viernes, 31 de julio de 2009

Cuestión de método

Profundamente conmovido, el torturador se acerca a la víctima y le pregunta:
-¿Por qué? ¿Por qué nos hiciste tanto daño?
Desconcertado, el otro no sabe qué responder. Pero tampoco puede hacerlo porque le han tapado la boca y atado las manos.
-¿Por qué? ¿Por qué me obligas a preguntarte? ¿Por qué no quieres escuchar y contestarme? ¿Es que os hicimos algo entre todos? ¿Pero qué fue? ¿Por qué se empeñan, tú y los que son como tú, en querer destruirnos? ¿Por qué nos odian tanto? ¿Por qué, por qué, por qué?
Las preguntas continúan durante una hora sin respuesta aparente.
Después el torturador -un hombre de mediana edad-, abandona la habitación y entra una mujer de mirada inteligente que repite el interrogatorio durante otros sesenta minutos, hasta que la sustituye otro individuo, en este caso un viejo famélico. Y así van sucediéndose horas y torturadores durante siete días.
Al octavo el culpable confiesa ante la sociedad, víctima de sus conjuras, todos los crímenes que en realidad no ha cometido y, de paso, denuncia a sus hijos, a su mujer, a sus padres y hermanos. Luego se siente extrañamente sereno y aliviado.
Le dan a elegir entre la hoguera, la cámara de gas o los leones.

miércoles, 29 de julio de 2009

De librerías


El pasado lunes Marina y yo cumplimos la mayoría de edad a la vez: hace dieciocho años que nos casamos. Para celebrarlo nos fuimos a Oporto un par de días con el permiso de nuestros mayores, es decir, de los niños. Oporto tiene la belleza que le presta su misma decadencia, pero quédense tranquilos porque no voy a hacer una innumerable enumeración de encantos turísticos. Sólo me voy a referir a uno de esos lugares-a-los-que-se-debe-ir: la librería Lello e irmâos "la librería más bonita del mundo", según Enrique Vila-Matas. En efecto, al entrar uno se encuentra entre maderas nobles, vidrieras elegantes y adornos modernistas. La recargada escalera que da acceso al segundo piso es un prodigio de imaginación y aprovechamiento del espacio. Un carrito lleno de libros asoma de lejos y se desliza por unos rieles a lo largo del pasillo. Y allí mismo, al fondo, un busto de Eça de Queirós preside discretamente nuestro paseo por los libros.
Hasta aquí todo muy bien, pero mi espíritu crítico siempre me impide, quizá, gozar de las cosas sin pensar algo más en ellas. Y es que la famosa librería tiene, al menos para mí dos defectos: el primero, el más obvio, reside en que no tiene tantas existencias y su surtido parece hecho para agradar al turista o sencillamente para llenar estanterías. Demasiada scara para poca fruta. De hecho, no hice ningún descubrimiento en letra impresa (salvo un librito, mo torear aos espanhois, que me hizo reír un rato, aunque no fuese ninguna maravilla). Las librerías, para el lector, son como las iglesias para el creyente: no sólo interesan por su envoltorio artístico, sino para leer o para rezar.
El segundo inconveniente no se puede achacar a la librería, sino más bien a nosotros mismos. Se trata de nuestras expectativas antes de entrar. Ya sabíamos de antemano que nos encontraríamos en un espacio "bonito" porque nos lo habían dicho Vila Matas, la oficina de turismo, la guía impresa a todo color y una gina de internet. Walter Benjamin observaba que la fotografía, el arte de reproducir imágenes, había matado el aura de la obra de arte. Desde la modernidad ya no tenemos una visiónnica" de los lugares hermosos. Estamos prevenidos a favor de ellos, sabemos que nos vamos a emocionar antes de verlos. Pero la Belleza, así con mayúsculas, debiera tener algo de sorpresa, incluso de magia inconsciente. Borges daba gracias a la divinidad por la existencia de "la rosa, que prodiga color y no lo ve". En mi caso, me ha impresionado más entrar en otras librerías, también muy hermosas, pero en las que yo no estaba preparado para encontrármelas tan arregladitas. Fue en aquel entonces un golpe de Belleza imprevista.
De todas formas, si alguien viaja a Oporto, que no me haga demasiado caso y vaya a la dichosa librería. Vale la pena.

lunes, 27 de julio de 2009

Las gafas

Las gafas están hechas para perderlas. Día tras día ellas imponen su frontera de cristal entre nosotros, los miopes, y las cosas. A cambio de esta pequeña molestia, nos permiten llevar una existencia más tranquila, dibujándonos el mundo con líneas más claras. Pero de vez en cuando conviene perderlas para que la vida sea menos aburrida y evidente. Uno de mis hijos, que ha heredado despiste y miopía de su padre, acostumbra a dejarlas entre su ropa, debajo del radiador o encima del retrete. Su vida cotidiana está llena de sobresaltos y encuentros felices. Perder las gafas, siempre que sea por un rato, es una pequeña tragedia que da color a la rutina gris de los días. Esto lo saben bien algunos poetas, esa gente que presume de ver mejor que nadie el fondo de las cosas. "Luz, más luz", pedía Goethe antes de morir. En una situación parecida, Fernando Pessoa, no menos clarividente que el alemán, preguntaba con modestia portuguesa dónde estaban sus gafas.

viernes, 24 de julio de 2009

Tirano Banderas

Encuentro un ejemplar de Tirano Banderas tirado en la cama de mi hijo mayor. Es la misma vieja edición que yo leí cuando tenía su edad: dieciséis años. Todavía recuerdo el lugar donde descubrí la novela que decidió por mí la carrera que había de estudiar: era en un recreo del colegio y me tocaba hacer vigilancia del patio. Una de esas tareas que le toca hacer a los alumnos para que el profesor de turno se vaya a tomar un cafelito. Debía de ser primavera, abril o mayo, de 1980. Cayó ese libro en mis manos, lo abrí y ya en la primera página un personaje decía: "Mi jefesito, en estas bolucas somos baqueanos". Mi revelación fue darme cuenta de que no entendía nada. Animado por ese descubrimiento, fui metiéndome en aquella textura de palabras sonoras y extrañas, y quise averiguar cómo funcionaba la novela de Valle-Inclán. Tirano Banderas es un mecanismo que funciona a la perfección. Y la Filología se me apareció entonces como el medio de desmontar el reloj pieza por pieza y entender cómo funcionaba.
Lo releí tres o cuatro veces, en el colegio y en la universidad. Y continué con todo Valle-Inclán, pero ni las novelas del Ruedo Ibérico ni las de la Guerra Carlista, demasiado deshilvanadas, me conquistaron, aunque entonces no lo reconociera. Por supuesto, las Sonatas y el teatro han envejecido mucho mejor.
Tirano Banderas fue seguramente mi primer amor puramente literario. Frases como "Don Celes Galindo, orondo, redondo, pedante" o "la noche brillaba en los ojos de los jaguares" se me quedaron prendidas en la memoria hasta hoy. No estoy seguro, sin embargo, de que experimentase la misma fascinación si volviese a aquel amor de juventud. Es lo que suele suceder con este tipo de reencuentros. Quizá haya algo de españolada en toda esa acumulación deslumbrante de americanismos de toda procedencia, esa síntesis de vocabulario que parece decirnos que da lo mismo Chile que Honduras, que es igual Buenos Aires que Guanajuato.
Pero esto es una simple ocurrencia: tendría que volver a leerlo y para eso habría de quitarle el libro a mi hijo. Además, espero que a él no le suceda lo mismo que a mí. Estudiar Filología ha sido una de las mejores decisiones que he tomado nunca. Pero eso fue mi vida, no la suya.

jueves, 23 de julio de 2009

Scherezade

Scherezade cuenta unas historias aburridísimas, llenas de descripciones interminables y análisis psicológicos inacabables. El sultán, que padece insomnio desde hace años, se duerme a los cinco minutos de escuchar el primero de sus relatos. Cuando se despierta la mañana siguiente, se encuentra tan bien que, agradecido, le perdona la vida a condición de que le siga contando cuentos. Después de mil noches reparadoras, se siente curado de su crónica falta de sueño. Y está tan entusiasmado que le hace entonces a la muchacha que ella no puede rechazar.
En la noche de bodas, el sultán espera impaciente en el lecho a su esposa. Scherezade, que se ha casado sin estar enamorada, sale del baño y, sentándose al lado de su marido, le empieza a contar una de sus historias.

miércoles, 22 de julio de 2009

Regalos de viaje

Adolfo Bioy Casares publicó un libro, De jardines ajenos, que recopilaba frases curiosas que le habían llamado la atención a lo largo de su vida. Allí había de todo: desde aforismos inteligentes hasta barbaridades de las que se pueden leer en los urinarios públicos. No creo que yo publique nunca un libro semejante, pero de un tiempo a esta parte voy anotando frases ajenas que me llaman la atención, sobre todo si salgo al extranjero, cuando el viajero tiene los ojos más abiertos. En Ponte de Lima me llamaron la atención, en un cuarto de baño, unas instrucciones para lavarse las manos explicadas en once pasos ilustrados gráficamente. La primera de ellas decía así: "Para lavarse las manos es preciso tenerlas visiblemente sucias".
Para que no se quede sola esta frase anoto ahora otras tres, recogidas por azar en otros lugares del planeta. Que no se enfaden, por favor, mis amigos portugueses, uruguayos y mexicanos: en España hay miles y miles de frases curiosas, llamativas, absurdas o extravagantes repartidas en carteles, folletos, anuncios. De algunas me doy cuenta y de otras... son mis ojos españoles las que no las detectan porque me falta distancia.


¡No se pierda nuestro programa de puntos! Con la compra que usted ha realizado (dos euros) usted hubiese ganado UN PUNTITO. Conserve este ticket para devoluciones (ticket de compra en un supermercado de Montevideo)

Por favor, manéjese con dulzura (Aviso pintado a la entrada de un garaje en Mérida (México). Buen aviso para españoles bruscos, por cierto)

Los italianos hablan. Nosotros volamos. Roma, a una hora y quince minutos (publicidad de la compañía Swiss en el aeropuerto de Zurich. Los suizos, haciendo amigos...)

martes, 21 de julio de 2009

Escapada portuguesa

Ayer nos escapamos Marina y yo tres horas a Portugal, en concreto a Ponte de Lima. Un pueblo con ese nombre no puede ser feo. Al llegar, todo muy portugués: las calles muy pulcras, los jardines exquisitos y esos edificios siempre distintos a pesar de ser iguales. Un cierto aire aristocrático por todos lados. Ese espíritu que contrasta cuando te fijas en el aspecto modesto de la gente. Cruzamos el puente medieval, rectísimo y de piedra negra que se va volviendo verde, verde como el vino, cuando se acerca al agua. Paseamos a la vera del ancho río, delante del pueblo, entre parras y hortensias azules. Sensación de estar fuera del tiempo.
Y, por fin, los contrastes. En la plaza del pueblo estaban desmontando un espectáculo de karaoke y allí mismo entramos en una confitería varada en los años cincuenta. Compramos pasteles, esos dulces portugueses que parecen los infames mataquintos de mi tierra, pero que en realidad son finísimos encajes de azúcar, huevo y harina. Y luego descubrimos la estatua ecuestre de un legionario, coloreada como si hubiera salido de las Fallas. Era espantosa, casi risible, pero me fijé que nadie la había atacado. En nuestro país hubieran pintado bigotes a la cara del tipo y en la entrepierna del caballo. Con razón mi madre siempre decía que los portugueses eran más pobres, pero también más civilizados que los españoles.

lunes, 20 de julio de 2009

Tempus

El otro día fui a ver a María Rosa Lojo, importante escritora argentina y buena amiga, que andaba de paso por Galicia. Habíamos quedado en el campus de la universidad de Vigo, cerca de mi casa de veraneo. En teoría a unos quince minutos de coche. Tardé cincuenta, porque en Galicia todos los caminos conducen a todos los lugares, por decirlo borgianamente. Después de un paseo por carreteras y corredoiras en medio del monte, y de cuatro indicaciones equivocadas, llegué a la cafetería de la universidad, donde me estaba esperando María Rosa. Pasamos un rato agradable con otros tertulianos que se nos unieron: el escritor gallego XavierAlcalá y dos chicas muy espabiladas, Natalia y Penélope, que luego resultaron ser agentes literarios.
A mediodía me llevé a María Rosa a comer pulpo a un lugar al pie de la ría. Nos dimos un atracón, pero no doy más pistas porque corro el riesgo de que demasiada gente se entere y luego el sitio se estropea. Y para bajar la comida nos fuimos a pasear a Pontevedra, la bella escondida de Galicia, donde hablamos de lo divino y de lo humano.
María Rosa es una de las mejores escritoras argentinas del momento (o "la mejor escritora argentina de la historia del mundo", que decía Xavier Alcalá). Ha escrito ensayo, novela, cuento y poesía, todo en un estilo elegante y de forma inteligente. Uno tiene debilidad, sobre todo, por sus Historias ocultas de la Recoleta y por su excelente novela Finisterre. Y me gustaría mucho que llegase a publicarse en España su hermoso libro de memorias familiares, Árbol de historias, todavía inédito en su propio país.
Otro día hablaré más de la obra de María Rosa, pero hoy quería acabar con un comentario suyo, acaso muy común, pero que me hizo pensar. "En cierta etapa de la vida ya vas calculando cuánto tiempo tienes para hacer cada proyecto y vas desechando o eligiendo en función de eso". A mí, de un tiempo a esta parte, me pasa igual. Y pienso: así que esto es la madurez... Algunos alumnos míos del taller de poesía de la universidad parecían sentir una especial atracción por el tema de la muerte y de la aniquilación de todo en sus composiciones. A mí, me pasaba igual, creo, a su edad. Para mí entonces, como para ellos, el tempus fugit sólo era un tema literario.

viernes, 17 de julio de 2009

Diente al canto

Jueves, 7:30 de la tarde. Avenida de la playa de Samil, Vigo. Me dispongo a cruzar el paso de cebra con mis tres hijos pequeños. Cuando todavía no hemos llegado a la mitad -la avenida tiene tres carriles por cada sentido-, escucho una voz que grita desde abajo:
-¡El diente! ¡¡¡Se me ha caído el diente!!!
Es Tomás, siete años, al que se le han caído cuatro dientes de leche en las últimas dos semanas. Le va a quedar menos dentadura que al Risitas de la tele.
Enseguida actúo con serenidad, como corresponde en estos casos: suelto dos palabrotas y agarro al niño con firmeza:
-¡Vamos!
Mientras seguimos avanzando, un hermano va consolando a la víctima destrozada por el dolor:
-No te preocupes, Tomás, le dejaremos una nota al ratoncito Pérez.
Al fin alcanzamos la otra orilla y, como el niño sigue llorando la pérdida del diente y su recompensa monetaria, vuelvo atrás, hasta el lugar del suceso. Mientras estoy rastreando por el suelo y mirando por el rabillo del ojo para que no me atropellen, empiezo a acordarme de algún santo especializado en este tipo de pérdidas, San Antonio, Santa Cunegunda o quién sea.Unas chicas me miran preocupadas:
-¿Le pasa a usted algo? ¿Que se le ha perdido?
En cuanto les explico lo que pasa, allá que van esas buenas mujeres, muertas de risa, a hacer su obra de misericordia del día, a consolar al afligido que está desesperado allí lejos, en el otro lado de la acera.
Por fin, veo un cuadrado, pequeño y de color blanco, con un orificio en el centro. Allí está. No tengo tiempo de dar gracias al cielo por el milagro. Lo muestro triunfante a mi público que me aplaude con agradecimiento. A toda prisa, pero siempre mirando a los dos lados, salgo de la avenida con el diente rescatado como si hubiese salvado a alguien de morir ahogado en el mar.
Pero justo en el instante que voy a darle el diente al chaval, me fijo mejor y veo que es una piedra.
-Espera, mejor me lo guardo no lo vayas a perder.
A Tomás le parece muy bien y yo me quedo más tranquilo, pensando que los santos del cielo (o del suelo) me han dado el cambiazo. Me he dado con un canto en lugar de un diente.

jueves, 16 de julio de 2009

Metamorfosis

Se pasaba la vida tumbado en la cama, mirándose el ombligo. Hasta que en cierta ocasión empezó a notar con asombro, con emoción, con miedo, que el círculo central de su abdomen empezaba a perder arrugas y se volvía liso como una lámina plateada. A los dos días el ombligo se había allanado y empezaba a tomar una apariencia casi transparente. Por fin, tras una semana de cuidadosa observación, su superficie quedó limpia y pulida como un cielo redondo o, mejor, como un espejo donde se reflejaba el rostro enamorado de su soledad.

martes, 14 de julio de 2009

Novela blanca

Ayer estaba terminando en la playa una novela cuando voy y descubro que el señor de enfrente tiene la misma que yo.
-Pero si tú no lees best-sellers, Papá, apunta, combativo, uno de mis hijos mayores.
Es verdad, no suelo hacerlo. Pero esta vez me convenció Javier Cercas Rueda y pasé a leer Aurora boreal, de la sueca Asa Larsson. "Un novelón", prometía su reseña. Bueno, pues a ver si es verdad, pensé entonces.
Hoy se ha puesto de moda llamar novela negra a la novela policíaca de toda la vida, lo cual es un poco inexacto, porque lo de la negritud en novela debiera guardarse para las historias de gangsters de Hammett, Chandler, Mac Donald y demás escritores norteamericanos. Ahora que aparecen tantos escritores escandinavos se me ocurre que se podría hablar de novela blanca para todos ellos. Está el blanco de la nieve y de la aurora boreal, por ejemplo. Pero también el blanco de la muerte, la palidez del moribundo y la mortaja.
De entrada nos encontramos con todos los ingredientes convencionales de la novela policíaca actual: un crimen espantoso en la primera página, un golpe de efecto a la mitad y una traca final con mucha sangre por el suelo. Las protagonistas son dos mujeres detectives, lo que hoy en día tampoco es demasiado nuevo, y el sustento ideológico de la novela es el laicismo radical. Todo esto no debiera llamarnos demasiado la atención. Sin embargo, creo que los puntos fuertes de la novela están en otro lado: la escritura sobria y, al mismo tiempo, la gran pasión con que están contados los avatares del personaje principal, Rebeca Martinsson. No es frecuente, me parece, encontrar una novela de género escrita "con las tripas". Y éste es el caso.
La acción transcurre en el norte de Suecia. Un carismático pastor protestante ha sido asesinado en su iglesia de una forma horrible. La investigación va, poco a poco, desvelando la suciedad que hay detrás de esa secta floreciente que está más implicada de lo que parece en el crimen. El blanco de la nieve se funde con la impresión de sepulcros blanqueados de toda esa gentuza. Rebeca Martinsson, antigua seguidora que ha rehecho su vida en Estocolmo, vuelve a su localidad natal para aclarar el caso y, en realidad, para hacer un ajuste de cuentas con su pasado que poco tiene de paraíso perdido.
La pintura del cristianismo protestante es terrible. Como católico, uno echa en falta que los personajes hablen tanto de Dios y luego se "olviden" de Jesucristo, por no hablar de la Virgen María. Parece poco humana esa religión, poco encarnada. Y, sobre todo, que nadie hable (y mira que hablan de la Biblia, tanto los creyentes como los ateos) de que Dios es amor. Esa palabra suena poco, o nada, en los discursos de los pastores. No sé si el retrato que hace Asa Larsson es fiel o se ve movido por esa pasión de la que he hablado antes. Pero, si es mínimamente fiel, el amor falta allí, en las blancas tierras del norte.


lunes, 13 de julio de 2009

Mar en Galicia

En silencio, frente al mar y sus colores -el verde helado, el gris cielo, las manchas blancas, el azul más hondo-, las palabras no pintan nada.

sábado, 11 de julio de 2009

Novelas policíacas

En verano me gusta leer novelas policiacas. Será tal vez porque es una época de nostalgias. De pequeño me daba atracones de lectura con las aburridísimas aventuras de los cinco, de los siete secretos, los tres investigadores y los cien mil hijos de san Luis. Luego, en la adolescencia, me acabé los libros de Agatha Christie que había en casa. Y ya en la carrera abandoné esa afición porque entonces había que ser muy estudioso y muy pedante. Ahora, desde hace algunos años, retomo estas lecturas, aun a sabiendas de que casi siempre me terminan decepcionando al final, incluso las mejores. Pero entretanto disfruto porque seguramente el género, en sus mejores momentos, esconde el arte puro de entretener con un relato. Además, puestos a ponerse trascendentes, Crimen y castigo y Edipo rey fueron historias policiales.
Soy todavía un aficionadillo, pero en los últimos días se me ocurrió este esquema para clasificar a los autores policiales que he ido leyendo:

Clase alta: P.D. James, Hammett, Raymond Chandler, Chesterton, Bustos Domecq (o sea, Borges y Bioy Casares juntos)
Clase media alta: Simenon (es buenísimo, pero lo meto aquí porque sus muchísimas novelas se parecen demasiado unas a otras), Wilkie Collins
Clase media alta con aspiraciones pero sólo-llega-hasta-ahí: Ross Mac Donald, Fred Vargas
Clase media: Agatha Christie, Petros Márkaris, Batya Gur, Sue Grafton, Alicia Giménez Barlett, James Hadley Chase, Donna Leon, Andrea Camilleri, William Irish, Henning Mankell, y un etc. larguísimo. Aquí habría que distinguir entre la honrada clase media (Márkaris, vgr.), los imitamonos (Hadley Chase) y los pretenciosos (Giménez Barlett)
Clase media baja rural: Francisco García Pavón
Clase media baja con aspiraciones de clase alta: Vázquez Montalbán (caspa y esnobismo a partes iguales)
Clase media baja orgullosa de serlo: James Cain
Clase baja bajuna: Jim Thompson
Marginal irredimible: Patricia Highsmith

Por último: que nadie me pregunte por Stieg Larsson porque no lo he leído.

jueves, 9 de julio de 2009

Resurrección

Aunque pudiese abrir los ojos, nada vería en la oscuridad. El hombre yace inerte. Descansa. Pero de pronto sus dedos están resucitando, y luego la mano, y más tarde el brazo entero. Un hormiguero de vida recorre su cuerpo. Y sus dedos se van moviendo entre la sábana, y avanzan, y siguen caminando hasta que, al fin, encuentran el cuerpo de la mujer más bonita del mundo, a su lado para siempre.

martes, 7 de julio de 2009

Recuerdo de Ángel Gaztelu

El domingo -día previo a la cogorza foral- estuve en un homenaje póstumo que le tributaron al poeta Ángel Gaztelu (1914-2003) en su pueblo natal, Puente la Reina. Me había llamado su sobrina, Gloria, para que dijera unas palabras de recuerdo y leyese algún poema suyo. Sin ser extraordinario, Gaztelu fue un estimable poeta. Sus mejores versos son religiosos, como correspondía a su condición de presbítero, pero por lo que quizá ha pasado a la historia es gracias a su cercanía a los tres grandes poetas del grupo cubano Orígenes: Gastón Baquero, Eliseo Diego y José Lezama Lima (por este orden, para mi gusto). En el acto leí este soneto:



Quiero ser como el río, Señor,
dócil al cauce que le da forma;
quiero ser raudo río de amor
siempre y cuando tú seas mi norma.


No me detendré a mirar la flor
si su cristal espeja y transforma,
ni me quedaré con su color
que es vano si tu luz no lo informa.


Pura el agua, si es que se remansa,
será para contemplarte mansa
del íntimo recodo en la calma


vislumbrando en la grama y la flor
las huellas de tus pasos, Señor,
río de amor, remanso del alma.

Cuando conocí a Gaztelu, allá por el año 94, él ya había vuelto de Cuba, donde había pasado casi toda su vida y había tratado a la crema y a la nata montada de la intelectualidad cubana. El propio Fidel había tratado de atraérselo, con poco resultado. Por su lado cubano era simpático y, como navarro, enérgico.
Recuerdo que me contaba que, durante los primeros años de la Revolución, acogió a refugiados en su parroquia. El Che Guevara tenía la interesante ocupación de buscar a los contrarrevolucionarios y fusilarlos allí donde estuvieran. Una noche entró con su pelotón en la parroquia de Gaztelu y sacó a culatazos a todos los refugiados. Cuando los iba a fusilar, llamó aparte a don Ángel y le dijo: "Padre, no le parece que tanto usted como yo estamos aquí representando un papel?". Gaztelu lo mandó a hacer puñetas. Podía permitírselo, porque se había ganado el respeto de unos y de otros. Fue un personaje independiente y muy querido en Cuba. No son muchas las figuras de la literatura en Navarra que tengan esa proyección internacional y, sólo por esta razón, Ángel Gaztelu merecería ser más conocido en su tierra natal.

domingo, 5 de julio de 2009

Reformatorio

Breve pieza dramática para hacer teatro leído ahora que empiezan las vacaciones de verano.


Interior burgués. Entra 7 AÑOS por la izquierda. 44 AÑOS se encuentra leyendo el periódico en el sillón.
7 AÑOS.- Papá, ¿qué es un reformatorio?
44 AÑOS.- Eeeeh... Es un lugar a donde se llevan a los niños que se portan mal.
7 AÑOS.- Pero, ¿qué hacen esos niños?
44 AÑOS.- Pegan a sus hermanos, dicen palabrotas, sacan malas notas, no obedecen a sus papás ni a sus profesores.
7 AÑOS.- Y en el reformatorio, ¿qué les pasa?
44 AÑOS.- (Dudando) ... Pues yo qué sé... les ponen castigos muy bestias.
7 AÑOS.- ¿Cómo cuáles? ¿Quedarse sin jugar al ordenador?
44 AÑOS (Cabreado). Maldito ordenador.

viernes, 3 de julio de 2009

Tres nanocuentos



Me volví hacia el hombre que me sonreía estúpidamente. Sentí el golpe, vi el humo y cerré los ojos.

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"Todo esto es por estética", dice el responsable del campo, concentrando su mirada en un cielo azul como sus ojos.
Y, con una bella sonrisa, oprime el botón de la cámara de gas.


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Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. ¡Qué tontería más grande!, piensa la trucha metafísica, después de sentirse agarrada, izada a toda velocidad y sacada del agua reluciente hasta ese aire horrible, irrespirable, que es el morir.

jueves, 2 de julio de 2009

¿Por qué?

¿Por qué escribo? Acaso, como en tantas cosas de la vida, la respuesta no es una sino múltiple. ¿Por qué disfruto con mi trabajo? ¿Por qué no me gustan los macarrones con tomate? ¿Por qué tengo una familia numerosa y soy razonablemente feliz? ¿Por qué me aburren Sabina, Serrat y Zapatero, cantautores? ¿Por qué soy del Cádiz C.F. y no del Madrid o del Barcelona? ¿Por qué me gustan más las morenas que las rubias? ¿Por qué, por qué, por qué? No hay fácil respuesta para casi nada, y, desde luego, para este oficio no poseo ninguna explicación que satisfaga del todo.

Si algo tengo claro es lo que no significa para mí la poesía. Pavese decía que escribía para defenderse de las ofensas de este mundo. A mí, el mundo, por suerte, no me ha producido nada grave. Si acaso, quizá yo le haya hecho más daño que él a mí. Lamento no poder sostener razones tan existenciales como prestigiosas, pero el victimismo siempre me ha parecido, en manos de los intelectuales, una trampa retórica. La escritura, para mí, no es liberación de fantasmas ni desahogo efusivo.

Me parece, sí, que un poema debe nacer de una mirada directa a la propia realidad de quien lo hizo posible. Un buen poeta no debe tratar de decir nada de antemano. No ha de explicarle al lector el sentido de la vida. No ha de andarse con abstracciones. El poeta debiera ser fiel a la propia experiencia, a esa vivencia escondida que significó algo muy intenso en su momento y que las palabras tantean en vano por rescatar. Allí se oculta la mina que uno intenta buscar en la conciencia y que merodeamos todos los que perdemos el tiempo haciendo versos por las noches. Por cierto, me gustaría añadir que esa experiencia, al menos en mi caso, suele ser muy poca cosa. Pero eso no le quita valor, porque las palabras se encargan de añadírselo. “A thing of beauty is a joy for ever”, escribió cierto poeta inglés.

(Tomado del epílogo de mi libro Baúl de sombras, Sevilla, Númenor, 2009))

miércoles, 1 de julio de 2009

Arte y Zoología





Será que los dibujos me parecen buenísimos o que ya queda poco para las vacaciones, pero lo único que se me ocurre es el siguiente acertijo. Adivina, adivinanza: Uno de estos dos dibujos pertenece a mi hijo Tomás (7 años) y el otro a mi sobrina y ahijada María (5 años). ¿Quién es el autor de cada uno de ellos? El ganador (o ganadora) obtendrá un playmobil descabezado por un mordisco de dinosaurio que le será enviado por MRW, compañía de mensajería que permite un envío al mes gratis a todas las familias numerosas de España.