los amores, la familia)  y se mira hacia el porvenir. Hasta que pasa el tiempo y  la rutina te impone su ritmo previsible. No te apetece mirar hacia atrás y las ilusiones, si no desaparecen, se van difuminando.Supongo que eso es la madurez: vivir sólo para el tiempo presente. Lo mismo que censuro en mis hijos cuando entran en la adolescencia.

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Revisando fotografías de personas queridas: sensación agridulce. Una tras otra, repaso imágenes, gestos y posturas felices, pero también adivino la inconsciencia acerca de su futuro, la ignorancia que había detrás de aquella mirada sonriente.

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Y, sin embargo, la experiencia también me enseña que detrás del chaparrón viene la alegría.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cofres y cajones

En unas páginas preciosas, Bachelard dice que cofres y cajones concentran un rico poder simbólico. Ellos abren la puerta a nuestra imaginación sobre la intimidad ajena:

 "Nunca llegamos al fondo del cofrecillo. ¿Cómo explicar mejor la infinitud de la dimensión íntima? A veces, un mueble amorosamente labrado tiene perspectivas interiores modificadas sin cesar por el ensueño. Una casa está oculta en un cofrecillo (...) Habrá siempre más cosas en un cofrecillo cerrado que en un cofre abierto. La comprobación es la muerte de las imágenes. Imaginar siempre será más grande que vivir" (G. Bachelard: Poética del espacio)

Quizá por eso los niños andan huroneando en los cajones de sus padres. Intuyen que allá, al fondo de los armarios, se encuentran las noticias que no conocen, ni conocerán, de los seres a los que les deben la vida. Pues las vidas de los padres siempre esconden secretos impenetrables para el hijo y la infancia siempre será la edad del asombro ante los misterios familiares.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Un fondo compartido de pensar

Tratábamos de buscar una novela que todos hubiéramos leído, alumnos y profesor. Pero no nos salía ninguno. Estuvimos dedicando media clase a nombrar autores y obras, pero nada. Algunos no habían leído nunca a Delibes, otros no habían pasado por García Márquez, al alumno vasco de la clase nunca le habían obligado a leer a Baroja (huy, qué raro). Hasta que de pronto uno dijo:
-Es que, como todos venimos de comunidades autónomas distintas, hemos leído todos cosas diferentes.
Luego leí lo de Aquilino Duque en su blog sobre los últimos días de España, y pensé que una comunidad nacional no puede subsistir sin un fondo compartido de libros, es decir, de lecturas que forman un mismo sentir y un mismo pensar.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Las bromas de Borges

Hoy hablo de filología, pero no se me escapen a otro blog, que prometo que la cosa será ligerita. Del último viaje a Argentina me traje un tomazo, el volumen primero de las Obras completas de Borges en edición crítica, rigurosa novedad mundial. Al llegar a casa, abro el libro y veo que los editores se han molestado en meter las muchas variantes que Borges introdujo en sus primeros libros de poesía. Muy bien. Luego, sigo por la obra en prosa mientras pienso en cómo puedo aprovechar las notas a pie de página para mis clases en la universidad. Entonces me detengo en uno de los relatos que más me gusta comentar con mis alumnos: "La muerte y la brújula". Se trata, como todos los borgianos saben, de un pastiche de novela policíaca en el que se disfrazan numerosas referencias al Buenos Aires de la época. Lo malo es que en las notas no salen ni la mitad de ellas y alguna se pretende explicar con datos a medias. Así, del personaje de Ernst Palast se dice en nota que es "posiblemente una referencia velada a algún personaje de la época, periodista o escritor de filiación nacionalista". No me considero un experto, pero digo yo que el sujeto aludido debe de ser Ernesto Palacio, un conocido de Borges del que éste se rio en varias ocasiones.
Ya con algo de malicia, me voy a "La biblioteca de Babel", en concreto al párrafo inicial en el que se describe la infinita biblioteca compuesta de innumerables celdas hexagonales, todas ellas con la misma disposición. Al final de la descripción, Borges habla de :

... un angosto zaguán, que desemboca a otra galería, idéntica a la primera y a todas. A la izquierda y a  derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales.

 Esto es lo que lee en la edición crítica. Pero uno se pregunta: ¿qué es eso de las "necesidades finales"? Ya se ve que los desventurados bibliotecarios que viven en las celdas sólo pueden dormir de pie... pero, ¿y esas necesidades? Si vamos a la primera edición de 1942 nos enteramos de que, en realidad, Borges no puso "necesidades finales", sino "necesidades fecales". De ahí el aspecto cómico del pasaje: pobres bibliotecarios que no tienen sitio ni para hacer caca... En fin, puede ser que algún corrector de estilo pudibundo pensara que aquello era indecente y lo cambió en la primera edición de las Obras completas de 1977, sobre la que se basa la actual.O tal vez Borges, ya viejito, fue el responsable del cambio, yo qué sé. Pero, en cualquier caso, "necesidades fecales" se entiende demasiado bien, y "necesidades finales", no. Los editores actuales debieron fijarse en esa minucia, aunque fuera un chiste cochino y lo hubiera firmado Borges.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Alfonso Canales: Birthday

En homenaje a mi mujer, que cumple años en estos días, se me había ocurrido colgar un precioso poema de Alfonso Canales titulado Birthday. El poema lo leí durante mi carrera universitaria y me impresionó. Era algo más que una felicitación de circunstancias; era un grandísimo poema de amor. Lo recomendé a otras personas, incluso no lectoras habituales de poesía, y también tuvo éxito. Y ahora resulta que me acabo de enterar de que Canales ha muerto el pasado 18 de noviembre. Así que tengo un doble motivo para hablar del poema: un recuerdo de la vida que se renueva y otro de la que se acaba.
Birthday comienza de forma extraordinaria; luego, al rato, quizá pierde intensidad, pero la recupera al final. Como todos los grandes poemas, necesita de subidas y bajadas para que se note la altura de la cordillera.

Los días que tú cuentas tiene el mundo:
pues cuando tú no estabas, ¿qué de real había?
¿Cómo pudo existir lo que tus ojos
no eran capaces de crear, tus dedos
de acostumbrar a la vital dulzura
de su tacto? No hubo nada antes
de ti, ni creo que haya
nada después de que tu vida acabe.
Ni siquiera los años que el tiempo me atribuye
antes de tu venida fueron sino fantasmas
de un mal sueño: más joven
soy que tú, pues no cuenta
para mí cuanto pude vivir sin conocerte.
También yo soy tu obra: lo que piensas de día,
lo que de noche ocupa tu deseo,
eso me alza, viva
criatura del amor, como una fuerza
tuya que por milagro
se conforma
y alienta. Nada puede
sucederme si dejas de tejer esta tela
donde se van trabando tus hilos con los míos.
Antes de ti, después de ti, el diluvio
de la nada disuelve
esta mano que escribe estas palabras.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Dos microrrelatos de María Rosa Lojo

LO QUE NO PASA EN ESE NO LUGAR
El Cielo –se ha dicho— es el lugar en donde no hay historia. El tiempo cesa allí, se coagula, como cesa de fluir la sangre de una herida. Quizás, en ese espacio donde ningún cuerpo pesa, no hay más que el tiempo de lo que ya se vivió, fragmentado como un rompecabezas, que se arma y se desarma una y otra vez, hasta agotar todas las combinaciones posibles del temor y el deseo.
Quizás se sobremuere allí cómo en los sueños: cada noche (o cada día) lo mismo y distinto, sin conexión o continuidad con el sueño anterior. Seremos entonces habitantes de casas interminables, que cambian constantemente la distribución de los cuartos o la orientación de las ventanas. Encontraremos caras desconocidas y caras que conocemos demasiado y que preferiríamos perder. Habrá animales que comerán dulcemente de nuestra mano y otros, oscuros, que acecharán como amenazas, aunque no existan ya carne ni huesos que puedan morderse.
Habrá, acaso, un paisaje de campanarios, siempre lejano. Una música de belleza intolerable saldrá de las iglesias, y la escucharemos sin entrar al interior umbrío, sin tocar el musgo perenne de aquellas grandes torres, sin sentarnos en los altos bancos del coro de las criaturas, así en el cielo como en la tierra, eternos excluidos de la mesa de Dios.
Pero nadie sabe, a ciencia cierta y ni siquiera inciertamente, lo que no pasa en ese no lugar donde las medidas de este mundo son inútiles.
Tal vez hemos estado allí, antes del nacimiento, y viajamos a la tierra para que algo nos sucediera, realmente. Para que algo doliera de verdad, para que las pérdidas fueran irreparables y raros y únicos los gozos. Para que pudiéramos soñar la felicidad como la falsa memoria de un cielo inexistente.





LOS SANTOS INOCENTES
Los primeros pobladores del Cielo cristiano fueron los Santos Inocentes.
Inocentes, claro, hubo muchos antes que ellos. Pero tal inocencia y las formas de su vida y de su muerte, fueron estrictamente naturales, sea por las diversas enfermedades que aquejan a la infancia, sea por la maldad que algunos hombres segregan como el caracol su baba luminosa.
Pero esos Inocentes, los que mandó matar Herodes el Grande, porque uno de ellos podía ser el legítimo heredero de su trono, se merecían el Cielo por causas del todo sobrenaturales. Aunque ninguno de ellos fue consultado previamente a tal efecto, sus breves vidas y sus largas muertes fueron necesarias para despistar a Herodes, y que se cumplieran las profecías.
Quedaron, pues, bautizados con su propia sangre, que protegía los secretos designios del Señor y entraron de inmediato en un cielo vacío. Venían degolladitos, temblando por las corrientes de aire que asolaban ese espacio aun inhóspito. Se hubiera dicho que llegaban en malón, a no ser por su condición especialmente patética e inofensiva.
Varios ángeles les cosieron los cuellos tiernos y rotos con dedos de seda. Y otros ángeles (puesto que no había allí aún mujeres, y tampoco hombres) les dieron de mamar, ya que habían sido arrancados sin piedad del seno de sus madres, y ninguna otra cosa podía complacerlos.


María Rosa Lojo (Buenos Aires, 1956) es autora de una veintena de libros de poesía, narrativa y ensayo.  Su interés por la narrativa histórica le ha proporcionado justo prestigio en su país gracias a títulos como Historias ocultas de la Recoleta (2000), La princesa federal (1998) o Finisterre (2005). De la conjunción de su veta poética con la narrativa han surgido poemas en prosa o microrrelatos como éstos.  

martes, 23 de noviembre de 2010

La luz del corazón llevo por guía

Salgo de la cama y ando a tientas por la habitación en medio de la noche. Juego a ser ciego sin serlo. Conozco el número de pasos que me llevan hasta la salida. Los cuento uno a uno, abro la puerta y palpo las paredes del pasillo hasta el interruptor. Pero esta vez no lo enciendo.
Prosigo el juego y bajo las escaleras con cuidado. No hay problema; recorro el salón, la cocina, los baños. Entonces doy la vuelta. Subo las escaleras, mientras repaso la forma de los peldaños con los pies. Ahora ingreso en otra habitación con las manos por delante. Me siento frente a algo que imagino que es la mesa. Tanteo el aparato. Doy al botón de encendido. Y me pongo a teclear estas palabras que van saliendo una a una, desde lo oscuro y al azar.

lunes, 22 de noviembre de 2010

domingo, 21 de noviembre de 2010

Cuatro o cinco ideas sobre este blog

Ayer estuve hablando en una mesa redonda sobre blogs y literatura. Creo que todos los invitados coincidimos en una serie de rasgos, más o menos evidentes para cualquiera que se inicie en esta nueva práctica de escritura. Pero, pasadas las horas, revisando lo que yo había dicho algo improvisadamente, me queda el remordimiento de no haber sido un poco más preciso en algunos ideales que uno quisiera para este blog.
A mí me gustaría tener las cualidades que Italo Calvino proponía para la literatura del nuevo milenio: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad. Explicar cada una de ellas aquí sería atentar contra esas mismas cualidades, así que, dicho de una manera más espontánea, la cosa se resumiría en que no hay que ser pesado (levedad), sino breve (rapidez) y preciso (exactitud). Si se pueden decir las cosas con un poco gracia, mejor, y, desde luego, hay que ser abierto y respetuoso con las opiniones de los demás, porque los comentarios contribuyen a ir haciendo el blog. Eso significaría, creo, aceptar la multiplicidad del mundo en que vivimos. La visibilidad a la que se refiere Calvino se puede aplicar al uso de las imágenes, claro está, pero también a escribir de una forma que el lector "entienda" y "vea" lo que queremos decir.
Y ya vale por hoy, que me estoy alargando.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Apología de la lectura por la noche

Acostumbro a tener una montañita de libros en la mesilla de noche que crece o disminuye de acuerdo con mi capacidad de lectura nocturna. Lo normal es que esta sea muy poca porque me quedo dormido enseguida  (otro argumento más en favor de la utilidad de la lectura).Cuando era estudiante, tenía yo un amigo en el Colegio Mayor que empleaba los libros con parecida finalidad. En cierta ocasión entré en su habitación y vi que tenía en su mesilla las Cartas a un joven poeta de Rainer Maria Rilke. El ejemplar estaba machacado por el uso y lucía unas extrañas muescas en la portada. Me quedé asombradísimo, porque el usuario de la cama no era un apasionado lector.
-No lo leas, no lo leas, que es malísimo, me advirtió muy convencido.
Y me explicó que utilizaba el librico como calzador de la pata de la cama, que estaba medio coja. De ahí los porrazos que exhibía la cubierta. Ahí tienen ustedes otra razón de peso en favor de los libros por la noche.
Además, mi amigo había elegido bien, y no sólo porque el tamaño del libro le convenía a la estabilidad del lecho. Para los que tenemos poco aguante a esas horas, acaso lo más recomendable sea leer poesía, que ésta siempre se esconde en la brevedad y en la belleza. La poesía exige poco tiempo pero, para quien está atento a su llamada, da mucho a cambio. La poesía es inmortal y pobre, decía Borges, y digo yo que sólo pide una limosna de minutos. Ahora tengo en mi montañoso top ten de la mesilla, Memoria del Paraíso de Corina Dávalos. Y qué continuada sorpresa releer por la noche lo mejor del libro, que está, para mí, en ráfagas de versos como estos:

Tarde de lluvia:
con ramas de recuerdos,
enciendo el fuego.

Un gesto breve:
tu sonrisa cansada,
enciendo el fuego.

Soplo de viento:
¡Qué honda reverencia
de trigo verde!







martes, 16 de noviembre de 2010

Hechizo

Se quedó hipnotizado ante aquella visión deslumbrante como el canto embrujado de una serpiente. El hechizo le impedía moverse, paralizado por el sortilegio que le iba robando la vida, el cuerpo, todo. Sus familiares y amigos sólo encontraron un sillón vacío delante de la pantalla.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Viva la Y griega

El mundo está tan mal que ahora ya no sólo los políticos sueltan ocurrencias para cambiarlo, sino que también los académicos se han sumado a la moda. Uno pensaba que la Real Academia Española se había modernizado. Hoy en día los señores académicos ya no tuercen la nariz con las palabras feas o malsonantes, sino que las incluyen en el DRAE, porque "no se puede desconocer la realidad del idioma", o porque su colega Pérez Reverte se cabrea con ellos. Y esto no está tan mal; con buen sentido, se ha abierto la mano con el español en América, que antes andaba medio marginado en las páginas del Diccionario de la RAE.
Además, si uno atiende a su director, se cree que la Academia ya no está para imponer un modo de hablar o de escribir, sino para mostrar a los hablantes la riqueza de la lengua, describirla, cuantificarla etc. La gramática ya no debiera ser normativa, sino puramente descriptiva, dicen algunos. Pero qué va: la última reforma ortográfica la vuelve a emprender contra los acentos que, al paso que van, se convertirán en especie en peligro de extinción. Todo sea por el facilismo. Pero se equivocan los señores académicos: si los hablantes cada vez distinguen menos un adverbio de un adjetivo, no por eso van a conseguir que escriban sin faltas de ortografía cargándose los acentos. Se empieza con los acentos y se terminará con las distinciones entre "b" y "v". Al tiempo.
Pero, a mí, lo que más me molesta es que se sancione la denominación de las consonantes "y", "b" y v". Una vez más, la Real intenta complacer a tirios y troyanos, a españoles e hispanoamericanos. Según los sabios académicos, entre los que se cuentan directores de periódico, humoristas y algún que otro filólogo, los españoles tenemos que cambiar nuestro hábito y decir "ye" como al otro lado del Atlántico. Y los hispanoamericanos, a  su vez, deben renunciar a su "be corta" y "be larga" y llamar "uve" y "be" a las consonantes más redundantes del idioma. Puede que en algunos países como Chile o Colombia, que tiene más apego a la institucionalidad de la lengua, lo consigan. Pero en Argentina, donde sus escritores más insignes desde Sarmiento a Borges, se han reído a carcajadas de la R.A.E., me parece que poca gente les va a hacer mucho caso. Más de uno se preguntará: ¿Quiénes son estos gallegos para decirme cómo tengo que llamar a las letras de toda la vida?
Uno sentía, por lo demás, un cierto cariño desde la infancia por el nombre de la y griega. En medio del insípido abecedario estaba esa "y" que, de niño, me hacía pensar en cascos espartanos y partenones. Tenía su toque exótico y cultural la Y griega, pero eso no lo han visto sus señorías.

martes, 9 de noviembre de 2010

Túnel


Se distraía mirando la ventanilla del tren. Ahora llegaba el tramo de los túneles. Como estaba previsto, el paisaje sereno y otoñal se apagó de repente al ingresar en la oscuridad, pero pronto salió la luz de nuevo y vio un pueblo de nieve con un bosque helado al fondo. No tuvo tiempo de preguntarse por qué: otro túnel se lo tragó todo y, al salir, se divisaban unas ruinas románicas con unas ovejas pastando sobre un manto verde y soleado. Otoño, invierno, primavera: ésa era la secuencia lógica. En el siguiente túnel debía de tocar el verano. Entraron y, mientras el ruido y la oscuridad se prolongaban, pensó por un instante si acaso no habría algún error de cálculo, si no existiría otra secuencia imprevista, si no se acabaría nunca el túnel, si no vendría ahora la noche para siempre.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Zapeos del fin de semana

De puro aburrimiento el sábado por la noche, descubrimos mis hijos mayores y yo un canal de televisión rusa en inglés. Para practicar un poco, nos quedamos a escuchar y, para mi sorpresa, nos tragamos un documental sobre la liberación de Praga a cargo de las tropas rusas durante el año 45. Salen viejos combatientes y agradecidos ciudadanos praguenses, todavía más viejos. La propaganda dura casi treinta minutos y luego anuncian un reportaje sobre la conquista de Berlín. Qué raro, al parecer, se les olvidan las diversiones de los soldados soviéticos, el saqueo, las matanzas y, sobre todo, la Primavera de Praga, me digo. Pero lo cierto es que me he parado a verlo porque estaba en inglés, lo que me hace pensar que Rusia sigue siendo un país con vocación imperial o, mejor, que ellos tratan de dar su imagen internacional, discutible o no, pero la suya. También Francia tiene un canal en inglés, por cierto. No estaría mal que cundiera el ejemplo para España.
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Este sábado, nuestro presidente ha sentido un súbito amor por las tropas españolas en Afganistán y, como los grandes estadistas, ha hecho un viaje sorpresa para verlas. Entretanto, Pepe Montilla, president de la Generalitat, recibe a Benedicto XVI al pie de la escalerilla del avión: todo por la patria... catalana.
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M. vuelve desolada de comprar el pan. En la cola ha visto unos periódicos que hablan de la visita del Papa y se le ha ocurrido comentar en voz alta su alegría por la noticia. Enseguida la señora de delante se ha vuelto hecha una Furia: "¿Pero usted está a favor de la visita de ese hombre?". Enseguida, un silencio y, a la carga: "¡Con los problemas de paro que tiene España! ¿Sabe usted lo que nos cuesta a todos?"", etc. El chorreo ha durado un rato con insultos personales incluidos ("¡Parece mentira que usted piense así!"). Al final la señora tenía un sofoco tal que le faltaba el aire para pedir el pan. Llevaba un periódico bajo el brazo. Supongo que allí saldría eso de "Miembros del gobierno manifiestan su sorpresa por las alusiones del Papa al ambiente en España durante los años treinta".

sábado, 6 de noviembre de 2010

jueves, 4 de noviembre de 2010

Mi otro blog

Bien: acabo de abrir otro blog, en donde iré metiendo reseñas publicadas o inéditas. Aquí, a la derecha, está el enlace. Y para los perezosos, aquí también: http://lectorconsentido.blogspot.com/

Sabio y sencillo

-La poesía es una forma de amar la vida. Igual que hay personas para las que todo en la vida es comer gambas, otros leemos y escribimos poesía.
Esto se lo escuché en una tertulia a J.J. hace más de veinte años. Me pareció una definición inusitadamente modesta, sobre todo por venir de un poeta. Y más aún: sabia y sencilla.
Con el tiempo he llegado a pensar que es lo que sucede también con otras cosas que se nos ofrecen como un don gratutito: mirar paisajes, ir a un concierto, escuchar a un amigo, nadar un rato, pasear, cultivar plantas,  coleccionar sellos, jugar con un niño, pintar soldaditos. Formas de amar la vida.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Gabino Ezeiza

El viajero curioso que llegue al aeropuerto internacional Ezeiza de Buenos Aires puede preguntar, tal vez, por la figura que dio nombre a ese lugar que acaba de conocer. En este hipotético caso, es fácil que sus informantes locales le respondan con unos datos sucintos, aunque sólo correctos a medias: a saber, que Gabino Ezeiza (1858-1916) fue un famoso payador del siglo XIX, o algo parecido. Si el turista quiere saber más, se añadirá que el payador era una figura representativa del tipo gaucho, un improvisador de talento con la guitarra. De inmediato nuestro viajero se formará en la mente una imagen característica del gaucho Ezeiza: un hombre mestizo de luenga barba, ataviado de bombachas, chiripá y facón. 
Por desgracia, esta caracterización no se ajustaría a una verdad que, en ocasiones, hasta los mismos argentinos desconocen. Gabino Ezeiza fue, ciertamente, un payador famoso por su talento, pero el color de su piel... era negro. Llegó a triunfar en payadas tan célebres en su época como la tenida con el uruguayo Juan de Nava, en 1884. La ocasión debió de crear, por cierto, una expectación insólita, ya que se trataba de una especie de partido internacional de fútbol con el aliciente de la rivalidad entre las dos repúblicas vecinas. Ezeiza viajó a Montevideo invitado por el mismísimo gobierno oriental. En un recinto lleno de público derrotó a su rival de forma tan clara que hasta la misma prensa uruguaya lo reconoció deportivamente. Este hecho significó la consagración de Gabino, quien desde entonces fue considerado sin discusión el mayor improvisador de su tiempo.
No deja de ser curioso, añado, que el nombre del aeropuerto principal de un país que se suele conocer como uno de los más "europeos" de Hispanoamérica, sea el de un descendiente de africanos. La explicación viene del gran número de esclavos que tuvo el Río de la Plata durante el período colonial. En 1800 la población negra de lo que hoy llamamos Argentina era de un 37 % frente a un tanto por ciento equivalente de criollos. Las guerras y las epidemias de finales del siglo XIX terminaron diezmando el contingente de origen africano, que tan importante fue durante décadas en la formación del país. 

martes, 2 de noviembre de 2010

Corrección politico-lingüística

Estábamos reunidos unos cuantos miembros (y miembras) de asociaciones diversas de padres y de profesores. Se trataba de  ayudar a redactar un documento sobre orientación familiar y, hasta aquel momento, no había demasiados problemas en encontrar consenso, a pesar de las diferentes opciones ideológicas de la gente que allí estaba. Por muy distinto que pensemos, no hay problemas en proclamar que la responsabilidad, el esfuerzo o la generosidad son competencias que deseamos para nuestros hijos. Pero, de pronto, alguien, una voz oficial, sugirió que la igualdad de género era una competencia que había que fomentar. Y más aún: ¿Por qué el documento estaba redactado de forma tan sexista? ¿Por qué se decía "los padres" y no "los padres y las madres"? ¿Por qué los cuidados paternales" y no "los cuidados paternales y maternales"? Etcétera. Escrito de manera tan atrasada, -nos avisó-, el documento no recibiría las bendiciones del gobierno foral. La sociedad estaba avanzando y el lenguaje debía adaptarse al progreso. No podíamos seguir expresándonos de forma patriarcal porque el lenguaje moldea el pensamiento y bla, bla, bla.
Como ya se veía venir, todos y todas de los y las que estábamos allí, agachamos la cabeza.Yo apunté tímidamente, como filólogo, que el idioma español, por carecer morfológicamente de género neutro, expresa significados que agrupan el femenino y el masculino mediante uno de los dos géneros, pero nunca el masculino de forma exclusiva. Por ejemplo, se dice "la familia" o "la pareja" y no "el familio" o "el parejo" (aunque, quién sabe, con las uniones homosexuales a lo mejor ahora les da por imponer estas expresiones... vaya, ya estoy dando ideas). Dio igual lo que yo dijera o mejor, lo que recomendase la Real Academia. La persona (o persono) que defendía la igualdad siguió erre que erre, aunque se puso nerviosa (o nervioso) cuando sugerí que el avance que proponía era sobre todo en corrección política.
Al final, como decía, se quedó en revisar el estilo del documento. En algunos lugares de América del Sur se denomina "corrección" a la marabunta de hormigas comelotodo. Algo así es la corrección en materia lingüística: arrasa todo cuanto pilla a su paso.

viernes, 29 de octubre de 2010

Vargas Llosa, el liberal

Semanas después de la concesión del Nobel a Vargas Llosa, la gente sigue parándose para felicitarme. Todo esto estaría muy bien si no fuera porque Mario todavía no me ha telefoneado para repartir beneficios. En cualquier caso, compruebo que muchos (más en Hispanoamérica que en España) siguen repitiendo el sofisma de que hay dos Vargas, uno "bueno" y otro "malo". El bueno sería el intelectual de los años sesenta, el autor de Conversación en la catedral, el escritor comprometido con la izquierda y la causa cubana. El malo es el vendido al Capital, el ganador del premio Planeta, el neoliberal cínico y sonriente. "Si se lo hubieran dado a finales de la década del sesenta hubiera sido justo", declararon medios oficiales del castrismo, como si tuvieran que habérselo quitado después.
A mí me parece, en realidad, que esta división es falsa: Vargas Llosa ha sido, con todos los matices que Uds. quieran, el mismo. Es decir, el mismo hombre descreído y relativista, alérgico al dogmatismo y a la autoridad absoluta. Si uno se molesta en leer, por ejemplo, una conferencia clásica del año 67, "La literatura es fuego", encuentra afirmaciones como la siguiente: "Tendremos que seguir [los escritores] demostrando que el dogma, la censura, la arbitrariedad son enemigos mortales del progreso y la dignidad humana, afirmando que la vida no es simple ni cabe en esquemas, que el camino de la verdad no es siempre liso y recto, sino a menudo tortuoso y abrupto, demostrando con nuestros libros una y otra vez la espantosa complejidad y diversidad del mundo y la ambigüedad contradictoria de los hechos humanos". No sé de qué se extrañan algunas gentes de la izquierda radical: con estas ideas era imposible que durara mucho tiempo echándole incienso a la revolución.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Happy World

Al principio teníamos un poco de angustia. Todo ese aire nuevo circulando por las nubes y los aviones echando el gas por encima de los edificios. Las informaciones eran confusas. Seguro que están echando heroína diluida, decía el abuelo. Pero el abuelo no se entera: la droga no tiene ese color tan raro. Además, en el telediario vimos a nuestro presidente advirtiendo de que sólo se trataba de una medida sanitaria. Para conseguir una mejor salud social era necesario que viéramos las cosas responsablemente. Que actuásemos con serenidad. Que saliéramos a la calle sin miedo.
Y salimos. Primero los mayores y luego los niños. Para nuestra sorpresa todo olía mejor, como una especie de almizcle y especias finas. Alguno quiso de pronto llevar la contraria y se tapó la nariz un par de minutos, pero luego no pudo más y tragó todo de golpe. Pasada una media hora vi al primer hombre abrazando a una mujer. Era tanta nuestra armonía que se desataron las lenguas y todos hablamos a la vez, con la misma voz y las mismas palabras. La gente se quería. Algunos se tiraban a la hierba del parque y se besaban, pero la mayoría preferíamos hacerlo en cualquier lado. Tanto nos queríamos que nos daba igual quien se echara en nuestros brazos. Cuando a alguien le entraba el miedo, íbamos al centro de salud y regresábamos con los remedios oportunos.
Por eso estamos aquí, ahora, todos de la mano, unidos en un mismo ideal, persiguiendo con palos y cuchillos a quien se opone a nuestra felicidad. No vaya a ser que algún intolerante haya salido con mascarilla.

martes, 26 de octubre de 2010

Inercia uruguaya

Desde mi última entrada no he vuelto a entrar en el blog. En ese tiempo estuve en Uruguay, hartándome de clases y de dulce de leche. A propósito de este manjar, un día metí la pata hasta el fondo delante de mis alumnos:
-Borges es más argentino que el dulce de leche, dije. 
Nunca soltara semejante cosa: ahí tuve que pedir perdón de inmediato y, además, reconocer que el dulce de leche uruguayo es riquísimo, mejor que el argentino (algo que, me perdonen mis amigos argentinos, creo sinceramente). Es curiosa la relación que existe entre los alimentos y el espíritu patriótico de cada uno. Podemos disfrutar de las bondades de los otros pueblos, pero jamás aceptaremos que nuestro vino, nuestro aceite o nuestra carne sean iguales o peores. Es una opinión que he visto confirmarse en muchos países, empezando por el mío.
Entre Buenos Aires y Montevideo hay diferencias aunque sea un tópico decirlo. La primera se vive a toda velocidad, mientras que en la otra uno se deja llevar por el paso de las horas. Cierta tristeza como de provincias, cierta indolencia indefinible se apoderan de la ciudad y de quien la habita. Por allá se ve a la gente a pasar las tardes de los domingos mirando el inmenso Río de la Plata. La cosa se pondría poética si no fuera porque muchos se meten con el bocata de chorizo en el coche para contemplar el espectáculo. Pero esa mezcla de grisura y choripán no quita para que Montevideo sea también un lugar entrañable, con bonitos edificios art decó y una Rambla maravillosa. La tentación sería hacer literatura y citar algún cuento de Onetti, pero yo me acuerdo de lo que me dijo un alumno perspicaz:   
-Uruguay está bien para pasar la infancia o para quien haya cumplido ya más de cuarenta años.
A mí -que estoy hace tiempo metido en uno de esos dos grupos de edad-, se me pegó la inercia montevideana. 

lunes, 18 de octubre de 2010

Extrañas coincidencias

En su diario Bioy Casares anota que un día le comunicó a Borges:
-Dentro de unos días viene Enrique Anderson Imbert a Buenos Aires.
A lo que el otro respondió:
-Qué bien, en medio de tanta gente, a lo mejor tendremos la suerte de no encontrárnoslo.
Borges se equivocaba: en Buenos Aires te encuentras a todo el mundo. El otro día había quedado yo en la avenida de Mayo con una amiga escritora y, antes de llegar, vi a un colega español comiendo tranquilamente tras la vidriera de un restaurante.
-Pero, ¿qué haces aquí?
-Pues nada, yo, de paso para Paraguay me he quedado un día. ¿Y tú?
-Yo voy a ver a M. a una cuadra de aquí.
-Ah, pues te acompaño, porque también quería saludarla.
Ahora vuelvo de una visita a un museo de arte latinoamericano, el MALBA. Mientras estaba intentando que me gustara un cuadro de Botero, escuché una voz detrás:
-¿Javier?
Zas, una ex-alumna que está cursando un semestre en una universidad de acá.
No digo yo que estas coincidencias no sean agradables, que lo son. Pero el asunto empieza a inquietarme. Si sólo llevo unos pocos días y ya me he encontrado con dos personas conocidas, ¿qué me sucederá en el futuro? Las posibilidades de otros encuentros menos felices aumentan. ¿Y si, por ejemplo, mañana me encuentro, un suponer, a Zapatero buscando libros de su autor favorito, Borges, en una librería de la calle Corrientes? Lo mejor es que haga ya las maletas y salga de esta ciudad tan atrayente.

domingo, 17 de octubre de 2010

Diario de viaje de Bioy

A mí me parece que, cuando a los escritores famosos les publican un libro póstumamente, por algo será. Normalmente sólo hay dos opciones posibles: o el texto es malo, o muy malo. Sin embargo, del diario de Bioy Casares han ido saliendo cosas interesantes como aquella selección monumental dedicada a Borges. Ahora aparece esta miniatura, Unos días en el Brasil, que refleja sus experiencias en un congreso del PEN club en Río, allá por 1960. Se lee de una sentada esta historia que empieza con un recuerdo galante durante un crucero galante nueve años atrás. Bioy está desayunando tranquilamente en el comedor del barco y de pronto pasa junto a él una joven y bellísima pasajera que "con asombrosa lentitud" se desploma. "Me explicaron que se habría desmayado de amor por mí", recuerda Bioy, "era una brasilerita droada y rojiza, de ojos azules". Por supuesto, el homenajeado no desaprovecha la ocasión y mantiene un affaire parisino con Opheliña que concluye en una despedida romántica hasta el día en que vuelve a Brasil. O, mejor dicho, no se reanuda, porque Bioy va anotando la esperanza absurda de reencontrársela por la calle, mientras describe con fina ironía el ambiente del Pen club, lleno de pesados y vanidosos.Al final hay una sorpresa que no contaré, porque el texto, sin proponérselo, se va pareciendo a un cuentod e trama ligera pero agradable. En resumen: una obra menor que interesará a quienes gustaron de otros libros de Bioy.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Caminatas por Buenos Aires


De nuevo en Buenos Aires, voy anotando impresiones de viaje. Me gusta andar solo y confundirme con la gente. Como dice Bioy Casares en un diario de viaje a Brasil, probablemente juego a los riesgos de la aventura y de la soledad, sin correr riesgo.

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Visita a una escuela de Letras, situada en el octavo piso de un venerable edificio de principios del siglo XX. Fue construido para acoger a la embajada austrohúngara, pero, tras la Gran Guerra, debió utilizarse para otros fines. Mientras subimos en el tranquilo ascensor de hierro forjado, contemplo, piso a piso, las ruinas en que se ha convertido la casa por dentro. Al llegar arriba, nos abren la puerta y nos encontramos con un local modesto pero pulcro, con puertas y pasillos que recuerdan un esplendor no tan lejano. Desde la terraza, sombreada por una torre belle époque, se divisa el Río de la Plata, magnífico, y los intermitentes rascacielos de Puerto Madero. Hablamos con los responsables de la iniciativa de la escuela de escritores, que tiene más de doscientos cincuenta alumnos. Los directores parecen gente seria y entusiasta. Por fortuna ella es economista y él ingeniero. Estas cosas es mejor no dejarlas a los de letras.
Al regresar por el ascensor, se me ocurre que quizá Buenos Aires sea, a una escala mayor, como lo que he visto en el edificio austrohúngaro : una decadencia interminable y, al mismo tiempo, una vitalidad sin límites.

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Me gusta husmear en las librerías de saldo, abiertas con su boca sucia a la vereda de la calle Corrientes. Algunas veces encuentras tesoros, aunque casi lo más sorprendente sean esos fondos inacabables de álbumes ilustrados de los años setenta del siglo pasado, del tipo Grandes batallas de la historia o Enciclopedia del fútbol argentino. Entro en una de mis librerías favoritas: muy cutre y mugrienta, con las paredes decoradas a spray con los nombres de escritores célebres. Algo así como el canon literario del dueño: Lorca, Shakespeare, Freud, Borges, ¡Marechal!, Catulo, Lacan, Cervantes... el Señor. Me quedo pensando un momento y, de pronto, caigo en que se refiere al Autor de la Biblia.

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Alguien me enseña una fotografía reciente del periódico La nación en la que sólo se muestran en primer plano las piernas de Angela Merkel junto a las de Cristina Fernández de Kirchner. "Las piernas no son muy lindas", me dice agudamente, " pero es como un símbolo de los dos países y sus presidentas. La Merkel tiene las plantas bien gordas y en el suelo, y la señora K. está con esos tacones altísimos, como en el aire y con equilibrio precario".
Creo, por cierto, que la foto demuestra unas dotes de observación muy femeninas; y el comentario, esto sí lo puedo decir con certeza, me lo ha hecho una mujer.



domingo, 10 de octubre de 2010

Adiós

Nunca me gustó demasiado la poesía de Enrique Molina. Lo intenté una y dos veces. A la tercera fue la vencida, por culpa de un manual de literatura hispanoamericana que estuve terminando antes de que él terminase conmigo.
Este poema de Molina lo escribió poco tiempo antes de morir y se titula "Adiós". Lo seleccionó Luis Alberto de Cuenca en sus Cien mejores poesías de la lengua castellana.


Un día más, sólo un minuto más, para estar vivo

y despedirme de cuanto amé.

Para decir adiós a las cosas que vi y toqué mientras moría.

desde el instante mismo en que nací.

Y vino el niño con el premio que ganó en el colegio por su sabiduría,
y el ala de la gaviota golpeando en el infinito con su vuelo,
vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa
mujer que estuvo a mi lado, en el lecho sin que yo lo supiera,
y el río con su lenta corriente musculosa
a través de cada mueble, de cada objeto y de cada gesto
de quien me ve partir, ¡oh, Dios mío!

Un instante más aún en el suelo que pisé,
en el aire de mi respiración
sofocada por el amor, en los vestigios de la pasión
con cuanto -mosca o sol- me deslumbró en este extraño
planeta, donde perduré año tras año, presintiendo
este límite de espumas, este revuelto torbellino
de la despedida, yo, que tanto fui deslumbrado
por la centelleante atracción de la tierra,
por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundo
en mi destino.

Así pues, despídome de los caballos, de la canoa,
los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame
una vez más mirar las flores y la lluvia. Es éste
el trágico momento en que uno descubre
el delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,
el instante supremo de decir adiós
a cuanto se adoró en esta vida.


PD: Cuando descubrí este poema, me entusiasmó y se lo leí en voz alta a mi mujer mientras estábamos en el coche esperando a que los niños salieran del colegio. Era tan emocionante y estábamos los dos tan conmovidos que, cuando T. pegó un golpetazo en el cristal para que le abriéramos, nos dio un susto de muerte.


jueves, 7 de octubre de 2010

Se lo merece

-Bueno, por lo menos se lo han dado a alguien famoso, no como siempre, que se lo dan a una rumana que no la conocen ni en su casa a la hora de comer, dijo mi mujer.
-Según, le contesté yo.- Hace años puse en un examen una pregunta sobre su obra y un alumno algo duro de oído escribió "La narrativa de Bargachocha".
-Eso te pasa por no molestarte en hacer copias en papel de las preguntas. Eres un vago.
-Eso es verdad, un vago y un irresponsable. ¿Y sabes qué? Que cuando estuve en Münster dando un curso sobre literatura peruana contemporánea, les pregunté a los alumnos quién era Vargas Llosa y sólo dos sabían quién era. Y uno de ellos tenía sesenta años por lo menos.
-Vaya, pues la cultura general de tus alumnos alemanes dejaba mucho que desear.
-No te digo que no. Pero también es verdad que en la literatura siguen funcionando los idiomas como pequeños guetos. El peso internacional de un autor depende de sus traducciones, de las políticas editoriales, hasta de la imagen que tiene su país en el resto del planeta... A Vargas Llosa lo conocemos en España gracias a que él vivió aquí mucho tiempo, se consagró en nuestro país y sus libros se han promocionado a bombo y platillo durante cuarenta años. Y, sin embargo, en cuanto sales de nuestro país o de Hispanoamérica... mira, mis alumnos alemanes no tenían ni idea.
-Bueno, pero, ¿se merece el Nobel, o no?
-Sí, sí, me parece que sí. Además, su mejor novela, La fiesta del chivo, la vi traducida al alemán en todas las librerías este verano.



miércoles, 6 de octubre de 2010

Micros desde Texas

A los profesores de universidad (y más si somos filólogos) nos cuesta entrar en el mundo del blog, pero poco a poco vamos llegando, y aquí está, por ejemplo, el viaje al Parnaso que hace José María Martínez, colega mío que ejerce en Texas. Otra coincidencia: es autor de microrrelatos. Algunos me los mandó el otro día y, como me gustaron, aquí los dejo:


1) Y, en el clímax de su primera riña conyugal, el príncipe le espetó:

-¡Ojalá nunca me hubieras dado aquel maldito beso. Ahora estaría tranquilamente con mis amigos, croando a la luz de la luna.

2) Su trabajo de espía le había deparado un sinfín de emociones y fatigas, y ahora, ya al final de su carrera, esperaba con dulce impaciencia la llegada de su jubilación. Su última misión, además, se encontraba a punto de concluir: esperar al contacto ("Jimmy"), pronunciar la palabra convenida y extender su mano para recibir el disquete. Sólo –le habían dicho– tendría que mantenerse especialmente frío y sereno, porque el contacto era un tipo meticuloso y desconfiado que haría fuego ante el menor imprevisto. Fue una lástima, pues, que su primer acceso de amnesia le sobreviniera al saludar a "Jimmy".


3) Cuando levantaron el cadáver, en la plaza, todos se quedaron sorprendidos: debía ser extranjero, porque había muerto con una sonrisa en la boca.


4) …pero el peculiar balido de la cuarta oveja le mantuvo en vilo toda la noche.



lunes, 4 de octubre de 2010

Ya no

La verdad es que internet hace mucho por la poesía. Lo que no sé es si lo que hace está bien o mal. Hay cantidad de páginas que son un homenaje a la cursilería más tremebunda. El otro día me topé con esta versión de un conocido poema de Idea Vilariño -Ya no- que ha sido copiada en multitud de páginas de la Red. Lo malo es que está totalmente destrozado por las ultracorrecciones en forma de comas, puntos, puntos suspensivos, etc. Esto es lo que uno se encuentra normalmente si lo busca en internet:

Ya no será...

Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.


Esta versión es un desastre, porque, tratando de enmendar la plana a Idea Vilariño, domestica la fuerza de su poesía. Así se cargan la dureza original de esos versos desolados que prescinden de puntos y comas porque entorpecen lo único que se quiere expresar: la frustración del amor a través de un monólogo doloroso y delirante. Aquí va lo que de verdad escribió Idea Vilariño:

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
porque me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

sábado, 2 de octubre de 2010

Arte de escuchar

"Contóle el anciano a Lavrestskii cómo Glafira Petrovna, antes de morir, se mordía las manos y después de un silencio, dijo: "Toda criatura es pasto de sí misma".

Esto se lee de manera casual en Nido de nobles de Turgueniev. Y, como si no hubiera pasado nada, el relato sigue su curso, olvidado ya de la pobre Glafira y con sus protagonistas ocupados en otros quehaceres de la acción principal. Pero, ¿cómo se le ocurrió a Turgueniev una anécdota tan sobrecogedora? Seguro que no fue su imaginación la que le proporcionó ese instante de horror. Debió de tomarla de la vida real y la incluyó en ese momento fugaz de su novela. Así son los narradores clásicos: gente hábil en el arte de escuchar.

viernes, 1 de octubre de 2010

El asalto

-Ten mucho cuidado, papá, me dijo uno de mis hijos pequeños antes de salir.
No fue para tanto. Bogotá no me pareció más peligrosa que otras capitales americanas que he conocido. De hecho, en los cinco días que pasé allá, la única vez que me atacaron fue enfrente de la iglesia de San Agustín. El tipo que se acercó venía armado con una chaqueta gastada y una sonrisa de enfermo. Nos lo habíamos cruzado poco antes y nos saludó con obsequiosa amabilidad mientras aparentaba ir en dirección contraria . Luego, debió de volver sobre sus pasos y nos alcanzó. Nos preguntó de donde veníamos y mi colega dijo que de Argentina y yo, de España. "¡Qué bonita es Bogotá!, ¿verdad, amigos míos?", exclamó de pronto, y a partir de aquí nos largó su conferencia. La performance consistía en un discurso que incluía varios registros: el erudito informativo ("Amigo español, ¿sabía usted que aquí vivió el gran José Celestino Mutis?"), el biográfico ("soy un investigador de la vida de esta ciudad a la que amo desde siempre"), el patriótico ("nací en Cali, la tierra de la salsa"), el patético sentimental ("el pueblo colombiano es una víctima, yo mismo soy un desplazado de las Farc"), etc. Realmente era un charlatán genial. Intenté, con disimulo, darle al botón de la grabadora de mi móvil, pero no lo conseguí. Me quedé con las ganas, porque sacar el aparato del bolsillo, me daba un poco de corte. Entretanto, poco a poco, modulando la voz en timbres agudos y graves, entre pausas y gorgoritos, el sujeto siguió con su rollo hasta que se detuvo por fin y, alzando una mano al cielo, gritó:
-¡¡¡¡¡¡Viva Colombiaaaaa!!!!!!
Luego nos dejamos conducir por él hasta la iglesia, en donde pudimos comprobar que no tenía ni idea de arte. El hombre se debió dar cuenta de que nos empezábamos a aburrir como monas y salimos fuera de nuevo.
-Amigos míos, ¿creen ustedes que este encuentro ha sido casual? No, amigos, no, ha sido el mismo Jesucristo quien nos ha puesto en el camino.
Él sonreía y hablaba sin parar, pero el efecto sorpresa se había pasado. Por fin, no sé cómo, consiguió llegar al punto que más le interesaba. ¿No tendríamos mil pesitos para tomar el bus? Al ver que mi colega extraía más billetes de la cartera, sugirió un aumento de tarifa: si llegábamos a seis mil, podría comer ese día. Pobre de él, con lo enfermo que se encontraba...
Todavía nos dio algún consejo acerca de qué museos e iglesias nos convenía ver y por qué calles no debíamos transitar. Al terminar, nos despedimos tan amigos y nosotros seguimos paseando por el barrio bogotano de la Candelaria, al que no le falta nada para sentirse en el Siglo de Oro, ni siquiera su Lázaro de Tormes.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Palabras en Colombia

He estado fuera. Me fui a Colombia seis días y aviso de antemano que no voy a meter apenas fotografías, porque este blog es sobre todo verbal. Las palabras pueden valer más que cien imágenes, porque la imaginación corre a cuenta del lector. Palabras, sólo palabras de un país que no conocía, como las que fui anotando en mi cuadernito. Algunas eran creaciones asombrosas: "Alimentos Rapisabrosos", rezaba un cartel de un bar de carretera; o también aquel otro anuncio de "Distripollos El olivo" (Distribuidora de pollos, se entiende). También vi fugazmente un cartel sobre Hormigas culonas, pero nunca descifré que querían venderme en realidad.
El arte para la retórica sorprende a cada paso, incluso en las situaciones menos comunes para el viajero desprevenido. A veces sirve para suavizar -o no-, las cosas que ves. Al entrar en Bogotá, por ejemplo, cruzas un cordón policial armado hasta los dientes y un letrero que dice: "La policía local le saluda" (la educación, ante todo). Y en el interior del país, al pasar un retén militar, un cartel gigante me explicó: "Maneje seguro: el ejército está en la vía. ¡Dios concede la victoria a la constancia!". No quiero frivolizar con todo esto: la violencia en el país ha sido una enfermedad endémica, al menos, desde el bogotazo (otro neologismo eficaz) del 48. Pero no se puede negar que la retórica impregna la vida cotidiana, incluso en las situaciones más serias.
Y para terminar, un juego maestro de palabras a cargo de un anónimo aparcacoches de Tunja. Estábamos aparcando hacia atrás y el hombre fue guiándonos desde el exterior:
-Dele, dele, dele, dele, dele.
De pronto se oyó un golpe en la parte de atrás. Y nuestro ayudante sólo dijo:
-Le dio.