jueves, 13 de diciembre de 2012

Apocalipsis (maya o no maya)

En el día después del Fin del Mundo, ella abrió los ojos incrédula.
A su alrededor, un silencio helado. Tras la ventana, los pájaros mudos. El sol, imperturbable, deslumbraba y nadie daba señales de estar vivo.
El también se despertó y, acurrucándose junto a ella, le dijo:
-Ven, vamos a destruirlo todo de nuevo, amor mío.

martes, 11 de diciembre de 2012

¿Se va a acabar la cultura? Tres apostillas a Vargas Llosa



Hace ocho años Mario Vargas Llosa pronunciaba en Pamplona la conferencia inaugural de las universidades navarras de verano. Quienes disfrutamos en aquel entonces de su elocuencia, recibimos de paso una defensa brillante del fenómeno recién descubierto de la globalización. El futuro premio Nobel afirmaba con entusiasmo su confianza en Internet, cuya fuerza imparable mejoraría sin duda a la nueva sociedad del conocimiento del siglo XXI.
Los desenfrenados avances de las nuevas tecnologías agitan nuestros modos de analizar la realidad. En La civilización del espectáculo Vargas Llosa le mete cuatro tiros a sus argumentos de ayer por la tarde y arroja al mercado su ensayo más sombrío. No la falta algo de razón: hoy muchos proclaman el fin de la cultura tal y como la hemos concebido hasta ahora. El mundo se ha vuelto muy frívolo hoy en día, denuncia el Nobel. De todas formas, aun reconociendo mi simpatía por su tesis, la lectura de su libro me ha hecho pensar un poco más, y me quedo, al menos, con tres “peros” al último ensayo de Vargas Llosa.


1) El autor es un hijo de la Ilustración y, desde su punto de vista, tiene toda la razón al alarmarse: los modos con que la modernidad entronizó la cultura dan muestras palpables de agotamiento. Pero quizás sus lamentos ante esa agonía se olviden de que, como toda maravillosa construcción humana, esa cultura de la que habla Vargas Llosa no ha existido siempre así. Más aún: la noción de cultura que se derrumba ante el dolor y la estupefacción de tantos (entre los que me incluyo), es un invento con fecha de inicio y previsible caducidad. La creación de los museos, los conciertos de música clásica o la institucionalización de la literatura son inventos del siglo XIX. Pero la cultura en sí no es un concepto cultural, no tiene una fecha de caducidad. A pesar de Internet, la gente seguirá amando, odiando, soñando, jugando, riéndose, cansándose, teniendo hijos, admirando a sus amigos, triunfando o fracasando en el trabajo y, sobre todo, muriendo y preguntándose por su propia muerte y la de sus seres queridos. Cuando todas estas cosas sucedan, el individuo se seguirá inventando a sí mismo y la cultura vivirá bajo otras formas y ropajes.


2) “Sólo el necio/ confunde / valor y precio”, escribía Antonio Machado. Pero Vargas Llosa se equivoca al creer que la pseudocultura aplasta todo lo que lleva su paso gracias al valor que le otorgan los mercados. No: los productos culturales (o pseudoculturales) no se mueven exclusivamente por motivos económicos. En realidad, es el gratis total que atraviesa la Red lo que permite la masiva difusión de una ganga a disposición del planeta. Ese es otro de los peligros que teme la cultura letrada en la que todos nos hemos criado y que asusta con razón a los creadores insertados en un sistema (editoriales, empresas musicales y artísticas) que surgió y se consolidó hace dos siglos.

3) Una última objeción: Vargas Llosa cae en el juego de quienes denuncia. La alta cultura se acaba, porque - sostiene- va perdiendo adeptos en la pelea por el consumo del ocio frente a la competencia de las redes sociales, la música banal, el cine de Bollywood o el incesante vagabundeo por los vídeos de la Red. No le falta razón en que esta batalla está perdida, pero es que siempre se ha perdido. Durante siglos la cultura fue patromonio de unas élites que no se inquietaron demasiado por difundirla entre las masas. Ni siquiera sus creadores eran vistos como seres excepcionales capaces de dar con las claves para entender el mundo en el que vivían. Bach era un sirviente del príncipe de turno, Rafael adulaba a sus mecenas, Shakespeare llevaba una vida oscura en Londres entre granujas y otros actores de mal vivir. Nunca Santo Tomás de Aquino creyó que su metafísica fuera a transformar socialmente el mundo en que vivía, ni Descartes aspiró a cargos políticos gracias al prestigio de sus escritos. En el fondo, Vargas Llosa se lamenta de que a los intelectuales no se les haga el mismo caso que cuando era joven. Es que entonces todavía se creía en el mito moderno de la cultura. Qué le vamos a hacer... Esa consideración excelsa del hombre de letras, el intelectual comprometido política y socialmente con la realidad de su tiempo, eso sí que es una fabricación que no tiene más de ciento cincuenta años. 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Narcisoteca

Una amiga y colega me contaba que tenía su narcisoteca particular donde guardaba cuánta cosa se escribía sobre ella. Hoy en día las agencias de calidad nos han pedido que pongamos todos una narcisoteca en nuestra vida. Y como uno no se resiste a las poderosas agencias y al no menos poderoso ego,  he aquí (y aquí y aquí) algunas bitácoras de referencia en donde han seleccionado mis microrrelatos.
Y para colmo, esta reseña de Enrique G-M.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Ribeyro y el blog

Las Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro: ahora que releo el libro, cada prosa apátrida se me aparece como una entrada maravillosa de ese blog encuadernado que Ribeyro compuso sin darse cuenta, anticipándose a un ¿género? ¿formato? que nunca alcanzó a ver en vida. Un ejemplo entre los doscientos que tiene el libro:


Por la misma vereda desierta por donde yo camino, un hombre viene hacia mí, a unos cien metros de distancia. La vereda es ancha, de modo que hay sitio de más para que pasemos sin tocarnos. pero a medida que el hombre se acerca, la especie de radar que todos llevamos dentro se descompone, tanto el hombre como yo vacilamos, zigzagueamos, tratamos de evitarnos, pero con tanta torpeza que no hacemos sino precipitarnos hacia una inminente colisión. Ésta finalmente no se produce, pues faltando unos centímetros logramos frenar, cara contra cara. Y durante una fracción de segundo, antes de proseguir nuestra marcha, cruzamos una fulminante mirada de odio.


Esto es casi un microrrelato originado en la vida cotidiana. Pero también encontramos otras cosas, siempre escritas con una naturalidad admirable que conduce de pronto a una observación iluminadora. Como aquí:


Habituados a la ciudad, ignoramos, hombres de esta época, todas las formas de la naturaleza Somos incapaces de reconocer un árbol, una planta, una flor. Nuestros abuelos, por pobres que fuesen, tuvieron siempre un jardín o una huerta y aprendieron sin esfuerzo los nombres de la vegetación. Ahora, en departamentos y hoteles, no vemos sino flores pintadas, naturalezas muertas, plantas de macetas que parecen sembradas por peluqueros.


Uno piensa si estos textos no son maestros involuntarios de una escritura que intentamos algunos con el blog. Pero detrás de la dicción de Ribeyro están sus lecturas múltiples de diarios, aforismos, memorias. O sea, lo de siempre: que para escribir bien hay que leer a los clásicos.









jueves, 22 de noviembre de 2012

Anatomía del monstruo

1917: érase una vez un niño alemán que lloraba de pena al ver el estado de los prisioneros franceses al llegar a su pueblo hacinados en camiones, destrozados en el cuerpo y en el alma. Ese fue el mismo niño que, veinte años más tarde, le escribía ilusionado a su mujer que tenían que ir a más exposiciones de arte. Y la misma persona que más tarde ordenó la muerte de seis millones de judíos.
Leyendo la gigantesca biografía sobre Himmler de Peter Padfield uno termina por no entender, a pesar de la profusión de datos, cuál fue el germen de tanto odio. Qué fue lo que produjo tanta barbarie. Dónde estuvo el quiebre de una personalidad rígida y acomplejada que de pronto se convirtió en monstruosa.
Aunque el número de atrocidades colectivas, intrigas miserables y cínicos discursos, adobados con poses de maestro ciruela, supera con mucho los detalles humanos del protagonista, lo que más me sorprende es la dualidad del monstruo (y de otros monstruos parecidos). En las reuniones sociales, por ejemplo, Himmler destacaba por su trato exquisito y se comportaba con sus subordinados de las SS con un afecto de padre de familia:

Por lo que se refiere a las mujeres (...) siempre era extremadamente respetuoso con ellas y cuando hablaba de ellas. Odiaba las obsecnidades y los dobles sentidos. Los consideraba como un insulto a su propia madre. Le gustaban mucho los niños, una característica que mencionaron mucho quienes lo conocieron, y siempre estaba dispuesto a dedicar su tiempo a los huérfanos y viudas de guerra. De hecho, su personal tenía prohibido despedirlos de su oficina. "Comparada cn el sacrificio que han hecho -decía, la media hora que les sacrifico yo es una nimiedad y me avergonzaría de no escucharles y de no darles la impresión de que tiene a alguien a quien recurrir" (pág. 494).

Esto lo decía el mismo hombre que la noche antes había mandado a 499 mujeres y niños a la cámara de gas. Edith Stein, futura mártir ella misma del Holocausto, decía sentirse sorprendida ante los abismos de maldad que veía a su alrededor y cómo podía cometerlos el hombre. Lo más horroroso era darse cuenta, quizá, de que el mundo no se dividía tajantemente en buenos y malos, sino que los malos tenían rasgos humanos, igual que nosotros.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Crónica troyana

Una crónica me piden de la presentación del lunes y verdaderamente no sé muy bien qué decir, salvo que fue una reunión muy grata, como suelen y deben serlo todas estas ocasiones. Los amigos me demostraron su amistad y los desconocidos que por allí se acercaron me acompañaron como si  fueran amigos de toda la vida. Y al final, plas plas, firmé unos ejemplares. Pero algo más sí puedo decir...





 La noche anterior  Margarita Iriarte, presentadora de lujo, me había mandado el texto de su intervención. Esto se lo agradecí muchísimo porque así estuve preparado para componer una cara de hielo al escuchar tantos comentarios inteligentes sobre mi libro. Y mientras los escuchaba, me acordé de aquella versión de Helena de Troya que -dicen algunos- no fue secuestrada realmente por Paris, sino que fue llevada en una nube hasta Egipto, mientras que un doble suyo se iba con el raptor hasta Troya y se liaba la marimorena. Cuando veinte años después, su marido Menelao se la encontró en Egipto y le contó todo lo que había pasado, aparentemente por culpa de ella, Helena se quedó de piedra y le contestó:
-¿Pero todas esas cosas dicen de mí? ¡Pero si yo no hice nada!
Pues yo, como Helena. Esto lo digo porque eso es seguramente la creación literaria: algo que, mal o bien, hace el doble de uno. Y cuando el libro sale, de pronto se siente que ese objeto ya no es suyo y se lo mira con la cara extrañada, pero feliz, con que los padres miran a su hijo recién nacido.



sábado, 10 de noviembre de 2012

Presentación de "Wikipedia (y otros monstruos)

El próximo lunes 12 en Pamplona , a las 19,30, en el Civican (Av. Pío XII), presento mi libro de microrrelatos Wikipedia (y otros monstruos). Estáis todos invitados...

Nota: sí, sí, tendría que anunciarlo también en Twitter, pero me da pereza.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Dobles o parejas: ésa es la cuestión


Aquí hablo de los dobles siniestros.
Pero me parece que, en la literatura, igual que en la vida, los dobles no son tan malos siempre que no sean réplicas de nosotros mismos, sino complementarios. Ese fue justamente el descubrimiento de Cervantes. Su novela empezaba a desvariar, el personaje se le podía agotar en su soledad de loco andante, hasta que el autor dio con Sancho Panza en el capítulo VII de la Primera Parte. A partir de aquí la historia camina ya con dos pies, en lugar de andar cojeando con uno solo. No hay Quijote sin escudero, lo mismo que no hay visión altruista sin sentido común. En el diálogo entre el ideal y la razón, los dos brillan mejor, y la lectura, para colmo, se hace más divertida.
Del diálogo entre los diferentes nace la complementariedad y la riqueza. El gran Henry Fielding lo supo cuando, en su primera novela cervantina, puso al lado del inocentón Joseph Andrews al entrañable y quijotesco Abraham Adams. A partir de Cervantes y Fielding la lista de parejas en diálogo es interminable, y no sólo afectan a la literatura: Bouvard y Pecuchet, Sherlock Holmes y Watson, Pickwick y Weller, Hercules Poirot y Hastings, Tintín y Haddock, Frodo y Sam Sagaz, Thelma y Louise… No hablo, por cierto, de parejas amorosas, que esas funcionan de otra forma. Romeo y Julieta son dos jóvenes enamorados, ni más ni menos: la visión de uno y otra está demasiado sometida al éxtasis. Otro modelo posible es el de Otelo y Desdémona, pero tampoco funciona, porque casi no discuten, es decir, no dialogan. Y ya se sabe cómo termina la cosa por falta de diálogo.

martes, 6 de noviembre de 2012

Flash back de verano

Salida de Madrid: el vuelo va lleno de gente diferente y las conversaciones son todas iguales. Delante de mí unos ecuatorianos hablan de sus respectivos trabajos. Todavía se han salvado y van de vacaciones. Detrás un grupo de colombianos ya están regresando definitivamente. A mi lado pasa una pareja de españoles, personal del aeropuerto. "¡Y mira que quedarte en el paro a los cincuenta, ¿qué te parece?".

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Llegada a Vigo. Todos estos aeropuertos españoles de provincias: ventanales y salas enormes, pasillos desiertos, vacíos. Vacíos como la España que los construyó.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Contra los blogs


Alguien me comentaba que todo eso de las redes sociales le parecía un monstruoso homenaje a la vanidad de cada uno. “Es como si toda la gente pensara que tiene algo interesante que decir y todos se pusieran de acuerdo para contarlo”. Mi amigo es pudoroso con su propio yo y entiendo sus razones. Y, aunque él no se refirió  a los blogs, bien pudo incluirlos en el mismo saco. ¿Narcisismo del blog? Según.
El blog te obliga a pensar tu día a día como una aventura, algo digno de ser contado. No tienes porqué hablar de ti, sino de que a tu alrededor, como a cualquier ser humano, suceden cosas que valen la pena. Por eso no somos nosotros quienes, con nuestra vida de súper estrellas hacemos interesante el blog, sino con nuestra una forma de mirar. En el blog la noticia es el yo, pero a ese yo hay que darle volumen y movimiento con palabras que valgan la pena.

martes, 30 de octubre de 2012

Presentación de Alijerandro en Madrid

De regreso del viaje rapidísimo a Madrid, he colocado en un lugar de honor mi precioso ejemplar de Alijerandro.










El ambiente en la presentación fue muy grato (¡entre amigos! y con Rosalba Campra como presentadora de lujo) y la cobertura de los medios, muy buena. Subcomodoro me puso sobre la pista de una reseña muy completa en ABC y luego han salido otras noticias, por ejemplo, aquí y allá.

jueves, 25 de octubre de 2012

Alijerandro


El próximo lunes presento en Madrid una edición crítica de un texto hasta ahora inédito de Leopoldo Marechal, el drama Alijerandro. Mientras releo esta pieza singular como su autor, voy dándome cuenta de que aquí y allá los personajes van soltando aforismos como quien se bebe un vaso de agua. Algunos me llaman la atención por la poesía que guardan. Éste, por ejemplo:


No hay nada que nos hable tanto de vuelo como un nido que se ha quedado solo y atrás.


Pero hay muchos otros. Por ejemplo:


Hay muchas formas de morir. Lo que interesa, en realidad, es lo que se va ganando o perdiendo con la muerte.


Nunca te asustes de la muerte: lo que has de temer es el epitafio de los vivos. 


El hombre no tiene un solo tiempo, sino dos: el tiempo del pie y el tiempo del ala. O mejor dicho: el tiempo de la bestia y el tiempo del ángel.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Wikipedia (y otros monstruos)






Mis microrrelatos en Los papeles del sitio.

Jo con Nesbø

Estos días anduve leyendo a Jo Nesbø  un noruego que descubrí gracias a aquellos atentados del loco de Oslo. Algún periodista lo citó en su crónica como si los crímenes hubieran salido de una novela suya.
En apariencia es otro narrador nórdico de moda: crónica sucia de una sociedad podrida, todo salpimentado con problemas de alcohol y autoestima. Pero tengo que reconocer que me enganché leyendo Némesis, la segunda parte de la saga de Harry Hole. Como me gusta ser desordenado cuando leo por placer, seguí con la tercera parte. Ahí todo fue muy bien hasta que la novela empezó a ponerse de color verde-marrón y luego me costó cenar. Por razones parecidas dejé de ver  CSI. 
Otro cantar es el punto ideológico, que se cuela de tapadillo, y allí se nota el artificio. Copio este fragmento de una visita del protagonista, el policía Harry Hole, a la cárcel:

 Harry había estado allí en muchas ocasiones, pero cada vez que iba le parecía igual de absurdo que tras aquellas puertas hubiera personas que la sociedad se había visto obligada a encerrar contra su voluntad. Harry no entendía muy bien por qué aquella idea le parecía tan monstruosa. Pero guardaba relación con su visión de aquello como la manifestación de la venganza oficial, institucionalizada, del crimen.

Qué raro que esto lo piense un policía. Si alguien defiende las cárceles, son los policías, creo yo. Si no lo hacen, se les acaba el trabajo...
Entonces, ¿qué? ¿Lo recomiendas o no?, me preguntará alguno. Pues depende de cómo tenga uno el estómago, le responderé. Y añado una cosa: un exceso de negatividad no siempre se corresponde con la verdad de los hechos, sino con una sublimación pesimista. Algunos críticos ingenuos suelen hablar del realismo sucio, como si la verdad verdadera fuese siempre una porqueria de la que no se enteran los tontos felices. Pero la literatura miente muchas veces: hacia arriba y hacia abajo. La misma artificialidad puede haber en una novela pastoril que en un panfleto naturalista.
Esto tiene su lado bueno, por supuesto. Por eso las novelas de Nesbø enganchan: hay una trama doble o triple muy bien soldada. La realidad suele ser caótica, no obedece a un plan perfecto. En cambio, las novelas policíacas encajan las piezas demasiado bien para creernos que eso sea una investigación auténtica. Una vez conocí muy de cerca a un inspector de policía científica y doy fe de que sus casos eran demasiado deslavazados para que se contasen, punto por punto, en una novela.

lunes, 22 de octubre de 2012

Centenario de Menéndez y Pelayo

Cierta directora de la Biblioteca Nacional se enfadó muchísimo al enterarse de que  la estatua de un facha presidía el vestíbulo de la casa que acababa de disfrutar, digo, de dirigir. Ese facha era don Marcelino Menéndez y Pelayo y la señora directora intentó mandar su imagen al trastero.  Ahora la señora ya no disfruta de su cargo, pero eso no evita que casi nadie se acuerde de la figura del hombre más sabio de su tiempo. Aunque se celebre este año el centenario de su muerte y, en apariencia, hasta la izquierda inteligente reconozca sus deudas con él.
"Ángel de las bibliotecas", lo llamó Leopoldo Marechal, y es cierto que muchos escritores de un lado y otro del Atlántico buscaron en sus libros extraordinarios y elegantemente escritos, la inspiración que no encontraban leyendo a los filósofos. Un dato: el despacho de trabajo de Borges tenía un millar de libros. Pues bien: como se desprende de la lectura del catálogo recientemente editado de su biblioteca, sólo dos autores españoles (sí, DOS) aparecen en la nómina: Cervantes y Menéndez Pelayo. ¿No será que Borges leía a Menéndez y Pelayo en lugar de a Plotino o a Ockham? Más de uno saqueó sin decirlo las obras de don Marcelino, de donde sacaron ideas que no habían leído directamente.
Para remediar en algo todo este olvido, acaba de salir un libro, Menéndez y Pelayo. Genio y figura. Uno de sus autores, Aquilino Duque, lo presenta el martes a las diez en el aula 4 en el edificio de Ciencias Sociales de la Universidad de Navarra..

jueves, 11 de octubre de 2012

La cultura es una tortura

Cuando intentábamos entrar en un museo, mis hijos pequeños canturreaban:
-La-cultura-es-una-tortura, la cultura-es-una...
Normalmente no hacíamos caso de los manifestantes y entraban. ¿Sirvieron de algo estas represiones con sabor preconstitucional? Quiero creer que sí. A estas alturas del partido no vale, como Woody Allen, titular un libro en plan graciosete: "Cómo acabar de una-vez por todas con la cultura". Antes, hace como treinta años o así, el chiste haría gracia porque la gente pensaba que la cultura servía para algo. Ahora no.
Y qué curioso que esto coincida con la llegada de otros gurús -cocineros, psicólogos,  magos del consulting y tipos recién operados de los morros-, y qué desagradable que casi nadie se dé cuenta de que la crisis, no sólo la española, va mucho más lejos que un simple problema con los mercados. Pero en el artículo que recomiendo se dice tan bien que sobran mis palabras.

jueves, 4 de octubre de 2012

Mínima mitológica

En la editorial de Del centro editores apareció hace unos meses el libro de relatos Mínima mitológica de Rosalba Campra. Selecciono dos microrrelatos de este libro tan exquisito como la editorial que lo acoge.



DECIR NO

Asterión descubre, escrito en el libro que todo laberinto custodia, que para salir del laberinto basta negarlo, y que en el laberinto mismo está la negación.
Entonces empieza a borrar. Borra la A, la B, la E, la I, la L, la R, la T.
Quedan dos letras. Incrédulo, musita la palabra que han formado. El eco le devuelve un fragor de derrumbe.
Ya sin muros que lo resguarden, en torno a él ve la inmensa redondez de la pampa o, en otras versiones, la repetición igualmente sin salida del damero que dibujan los rascacielos.



ORFEO

Habíamos visto la manga de langostas crecer en nubarrones desde el horizonte y nos preparamos en los sembrados para defenderlos. Ellas, sin embargo, pasaron sobre nuestras cabezas sin hacernos caso. Con un murmullo de arrobo se posaron en el patio y fueron entrando en hileras reverentes a la sala de música, donde estaba mi madre tocando el arpa.
Afuera los helicópteros llenos de DDT se encabritaban en vano y la ropa más nutritiva se secaba en la soga. Qué frustración estar ahí esperando, mudas las sartenes con que nos aprestábamos a ensordecerlas. Las langostas son voraces, pero de temperamento y oído delicados.
Salieron sólo cuando mi madre termino por morirse de hambre y encierro. Para ese entonces, cansados de esperarlas, nos habíamos ido a un pueblo más al norte. Volvimos varias semanas después a recoger la platería y unos huesitos, lo único que habían dejado.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Don Quijote, cap. 7, primera parte (actualizado)



Aquella noche [quemó y abrasó] escondió [el ama] el padre [cuantos libros] cuantas Wii, Nintendos y Plays Station había en [el corral y] en toda la casa, y tales debieron de [arder] desaparecer que merecían guardarse en perpetuos archivos; [mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador], y, aunque no todos los niños estaban enviciados, así se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores.
Uno de los remedios que [el cura y el barbero] los padres dieron por entonces para el mal de [su amigo] sus hijos fue que les [murasen y tapiasen] cerrasen en un armario bajo llave [el aposento de los libros] el televisor, porque cuando se levantasen no lo hallasen—quizá quitando la causa cesaría el efeto—, y que dijesen que [un encantador] Iron man se [los] había llevado los juegos, [y el aposento] y el televisor y todo; y así fue hecho con mucha presteza. De allí a dos días, se levantó [don Quijote] uno de los hijos más abducidos por la pantalla, y lo primero que hizo fue ir a [ver sus libros] jugar con las maquinitas; y como no hallaba [el aposento] el televisor donde le había dejado, andaba de una en otra parte buscándole. Llegaban adonde solía [tener la puerta] estar, y tentaba el mueble con las manos, y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir palabra; pero al cabo de una buena pieza preguntó a [su ama] su madre que hacia qué parte estaba [el aposento de sus libros] el televisor, los juegos, la consola y toda la pesca. [El ama] La madre, que ya estaba bien advertida de lo que había de responder, le dijo:
—¿Qué [aposento] tele o qué [nada] puñetas buscas [vuestra merced]? Ya no hay [aposento ni libros] jueguecitos con los que perder el tiempo en esta casa, porque todo se lo llevó el mesmo diablo.
—No era diablo —replicó [la sobrina] el padre—, sino [un encantador] Iron man que vino sobre una nube una noche, después del día que [vuestra merced] de aquí [se partió] te fuiste al cole, y, apeándose de [una sierpe] una moto voladora en que venía montado, entró en el aposento, y no sé lo que se hizo dentro, que a cabo de [poca pieza] poco rato salió volando por el tejado y dejó la casa llena de humo; y cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho, no vimos [libro ni aposento alguno] ni uno de esos p… juegos vuestros: solo se nos acuerda muy bien a mí y [al ama] tu madre que al tiempo del partirse aquel [mal viejo] súper héroe dijo en altas voces que por enemistad secreta que tenía al dueño de [aquellos libros y aposento] aquellos juegos dejaba hecho el daño en aquella casa que después se vería. Dijo también que se llamaba [«el sabio Muñatón»] el sabio Monjamón.
—[«Frestón»] «Pokemón» diría —dijo [don Quijote] el niño.
—No sé  respondió [el ama] la madre— si se llamaba [«Frestón»] «Pokemón» o [«Fritón»] «Pokomón»; sólo sé que acababa en -ón el nombre.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Recortables


 -¡No se puede recortar en cultura ni en educación! ¡Un país que no estudia no tiene futuro!, gritan los intelectuales, los investigadores, los profesores,los artistas, los actores y Penélope Cruz (?). Y les  recortan
 -¡No podemos jugar con nuestra salud!, vociferan los médicos, el personal sanitario y los principales interesados, los enfermos. Y les siguen recortando.
"La política es un servicio público"... susurran los políticos del PP, del PSOE, de IU, UPyD, CiU, PNV.
Y no se cortan ni un pelo.





sábado, 22 de septiembre de 2012

Una de Beckett



.. la única forma en que se puede hablar de la nada es hablar de ella como si fuera algo, así como la única manera de hablar de Dios es hablar de él como si fuese un hombre, cosa que por cierto fue, en cierto sentido, durante un tiempo. Y todo esto se parece a la única manera en que se puede hablar del hombre, y aún nuestros antropólogos lo advirtieron, que es hacerlo como si fuese una termita.

(Samuel Beckett: Watts)

viernes, 21 de septiembre de 2012

Perú: Fragmentos de viaje


En la Universidad de Piura, un milagro en medio del desierto. Por ejemplo, el campus, que está hecho encima de unos arenales y con algarrobos. Lo más curioso es la fauna, rarísima para alguien habituado a los aburridos campus europeos: pavos reales, pájaros de todos los colores y nombres (chilalos, soñas, calandrias de rabo largo...), pacazos, zorritos, venados... Los pacazos, que vienen a ser una versión local de las iguanas, son inofensivos y los ves pasearse a dos metros de ti, como al resto de los animales, con la excepción de los zorritos, que son más tímidos. El único problema de los pacazos es que a veces se suben a las ramas en busca de pajaritos y, de pronto, la rama cede, y el bicho se desploma con el peligro de que te caiga en la cabeza. Pero esto es infrecuente, aunque eso sí, según mi informante, el ruido que hacen al dar con la panza en el suelo es impresionante.


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Este mediodía, almuerzo espectacular, no sólo por la calidad de lo que comimos, sino por la imaginación literaria de quienes redactaron el menú. Copio esta explicación del plato conocido como "Nuevo piqueo marino":
"Conchas jumbo al grill glaseadas con miel de mantequilla al limón y toques de shoyu, tartare de atún a la mayonesa de rocoto y togarashi en cucurucho, causas crocantes rellenas de palta y coronadas de pulpito al carbón olivado y tiradito en sabores de maracuyá con toques nikkei. "
Precio: 40 soles (unos 15 euros)

(P.D.: Uno, con la edad, se vuelve materialista. En los días previos al viaje a Perú, no pensé en las librerías, iglesias o museos que iba a visitar. Sólo pensaba en la comida. En que me iba a poner morado, como así fue.)


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Aquella conversación con esa mujer, economista de formación. Me pregunta sobre la crisis en España, de la que parecía saber algo más que la media. Y, tras un rato, me asegura¨convencida: "Ustedes terminarán saliendo". Ante mi escepticismo, me suelta: " Yo rezo todos los días por España.". Me emocioné, lo que tiene su mérito, con lo poco que me suelo emocionar. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

El hombre que valía un millón de dólares

Aquel vuelo de conexión, después de once horas de vuelo desde Madrid y siete de espera en Bogotá. No podía más y me acomodé en el asiento. Pensé en cómo iba a dormir tres horas seguidas hasta llegar a Lima. Entonces se me acercó ese muchacho con cara de despiste. Quizás por mi malhumor, lo relojeé con la mirada: tenía el pelo negro y lustroso, el jersey morado de pico, la corbatita de trapo gris, los pantalones ajustados y la cara de imberbe. Todos estos indicios revelaban al ser humano conocido universalmente como  tío pasmado.
-¿Es este mi asiento?, me preguntó señalando su propio billete.
-Pues claro, le dije de bastante mal humor.
-Discúlpeme.
Dejó sus cosas -una bolsa de Zara y poco más- en el suelo, y se sentó. Pidió ayuda para engancharse el cinturón: se veía que no tenía costumbre. Al rato llegaron las azafatas repartiendo los papeles de inmigración. Mi amigo se sintió repentinamente preocupado.
-¿Esto se tiene que rellenar?
En esos papeles suelen hacer preguntas del tipo: "¿Lleva usted más de diez mil dólares? Marque Sí o No en la casilla correspondiente". Y si contestas que sí, el cuestionario va indagando en cuánta es tu fortuna.Por desgracia, a mí siempre me ha tocado rellenar el No.
Mi compañero seguía hecho un lío, porque de pronto me puso su papel en las narices y me preguntó:
-Perdón de nuevo, ¿qué quieren decir con "Productos financieros?"
Entonces fue cuando pude ver su papeleta y sus respuestas:
1) "¿Lleva usted más de diez mil dólares?" Marcó el Sí.
2) "¿En el caso de que la suma sea superior, responda: ¿cuánto?" El imberbe ya había escrito: "Un millón de dólares".
3) "¿En efectivo o en productos financieros?" Aquí es donde no sabía qué contestar.
 -Creo, dije temblando, que se refieren a cheques o algo así.
-Aaaahhhh.
Y escribió aplicadamente: "En efectivo".
A partir de ese momento ya no pensé en dormir. Durante una hora de tensión miraba su documento de reojo y me preguntaba si yo había contado mal los ceros. No, no me había equivocado, eran seis ceros. ¿Dónde habría metido el millón? ¿En la bolsa de Zara? ¿En  los pantalones ajustados? ¿O sería tan suicida de haberlos facturado en la maleta? Espié en el papel de inmigración por si en el apartado de su profesión había escrito "Narcotraficante". Pero no: puso "Coordinador". ¿Coordinador de qué? ¿De eventos? ¿De atentados? ¿De cocaína?
La azafata se le acercó con una sonrisa golosa:
-Oyeeee.... ¿tú eres el que sale en la revista con la chica?
Mi compañero puso la cara de bobo que le salía tan bien y contestó que sí, que bueno, que era, en realidad, una amiga periodista.
-Modelo querrás decir, qué suerte tienes, le contestó la admiradora y arrimó el culo a su reposabrazos, como para empinarse en el maletero ("perdón, se me ha olvidado algo"). Esta operación la repitió dos veces más durante el vuelo.
Al llegar a  Lima nos despedimos en la cinta de recogida de equipajes. Yo estaba destrozado de sueño y no me quedé a ver la cara del aduanero cuando revisase sus papeles de inmigración. Pedí un taxi y me marché pitando al hotel. De todas formas, no creo que le pasara nada: el imberbe seguro que tenía un plan. El tonto era yo, evidentemente.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Teoría y crítica del microrrelato

Acaba de salir un libro sobre el microrrelato coordinado por la Profesora Ana Calvo Revilla y yo mismo: son catorce estudios sobre uno de los temas de moda en la literatura actual. Y de paso, aquí me hacen una entrevista.

martes, 18 de septiembre de 2012

Viaje a Perú

Hacía catorce años que no estaba en Perú. El país, en general, ha cambiado para muy bien. De aquel primer viaje tengo recuerdos en donde se confunden muchas cosas agradables con otras que no lo eran tanto; los atascos mastodónticos en Lima, las ruinas tras el huracán del Niño en Piura, y, sobre todo, la miseria que llegaba hasta la misma entrada del aeropuerto. 
Y ya que hablo del aeropuerto viejo (nada que ver con el actual), me acuerdo bien de mi primera llegada: aquellos pasillos con sueño y, al fondo, el control con los policías cabreados por estar trabajando a las tres de la madrugada. Tenía yo delante un buen número de gringos a los que estaban obligando a abrir las maletas y sacando hasta el último calzoncillo. Comprobé, desde lejos, que entre los inquisidores había hombres y mujeres. Ellas suelen ser más responsables y, por tanto, más temibles, así que imploré a todos los santos que no fuera una señora la que me pidiese abrir la maleta. Me tocó la que tenía cara de sargento de la Guardia Civil.
Implacable, me señaló la maleta, llena de todo. Suspiré resignado y la cremallera empezó a abrirse hasta que saltó el libro que había estado leyendo en el viaje. La señorita miró ceñuda hacia abajo y, de pronto, su cara se transformó. En la portada se leía "Los hijos del Cid. Andrés Trapiello":
-¡Literatuuuura!
Así, con mucho acento en la "u" y con una sonrisa enorme, triunfal.A mí me dio entonces una vergüenza absurda ante las preguntas de la sargento transformada en inocente alumna de secundaria:
-¿Es usted profesor de literatura? ¿Viene usted a dar conferencias? ¿ A alguna universidad de nuestro país?
Yo respondía en voz baja que sí a todo, porque la experiencia me ha enseñado que con la policía conviene ser muy educado. Lo que no me habían enseñado es que los policías admirasen a los profesores de literatura, esos pobres diablos. Y ella prosiguió, cada vez más simpática:
-Pero qué suerte, qué suerte! (tono exultante) ¡Qué profesión tan maravillosa!...  yo hubiera querido estudiar eso y escribir, pero (vergonzosa), al final, no pudo ser... Qué bien hace usted... pero, por favor, pase, pase, pase...
Cerré la maleta a toda velocidad y salí casi corriendo del control de la aduana. Ese día la vida me gustaba mucho más. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Desvelos del reseñista

Llevo muchos años haciendo reseñas. Desde que empecé, he tenido que leer libros extraordinarios, buenos, regulares, malos y pésimos. No me quejo. Creo que se aprende mucho leyendo a los malos autores y, si en la enseñanza de la literatura, de vez en cuando se comparasen poemas facilones con otros realmente buenos, la gente no andaría creyéndose que Antonio Gala o Sabina son un par de genios de las letras. Hace unos días cayó en mis manos la novela de una escritora de culto, muy aclamada en su país, Chile en este caso. Su lectura superó todas mis expectativas (para mal) y dudé si escribirla o no. Al final, me decidí a hacerla cuando esta mañana le di a leer un párrafo a una ex alumna a la que tengo por muy buena lectora, y ésta se echó a reír.
-¿Por que te ríes?, le pregunté.
-Por que no entiendo nada.
El parrafito es el que viene más abajo y, para los no iniciados, les traduzco que habla una luchadora de izquierdas que se siente tentada por la visión de un vestido elegante en un escaparate. Esto la hace sumamente infeliz y sufre porque no sabe si seguir llevando encima la cochambre de siempre o si debe ceder a la sugestión capitalista... Bueno, ahí va :

Luché por sacarme los pantalones desorbitados, la blusa amorfa, quemarlos, aniquilarlos en la potencia devastadora de una hoguera y acudir ciega o virginalmente hacia el vestido para renacer o resurgir o evitar un destino marcado por el exceso total de cuerpo, por la ausencia de contornos, un cuerpo que había experimentado la historia desnuda o real, una historia que en toda la extensión de su tiempo inconmensurable, hubo de volcarse siempre a aniquilar. Lo asumimos, tomamos la dirección inamovible de una parquedad realmente militante, austera, los dos, tu austeridad, mi austeridad.


Y así, durante 212 páginas.



jueves, 6 de septiembre de 2012

El abuso de los intelectuales

¿Qué cosa es un intelectual? El otro día leí esta definición de Jean-Paul Sartre:


Originalmente el conjunto de los intelectuales aparece como una diversidad de hombres que han adquirido alguna notoriedad mediante trabajos que proceden de la inteligencia (ciencias exactas, ciencias aplicadas, medicina, literatura, etc.) y que abusan de esa notoriedad para salir de sus dominios y criticar a la sociedad y los poderes establecidos en nombre de una concepción global y dogmática (vaga o precisa, moralista o marxista) del hombre.

Es curioso ese verbo, abusar. Suena un poco cínico en su boca, que es la de un gurú inconformista del siglo pasado.Pero no deja de tener razón. Los intelectuales seguramente han abusado de muchas prerrogativas . Se suele establecer, sobre todo, en Francia, que, a partir del caso Dreyfus, los intelectuales se arrogaron  un magisterio moral que hasta entonces detentaba la Iglesia católica. Desde la revolución francesa se ha asistido a un proceso de separación del poder temporal y del espiritual. Así, frente al poder material (político, económico y social), muchos creyeron necesario contraponer otro poder alternativo al del cristianismo en retroceso. Por eso el intelectual se sintió legitimado a dar su opinión sobre tantos asuntos que no derivaban de su ocupación profesional. 
Me pregunto hoy día si los intelectuales (y uno, como profesor universitario también se contaría en el gremio), continuamos teniendo de verdad ese papel. Si seguimos abusando de nuestras funciones... Quizá nos vamos quedando atrás, en parte porque ciertos saberes ya no tienen el prestigio de antaño, en parte porque en realidad es muy difícil que los intelectuales no se supediten a los poderes políticos. Y eso la gente lo sabe, aunque no lea.

viernes, 31 de agosto de 2012

Lecciones de historia en Portugal

Aprovechando que los chicos no miraban, M. y yo nos escapamos a Lisboa y nos quedamos un par de días. Creo que no vale la pena repetir elogios. Es una ciudad tan literaria que hasta se le perdona a Muñoz Molina que escribiese aquella novela tan pesada. Incluso a mí se me ocurrió un argumento mientras paseaba de aquí para allá. Hice muchas fotos del tipo que le gusta poner a García Martín en su blog. Una cosa así, por ejemplo:




 También anduve de librerías, que de eso Lisboa anda sobrada. En la vidriera de una del Chiado exponían un enorme mapa de Portugal de los años cuarenta, "realizado y coordinado por el Doctor Engenheiro Luis Lopes de Cardoso, inspector de enseñanza media". El mapa era muy curioso por los datos, como ese de la hidrología, con las indicaciones de los balnearios ("Para cada doença tem Portugal a sua cura de águas"), o, mucho mejor aún, los lugares históricos de batallas con las banderitas de los países implicados. Como se aprecia en la foto más abajo, había batallas entre los mismos portugueses, entre moros y portugueses, entre franceses, ingleses y portugueses y, por supuesto, entre españoles y portugueses. Lo más divertido es que en el cuadro explicativo, estas últimas se decía que habían sido entre " portugueses e outros povos da Peninsula" (!!!!!).






No tengo noticias de qué hubiera batallas entre portugueses y andorranos, pero quién sabe. En cualquier caso, los españoles somos los innombrables...

martes, 28 de agosto de 2012

Oh, mundo

Mi casa me desprecia. Me insultan los amigos.
Trabajo sin descanso. Escribo necedades.
Me rechazan los libros los tardos editores.
Humillan a mi Dios. Lo crucifican.
Persiguen a su Iglesia como lobos hambrientos.
Mi existencia es estéril. Nada tiene sentido.
Oh, vida, cómo dueles. Oh, tiempo inexpugnable.
Oh, amor insoportable como el fuego.

Mis instrumentos de trabajo son el asombro y los días.
¡Oh, mundo cruel, qué suerte haber nacido!


El último poemario de Jaime García-Máiquez se abre con este poema que da título al libro. Cada vez que lo leo me gusta más. Me gusta ese ritmo cortado y creciente del principio, y me gusta todavía más ese verso ("Mis instrumentos de trabajo son el asombro y los días") que irrumpe de golpe tras el espacio en blanco y que es una declaración de principios sobre el arte y la misma vida. Gracias a él, se entiende la última sorpresa, la vuelta de tuerca de dar gracias por haber nacido.

lunes, 27 de agosto de 2012

Lección de alemán

En junio volví por una semana a la universidad de Münster, en Alemania. Esta vez me llevé a N. y a L. No habían viajado en avión desde que eran unos bebés, y fue bonito ver su emoción al despegar.
Después de las clases, aprovechamos para hacer excursiones por Westfalia, que es el paraíso de la bicicleta. Llegabas a cualquier pueblecito en tren y allí te estaba esperando una maravillosa agencia de alquiler de bicis. En Lüdinghausen vimos un par de castillos y nos internamos campiña y bosques adentro. Los chavales estaban entusiasmados. En medio de uno de esos bosques increíbles para un hispano, nos paramos en una encrucijada.
Alguien había erigido un gran cartel de madera con unas inscripciones que no se leían bien. Nos acercamos y vimos todo un cerco de flores y ramos, germánicamente ordenados. Empecé a explicar a los niños que los nombres que allí aparecían, seguramente correspondían a los soldados caídos en la primera y segunda guerra mundiales. El pueblo alemán no tiene necesidad de leyes de memoria histórica.
De pronto apareció de no sé dónde la señora aquella con su cuerpo flaco y su aspecto tieso. La seguían dos niños pequeños, rubísimos. Llevaba unas gafas tímidas y tenía el pelo moreno, recogido. Era una madre vieja o una abuela joven, no lo sé. Parecía interesada o conmovida.
Me habló en alemán y, sorprendentemente, la entendí:
- Ellos eran todos campesinos de la zona: hermanos, esposos, hijos. Vivían en casas como esa de allá, y señaló una granja más allá del bosque. Murieron en la guerra y ahora todos los recordamos. Pusimos este monumento hace más de treinta años.
-¿Treinta años?, le pregunté, un poco por decir algo y otro poco porque no se me ocurría qué decirle en alemán.
-Sí, treinta. Yo les enseño esto a los niños para que se acuerden...
Luego siguió dando explicaciones, pero sólo comprendí palabras sueltas:  "muerte", "guerra", "tristeza", "familia".
-Siento no poder hablar. No sé hablar alemán; lo puedo entender un poco. ¿Sabe usted español?
-No.
-¿Inglés?
-No.
Nos quedamos en silencio y ella se quedó mirando a sus niños que jugaban con el triciclo. Yo miré a los míos. De pronto se paró y me dijo: 
-Gracias por.... ¿Querría tomar un café en casa con nosotros?
-No, perdón, muchas gracias... no sabría hablar mucho rato.
-No importa. Yo tampoco sé hablar español.
Miré a mis hijos, pensé que pronto tendríamos que regresar al pueblo y devolver las bicicletas. Volví a negarme. Ella siguió mirándonos muy seria y contestó:
- No pasa nada. Gracias a usted.

domingo, 26 de agosto de 2012

Ecce Homo

Hoy me tocaba pintar las paredes. En casa esta tarea tiene su arte, porque hay que emprenderla por igual en zonas medianamente limpias y en otras adornadas con pinturas rupestres y manchas infantiles: chocolate, sangre y toda clase imaginable de fluidos corporales que forman un conjunto bien mezcladito. Pero hay algo de bueno en esto, y es que tienes todo el tiempo para pensar. Una tarde entera para pensar delante de paredes en blanco. El sueño de cualquier artista.
Y, de pronto, me encontré recordando esa noticia ridícula. No sé cómo pensé en mí, mal pintor de brocha gorda y en la anciana de Borja metida a inocente restauradora. Esa noticia que cada día espero que desaparezca y que, no hay manera, sigue en las portadas: la dichosa restauración del Ecce Homo. Qué curioso que una majadería dé tanto que hablar. El feísmo atrae.
Como creyente, sentí que la figura del Señor sea tan mal tratada. Pero, además, pensé, cómo no ver en este Carnaval otra revisión de una historia que se actualiza siglo a siglo. "Ecce Homo", grita Pilatos, y la muchedumbre grita, patalea y se ríe. Por otra parte, es verdad que las obras de arte (y esta lo es, a su modo) no sólo nos revelan un mundo, sino que también revelan a quien las contempla. Toda esa procesión de peregrinos que abarrotan la iglesia de Borja para ver una birria, se hacen ellos mismos una birria. En algunos idiotas que se mofaban del Ecce Homo, reconocí las caras pintadas por Goya en El entierro de la sardina.




viernes, 24 de agosto de 2012

Este cuarto (Mario Quintana)

Pues ya está: ya he vuelto. Las vacaciones: un mes sin internet, con un intermedio en Perú de gira laboral, también sin internet. Un descansazo sobre el que escribiré en estos días.
Pero alguna cosa hice: por ejemplo, esta traducción de un poema de Mario Quintana, que me salió casi del tirón:

ESTE CUARTO

Este cuarto de enfermo, tan desierto
de tantas cosas: ya ni libros leo
y hasta mi propia vida dejé en el medio
como un libro olvidado y entreabierto...

¿Qué me importa este cuarto en que despierto
como si despertara en cuarto ajeno?
¡Yo sólo miro al cielo! Y es tan cierto
que el cielo me acoge en su seno.

Pues sólo el cielo está cerca, sí.
Y tan cerca se ve que estoy sintiendo
su inmenso ojo azul posado en mí.

La muerte debería ser así:
un cielo poco a poco anocheciendo
y que nadie supiese que es el fin.


Y aquí el original:


Este quarto de enfermo, tão deserto
de tudo, pois nem livros eu ja leio
e a propria vida eu a deixei no meio
como um romance que ficasse aberto...

que me importa este quarto, em que desperto
como se despertasse em quarto alheio?
Eu olho é o céu! imensamente perto,
o céu que me descansa como um seio.

Pois só o céu é que está perto, sim,
tão perto e tão amigo que parece
um grande olhar azul pousando em mim.

A morte deveria ser assim:
um céu que pouco a pouco anoitecesse
e a gente nem soubesse que era o fim...



sábado, 30 de junio de 2012

Mis diez imprescindibles


El otro día me pidieron dar una pequeña conferencia sobre Isak Dinesen. Cuando empecé la charla, improvisé un poco, como me suele pasar,  y de pronto me descubrí diciendo que El festín de Babette era uno de los diez libros de narrativa que me llevaría a una isla desierta, o algo así. En casa estuve pensando cuáles serían los otros nueve, y me salió esto:

1. Retorno a Brideshead, Evelyn Waugh
2. El gatopardo, Lampedusa
3. El festín de Babette, Dinesen
4. El aleph, Jorge L. Borges
5. Adán Buenosayres, Leopoldo Marechal
6. Pedro Páramo, Juan Rulfo
7. Crimen y castigo, Dostoievsky
8. Don Quijote, Cervantes
9. Madame Bovary, Flaubert
10. La isla del tesoro, Stevenson
11. Otra vuelta de tuerca, Henry James

El número once está ahí porque las listas de diez me parecen absurdas (o este tipo de listas, más bien).

martes, 26 de junio de 2012

Sobre los judíos y los modernos



-Los judíos...¡qué tíos tan listos!
Mas de una vez hemos escuchado un comentario parecido y nuestro interlocutor nos ha despachado una lista improvisada de escritores, científicos, músicos, economistas, artistas, escritores, médicos, actores, directores de cine, etc. de origen judío. Realmente el mundo moderno no se entiende sin su enorme aportación cultural. Lo interesante, me parece, es que no siempre fue asi. Durante siglos los judíos a lo máximo que llegaban era a prestamistas impopulares o a devotos burgueses, si se convertían. En realidad, es a partir del siglo XIX cuando muchas familias judías despegan de su ghetto y se integran, sobre todo en Centroeuropa, a la marcha de la historia. El misterio de ese milagro judío tiene su explicación, quizás, en el paso del Antiguo al Nuevo Régimen ilustrado, como dice un historiador húngaro y de origen judío, cómo no:


La ambigüedad inherente a la judeidad -a la vez tradición religiosa y etnia dispersada- explica que su encuentro con las ideas humanistas del Siglo de las Luces se exprese en un doble plano. Sin duda la ideología racionalista no estaba exenta de equívocos. Por un lado se proclamaba la tolerancia erasmiana contra toda clase de fanatismo y afirmaba su repugnancia hacia toda clase de discriminaciones e injusticias, inspirando así las primeras medidas con vista a la emancipación de los de "otro modo" creyentes" y poniendo fin a las formas más humillantes de segregación contra protestantes y judíos.
Pero su racionalismo engendraba otra forma de sectarismo, porque era fanáticamente antitradicionalista ya que confundía espíritu religioso y oscurantismo. A ojos de un espíritu ilustrado como Voltaire, a los de un déspota ilustrado como José II, el judío, atado a sus arcaísmos, negándose incluso a aceptar los signos exteriores, alimentarios, indumentarios del homo rationalis, aparecía como el vástago de un pasado superado y despreciable. Así, la causa o el pretexto de de la hostilidad habían cambiado, pero el antagonismo y el interior permanecía. El medio más evidente para desembarazarse de ello era adaptarse a lo que había sustituido al hecho religioso como elemento central en la vida de las sociedades cristianas: la cultura moderna, racional, científica, universalista. Los judíos podían integrarse en la sociedad que les abría sus puertas, a condición de que hablasen la lengua, adoptasen el modo de vida, compartieran las ideas de su medio nacional" (François Fejtö: Réquiem por un imperio difunto)

Todo esto me hace pensar también que el antisemitismo nazi (o el antisemitismo moderno en general) no se funda en razones de un fanatismo religioso intemporal, como alguna vez se ha dicho en recuerdo de otras persecuciones, sino en una reacción de miedo a esa integración gigantesca, nacida a su vez del fanatismo ilustrado. Paradojas de la historia.

viernes, 22 de junio de 2012

Bondades del escritor perezoso

No ha sido por pereza que he dejado el blog momentáneamente. Aunque la pereza es buena para la literatura, como se demuestra aquí.

martes, 12 de junio de 2012

Dos vistazos a las Cortes de Cádiz

En El Cádiz de las Cortes de Ramón Solís, ese maravilloso ensayo histórico, se cuentan muchos pormenores del asedio francés. Como se sabe, Cádiz resistió dos años al estilo de la aldea gala de Astérix, gracias a su posición geográfica. La artillería napoleónica, situada al otro lado de la bahía, rara vez alcanzaba con sus disparos a la ciudad y, cuando llegaba, las mechas se habían apagado y las bombas no explotaban.
Por las mañanas la gente observaba el correr del viento. Si tocaba Levante era más fácil que les cayera alguna bomba. Las campanas de los conventos avisaban al pueblo de los disparos. Desde sus torres se veía el fogonazo a lo lejos y, mientras el proyectil atravesaba la bahía, se daba el toque de rebato. Todo muy casero. Un famoso vigía fue Fray José Fernández, novicio de San Francisco, que se lo pasaba en grande con su nuevo oficio. Cuando los disparos franceses caían al agua, dice un cronista que Fray José hacía un gesto que "con poca razón, si con universal consentimiento, pasa por obsceno, aunque su nombre suena a cosa de sastrería".
El 25 de agosto de 1812 los franceses, hartos de hacer el ridículo, levantaron el sitio. Al principio, el pueblo gaditano saltó de alegría, pero después (¿síndrome de Estocolmo o locura de Obélix?) empezaron a echar de menos a los enemigos. Lo que dice Alcalá Galiano no tiene desperdicio:
"¡Rara condición la del hombre! El vernos libres del sitio no trajo consigo toda la alegría propia de tan fausto acontecimiento. A quienes se han acostumbrado a la agitación, parecen la paz y la tranquilidad cosa fastidiosa. Así que, a los pocos día de levantado el sitio, vueltas las gentes a sus comodidades acostumbradas, era frecuente decir: "¡Gracias a Dios que nos vemos libres de franceses y de bombas. pero hay que confesar que la vida ahora es algo pesada y que en los últimos apuros del sitio era muy divertida. Casi hace falta oír sonar una campana que sirva de anunciar la venida de una bomba".



(En este grabado italiano de la época se aprecia, creo que a pesar de la poca definición, a la gente bailando en las calles mientras los cañones franceses se hartan de lanzar bombazos)

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La otra curiosidad de hoy es quizás apócrifa, no lo sé. En conmemoración del primer centenario de la Constitución, se levantó en la Plaza de España un colosal monumento que todos los gaditanos conocemos bien. Una fuente bien informada (vamos a llamarla P.) me reveló hace tiempo el misterio de libro que remata la cúspide. Desde abajo sólo podemos divisar un volumen abierto con caracteres unciales. Lo lógico es suponer que allí estarán escritos algunos artículos de la famosa constitución. Sin embargo, P. me aseguraba  que lo único que allí se leía, en medio de algunos signos indescifrables, no era otra cosa que ... "Viva la República". Se basaba, decía, en unas fotografías que había realizado con teleobjetivo desde un edificio cercano. Yo ni quito ni pongo rey, pero, si fuera cierto, qué divertido pensar en la cara del escultor tallando su humorada ahí en lo alto, sin que nadie lo notase. Y todavía más curioso imaginar qué hicieron los maestros restauradores actuales cuando tuvieron que limpiar el monumento con motivo de los fastos del bicentenario.


lunes, 11 de junio de 2012

Eros o Thanatos


-Mejor hablemos de sexo y no de la muerte, dijo él, excitándose.
-Es lo mismo, contestó la Misteriosa, después de atravesar la pared. Y yéndose hacia él, lo abrazó desesperada.

domingo, 10 de junio de 2012

Tragedia, comedia o farsa

Primer acto: Año 2006. Una ejecutiva de cierta caja de ahorros me dice lo siguiente:
-Antes de verano estuvimos pensando implantar un producto que permitía sacar a crédito 3000 euros a través de los cajeros automáticos. Lo discutimos, porque no estaba claro si iba a funcionar. Pero, al final, uno de nosotros sacó un listado de los clientes que ya se habían comprometido con préstamos parecidos en otras financieras. Salía una barbaridad de gente. Así que en setiembre lo pondremos en marcha.
"Nos vamos al tacho", pienso.

Segundo Acto. Año 2011. Un regocijado director del Banco de España da una rueda de prensa dando los resultados del test de estrés a nuestra banca. Para mayor objetividad, el examenlo han hecho desde fuera y lo ha encargado la mismísima Comisión Europea. Los resultados de los bancos españoles, salvo alguna excepción, son estupendos.
-El sistema financiero español es sólido. No necesita más capital.
"No entiendo nada", pienso.

Tercer Acto: Año 2012, hace unas semanas. Bankia. La entidad que el año anterior decía que había obtenido tres mil millones de beneficios, ahora necesita 10.000, 19.000, 23.000 millones de euros. Mil millones arriba o abajo, qué más da. Su ex jefazo, Rodrigo Rato, dice:
-Con esta inyección de dinero la entidad verá en el futuro muy reforzada su política de expansión.
"¿Pero no quedamos en que era para sobrevivir?", pienso.

Cuarto Acto: Ayer. La UE promete 100.000 millones como fondo de rescate a la banca española. El ministro de Economía no se cae del guindo:
-Es un préstamo muy favorable.
Y sigue diciendo que no va a afectar a los españoles, porque es a la banca, y no al Estado a quien hay que ayudar. Y en esto se diferencia de lo que sucedió con Portugal, Grecia, e Irlanda, lo cual es de momento cierto.
Pero ya veremos si nos va a afectar, ya lo veremos como los bancos no se saneen y tengamos que devolver lo que ellos no saben gestionar, o invierten en políticas de refuerzo, como les llama Rato...

Quinto y último Acto. Los dramas clásicos tenían cinco actos. Este está por escribir, pero el lector puede elegir el género: tragedia, comedia o farsa.

PD: De momento, a mí el único acto que me parece que tiene números reales es el primero: el número de morosos que encontraron los de la Caja de Ahorros.

viernes, 8 de junio de 2012

¿Orgulloso de ser español?

El otro día, en la mesa:
-Papá, tú no es que estés muy orgullo de tu país, por las cosas que dices de él...
-Yo... eh, sí, bueno, sí.
- ¿Sí? A ver, ¿de qué estás orgulloso?
- De Cervantes.
Después de la carcajada general, traté de explicarme. ¿De qué se puede uno enorgullecer? ¿De nuestra habilidad para elegir políticos? ¿ de nuestra capacidad para gestionar el dinero? Perdón si me pongo amargo.

A lo mejor vale pensar en la selección española de fútbol, Fernando Torres dixit. Antes la "marca" de España se expresaba a través de los grandes de la literatura, la pintura o la ciencia. Es lo que llaman los historiadores "lugares de la memoria": se pueden encontrar en los nombres calles y plazas, aviones de Iberia, sellos de correos, estatuas... Ahora la posmodernidad ha desplazado esos motivos de orgullo a los grandes del deporte: Rafa Nadal, Iker Casillas o Pau Gasol. Cualquier día veremos aviones con sus nombres. Aerolíneas low cost.

A pesar de todo, a mí me parece que sigue siendo válido recurrir a motivos menos efímeros. Se puede estar orgulloso un tiempo de ser campeón hasta que dejas de serlo. Luego pierdes (como puede pasar en esta Eurocopa facilísimamente), y tienes que vivir de los recuerdos futbolísticos. Y, como no vuelvas a ganar pronto, ese recuerdo se vuelve cada vez más inútil y patético. Mejor, sí, otros lugares de la memoria más consistentes.
Claro que esto, como todo sentimiento patrio, es muy personal. ¿De qué me siento orgulloso? Creo que no fui muy claro en mi respuesta del otro día. Aquí va un lista un poco más completa:

el vino de Rioja y el gazpacho;
el fandango de Boccherini y el Concierto de Aranjuez;
la guitarra de Narciso Yepes y Paco de Lucía;
el Descubrimiento y las cosas buenas que se hicieron en América;
los Episodios nacionales (primera serie y la primera novela de la segunda)
la generosidad;
Velázquez y Goya;
Francisco de Aldana, capitán y poeta;
San Juan de la Cruz y Santa Teresa;
la desembocadura del Miño (esto, compartido con los portugueses);
la bahía de Cádiz, su luz, los pinos y los arenales que ya no existen;
el Escorial, Salamanca, Laguardia, Santiago de Compostela...
el idioma español, que es un don de Dios.

jueves, 7 de junio de 2012

¿Para qué escribir?

No dan muchas ganas de escribir con todo lo que va pasando alrededor. Uno lee las noticias y se deprime. Para colmo, tampoco hay motivos para una rápida esperanza. No porque nos los digan los analistas económicos, sino por simple intuición. Simplificando un poco, de las grandes crisis se sale de dos maneras. O con un rearme moral de toda la sociedad, como sucedió en Alemania tras la segunda guerra mundial; o con unos parchecitos, una chapuza especulativa cuyas consecuencias económicas son a medio plazo peores que la crisis. De esto último hay ejemplos sobrados, pero mejor ni los nombro.
Pero vuelvo a lo de antes: ¿Para qué escribir si hay que hacer tantas cosas importantes? Cambiar de compañía telefónica, eléctrica, hidráulica. Cambiar de seguro de coche, de casa, de vida. Darle un buen tijeretazo a la lista de la compra. Darse de baja en no sé qué actividad extraescolar. Reducir el consumo de gasolina y andar más en bicicleta. Etcétera. ¿Para qué escribir?
Pues porque sí, aunque sea por simple supervivencia. Me acuerdo de lo que me dijo un colega cuando estuve en Budapest:
- Durante el comunismo estábamos tan tristes que la gente se refugiaba en la música, o iba a exposiciones, o al cine. La cultura era nuestra forma de salvarnos.
Escribir es entrar en el reino de la libertad. Eliges hacer esto porque te da la gana y así regresas a las cosas más nobles que puede hacer el ser humano, que son siempre ruinosas, o sea, gratis.

viernes, 1 de junio de 2012

Los solteros y las tonterías

Ayer me contaba mi hijo mayor que fue a entregar dos carteles a un concurso con dos modalidades: para adultos y para niños. Uno lo había pintado él, que ya tiene 19 años, y el otro era de su hermano de 11. La chica de la oficina le preguntó:
- ¿Los dos carteles son tuyos?
Hay cosas que dice la gente que no necesitan adornos. Son imbecilidades, y punto.
De esa manera escribe Muriel Spark. Acumula diálogos llenos de estupideces sin que ella, como novelista, añada nada. El lector sólo tiene que estar atento a ir descubriendo, a través de un estilo escueto y elegante, la enorme cantidad de tonterías que tienen sus personajes en la cabeza.
La novela más divertida que he leído de ella es Los solteros (el título original, The Bachelors, resulta más irónico y ambiguo). Un grupo de solterones irredimibles es la materia de la que se nutre la historia. Materia que da para mucho, porque la autora explota maravillosamente las manías que, por solteros y por británicos, tienen sus personajes... La trama gira alrededor de un médium bastante sinvergüenza y un grupito de solterones y viudas que le siguen a pies juntillas. Las sesiones de espiritismo son extraordinarias.

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Alguna vez le preguntaron a Evelyn Waugh por qué, siendo católico, demostraba tanta mala leche en sus novelas.
-Imagínese lo que escribiría si no fuera católico, respondió.
Algo semejante se puede decir de Spark, quien se parece bastante al autor de Los seres queridos. No en vano los dos eran conversos y amigos entre sí.
Todo esto no quiere decir que Los solteros sea un librito para pasar el rato. Para empezar, tiene toda esa objetividad en la que parece que se deja decir disparates a los personajes sin que medien comentarios del narrador; me ha llamado la atención que la autora sólo intervenga en una ocasión para juzgar lo que hace el protagonista, Ronald, y decir que eso que hace es una frivolidad. Si se molesta la narradora en señalarlo, es porque lo que hace el personaje es decisivo después para el argumento. En fin, no quiero destripar la historia, pero sí señalar ese detalle de finura, esa joyita de comentario en la que la autora aparece de pronto para dar su opinión como un medio de señalar con el dedo al lector inteligente y decirle: "oye, fíjate en esto, que va a ser importante".
 Además, hay mar de fondo. El héroe, Ronald Bridges, epiléptico y converso, es quizá el único personaje con alguna lucidez y preocupación por los demás. Es egoísta, como todos, pero tiene comentarios mucho más inteligentes que la media. "Deja de preguntarme sobre lo que opino sobre esto o aquello como católico", le dice a un amigo suyo. "Para mí ser católico es parte de mi existencia como ser humano No tengo una opinión como ser humano y otra como católico".
O este otro:
"Lo que dice la gente. lo que dice la gente... Siempre se concentran en lo que podría ser, en lo que debería ser, y nunca en lo que es".

miércoles, 30 de mayo de 2012

Generosidad de los escritores

Ayer unos amigos me ponderaban lo ególatras, lo ingratos, lo impresentables que suelen ser los narradores, no digamos ya los poetas. Uno de ellos, justísimamente exaltado, se quejaba de la faena que le había hecho un célebre novelista. Yo mismo, ay, echaba mi cuarto a espadas al recordar una mezquindad que tuve que padecer de otro que se dice amigo. De paso me olvidaba de mis propias aficiones poéticas.
Pero, horas más tarde, cuando la conversación se había disipado, me llegaron a la cabeza dos ejemplos de escritores que, ciertamente, responden de maravilla al tópico de gente rara y que, sin embargo, tuvieron rasgos de una generosidad heroica.
El primero de ellos es Fedor M. Dostoievsky, un tipo de cuidado. Su obsesión por el juego y sus desplantes amargaron la vida de quienes se acercaron a él, por no hablar de la epilepsia, de la que el desgraciado no era responsable. No se conocen tanto sus detalles de cariño conmovedor con su esposa Anna Grigorievna, y, sobre todo, con aquellos familiares y amigos de los que no recibió nada. Durante años Dostoievsky sufrió lo indecible por su crónica falta de ingresos, debido -sí- a su carácter desordenado, pero también a que pagaba puntualmente una suma mensual a su cuñada, viuda y con cuatro hijos, y a su hijastro, un gorrón que no dio palo al agua en toda su vida. Lo cuenta Joseph Frank en su monumental biografía sobre el escritor ruso.
El otro caso de generosidad es Juan Rulfo, ese prodigio de la simpatía. El mexicano fue un hombre de una tristeza cósmica, lo que le arrastró al alcoholismo. Tampoco nadó en dinero, pese a la fama que le proporcionaron los dos únicos libros que escribió. Sin embargo, no dudó en elogiar a Antonio Estrada, el oscuro y genial autor de Rescoldo, una novela silenciada por denunciar un tema tabú en México: la persecución antirreligiosa contra los cristeros. El pobre Estrada falleció a los cuarenta y ocho años de un infarto, después de haber luchado de manera quijotesca contra el caciquismo y la corrupción priísta. Dejó una familia numerosa en una situación desesperada. Rulfo, conocedor de la desgracia de la viuda y los niños, se  dedicó a lo largo de años a hacerles llegar de manera discretísima distintas sumas de dinero. Para colmo, la viuda declaró que jamás había visto a ese señor tan bueno. Lo cuenta todo Ángel Arias en su excelente introducción a Rescoldo.

jueves, 17 de mayo de 2012

Lo bueno, si breve, no siempre es bueno



Es curiosa la moda de los microrrelatos. Hace años era un género menospreciado y acabado en nada, y hoy te encuentras con infinidad de páginas y blogs dedicados al tema, donde se exaltan la precisión, la síntesis, la genialidad de resumir unas cuantas ideas en un texto, a ser posible, cuanto más corto mejor. Además, hay concursos de microrrelatos por todas partes. Hasta los colegios de abogados tienen uno.
La verdad es que la brevedad siempre viene bien. Le vienen bien, por ejemplo, a los escritores que no quieren trabajar mucho, a los lectores perezosos y a los críticos que se dejan guiar. Pero lo breve no siempre es buenísimo. Pongo un ejemplo gigantesco: el famoso “Dinosaurio” de Monterroso, que tantos infatigables lectores tiene:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

La gente asegura que esta frase da para tres o cuatro mil interpretaciones diferentes. Por desgracia, a mí, sólo se me ocurren tres o cuatro, la más interesante de las cuales (esas borrosas fronteras entre sueño y realidad) ya la había previsto Chuang Tzu hace más de dos mil años con su minicuento de la mariposa:

Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.

Monterroso imaginó una frase ingeniosa, pero el chino lo hizo mejor, creo. Por supuesto, hay microrrelatos espléndidos y brevísimos que encierran esa misteriosa emoción que nos empuja a pensar tiempo después en ellos. A mí, el "Cuento de horror" de Juan José Arreola me sigue pareciendo una maravilla escalofriante, quizá porque no se acaba de explicar del todo:

La mujer que amé se ha convertido en fantasma.
Yo soy el lugar de las apariciones.

Los buenos microrrelatos siempre producen misterio y sorpresa: por eso son tan difíciles. Ahora bien, no es menos cierto que también podemos leer textos brevísimos -la mayoría- en donde las omisiones son tan obvias que se reconocen enseguida y no añaden mucho más, no se abren a un juego más amplio. Dice un microrrelato anónimo:
“Se me pasó la noche volando. Firmado: Supermán”. 
Quizás una primera lectura sorprenda o divierta. Sin embargo, el ocultamiento de la perspectiva se desvela completamente en la segunda frase (ya sabemos que Superman es quien habla) y este hallazgo no deja de ser un chiste. Y como todos los chistes, deja de tener gracia al repetirse unas cuantas veces. La buena literatura aguanta mejor.
Algunos hacen hincapié en unas dimensiones reducidas exponencialmente para asentar el criterio sine qua non del microrrelato, pero quizá deberíamos relativizar el valor estético de la brevedad por sí misma. A la pregunta tópica de cuál es el relato más corto del mundo, se puede oponer la respuesta de si este relato pigmeo funcionaría, o no, como un buen texto literario. Pongo un ejemplo breve, ma non troppo, de Rosalba Campra:



LA LIBERTAD

Podrás ir caminando por el filo de la sombra hasta la parte alta de la ciudad. Nadie te dirá: por ahí no se pasa. Encontrarás entornada la verja de esa casa que te ensanchaba los ojos de deseo cuando eras chico. Ningún guardia te cerrará el camino, ni te prohibirá caminar sobre los macizos de anémonas hasta el estanque, entrar en los salones enguirnaldados sin que nadie te anuncie. Marcarás con caramelos tus itinerarios por las plazas, elegirás en la biblioteca central los manuscritos más ricamente iluminados para recortar las figuras, y nadie llamará a la policía, ni siquiera cuando en las farmacias te pongas a volcar uno a uno los tubos de píldoras fosforescentes que se desparramarán hasta la calle con un alboroto de perlas desenhebradas, o cuando busques en el negocio del anticuario, donde todo fue siempre demasiado caro, los más rotundos sillones coloniales, los espejos de azogue deslucido, y te los lleves sin pedir permiso. Ningún empleado del correo protestará porque te has puesto a abrir las cartas –a veces de amor– dirigidas a otros, o a usar los telegramas para hacer avioncitos que terminan por amontonarse en el mismo rincón. Ningún camarero te impedirá descorchar todas las botellas de los vinos añejos, y probar apenas un sorbo de cada una, sentado a la terraza frente al mar. Inútilmente esperando que la mujer más hermosa de la ciudad, que una mujer, que alguien, baje a sentarse contigo, y te acompañe después al teatro donde nadie te exigirá la entrada ni tratará de imponerte buenas maneras cuando te arrellanes en el palco presidencial frente al escenario vacío. Ese es el lado malo, ya te habrás dado cuenta, de ser el único sobreviviente.


Aquí el protagonista se permite las licencias que no pudo disfrutar de niño: penetra en la mansión, alfombra de caramelos las calles de la ciudad, entra en restaurantes y oficinas de correos misteriosamente vacíos, etc. El enigma acerca de por qué no hay ningún obstáculo a los deseos infantiles del personaje preside todo el desarrollo. Uno tras otro se acumulan detalles en la acción antes de que se desencadene la revelación final. Toda esta acumulación de detalles revela poco afán por una síntesis elevada a la máxima potencia, pero a cambio contribuye a generar una atmósfera “realista” que traiga mayor interés al final. Respecto a este, hay que decir que el escamoteo de una información central (¿por qué tanta libertad?) en la historia es un procedimiento común en gran cantidad de microrrelatos. La persistente omisión de un dato explicativo favorecería la sorpresa que tantos comentaristas ponderan como uno de los principales ingredientes del género. En este caso, el hecho decisivo –el protagonista como único sobreviviente de un Apocalipsis mundial– acaba desvelándose en la última frase. Hasta aquí, la estructura no es original en sí misma, no se aleja del patrón de tantos relatos breves o brevísimos. No se distingue demasiado del microrrelato de Supermán…. 
Si “La libertad” no tuviera otro aliciente narrativo, podría decirse que, cuando se eliminase la sorpresa y se descubriera el dato oculto del sobreviviente, el texto agotaría sus posibilidades. Por suerte no es así. Esta historia fantástica necesitaba expandirse para que el efecto del final, una vez conocido, no vacíase de interés la relectura. Esta expansión se concreta en esa enumeración de detalles que reafirman el valor sugerente de la palabra. Ahí están todos esos juegos infantiles con los que el protagonista sueña: los telegramas hechos avioncitos de papel, los recortables de manuscritos iluminados, el descorche de los vinos añejos, los tubos de píldoras rodando como perlas desenhebradas. En fin, que si no fuera por todos estos detalles, si la imaginación no se extraviara con todas estas imágenes, el relato se quedaría un esquemita más o menos ocurrente, una ocurrencia sepultada como tantos otros pequeñísimos compañeros narrativos en el rincón del vago.