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martes, 15 de octubre de 2013

Nada más vivificante

Nada más vivificante que el pensamiento sobre la muerte. ¿No habrá sido éste el secreto de la sorprendente evolución del hombre, que ha ido de las cavernas a los astros? (Mario Quintana)

viernes, 24 de agosto de 2012

Este cuarto (Mario Quintana)

Pues ya está: ya he vuelto. Las vacaciones: un mes sin internet, con un intermedio en Perú de gira laboral, también sin internet. Un descansazo sobre el que escribiré en estos días.
Pero alguna cosa hice: por ejemplo, esta traducción de un poema de Mario Quintana, que me salió casi del tirón:

ESTE CUARTO

Este cuarto de enfermo, tan desierto
de tantas cosas: ya ni libros leo
y hasta mi propia vida dejé en el medio
como un libro olvidado y entreabierto...

¿Qué me importa este cuarto en que despierto
como si despertara en cuarto ajeno?
¡Yo sólo miro al cielo! Y es tan cierto
que el cielo me acoge en su seno.

Pues sólo el cielo está cerca, sí.
Y tan cerca se ve que estoy sintiendo
su inmenso ojo azul posado en mí.

La muerte debería ser así:
un cielo poco a poco anocheciendo
y que nadie supiese que es el fin.


Y aquí el original:


Este quarto de enfermo, tão deserto
de tudo, pois nem livros eu ja leio
e a propria vida eu a deixei no meio
como um romance que ficasse aberto...

que me importa este quarto, em que desperto
como se despertasse em quarto alheio?
Eu olho é o céu! imensamente perto,
o céu que me descansa como um seio.

Pois só o céu é que está perto, sim,
tão perto e tão amigo que parece
um grande olhar azul pousando em mim.

A morte deveria ser assim:
um céu que pouco a pouco anoitecesse
e a gente nem soubesse que era o fim...



viernes, 14 de enero de 2011

Elogio del madrugón

Van creciendo. Los chicos van creciendo.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Hace unos años pasábamos las noches con el oído avizor a la espera de algún berrido infantil en medio de la oscuridad. Así aprendí a aprovechar el tiempo con un bulto humano de entre cuatro y seis kilos a la espalda. Aunque, para ser justos, el número Cuatro nunca nos dio una mala noche. Menos mal que luego vino el número Cinco con sus nocturnas infecciones de orina y ahí sí tuve oportunidad de leer muchísimo y ver películas raras a  las cuatro de la madrugada. O de descubrir la poesía de Mario Quintana. Un alumno brasileño me la regaló (son muy regaladores estos brasileños) y una noche, por azar, la abrí y no pude parar.
Tuve también otras historias interminables. Recuerdo ahora La fiesta del chivo con un bebé en brazos, ya dormido (el bebé, no yo) o El viajero sobre la tierra de Julien Green, con el sol asomándose por la ventana a las seis de la mañana, que no sé si sería un sol real o alguno salido de mi lectura fantástica.
El mayor cumple ya dieciocho años. A éste, mejor no me lo cargo a la espalda. Qué pena.