miércoles, 26 de agosto de 2009

Laberinto

En la pelea con el Minotauro Teseo ha dado tantas vueltas que ha perdido el ovillo regalado por Ariadna. Se palpa los bolsillos, dirige la mirada a todos los rincones del pasillo, rebusca bajo la cabeza del monstruo, pero el hilo dichoso se ha esfumado. ¿Será su destino morir encerrado en el laberinto? Durante media hora se muerde las uñas con desesperación, hasta que mira hacia el cielo implorando misericordia. Entonces descubre que los pasillos del laberinto no tienen techo y piensa una frase que siglos más tarde será un verso famoso: “De todo laberinto se sale por arriba”. Sin dudarlo más, toma carrerilla y trepa por una pared. Al principio cuesta encaramarse, pero ya está llegando, ya le falta menos, y ya, al final, alcanza, sudoroso, jadeante, la cornisa. Cuando se va recobrando del esfuerzo, contempla el bosque de pasillos abiertos por el techo que se extiende ante él, y más allá, muy al fondo, la puerta salvadora y el reluciente mar de Creta. Sólo tiene que llegar hasta allí. Y entonces se da cuenta de que para escapar del laberinto, tiene que volver a bajar y luego subir y bajar y subir…

4 comentarios:

  1. Javier, gracias por estos dos textos!
    Precisamente estaba en estos temas.
    Tu voz resuena de este lado.
    GRACIAS!

    ResponderEliminar
  2. Sucede que Teseo no ha captado la dimensión trascendental de la frase marechaliana...
    Quizás...

    ResponderEliminar
  3. Ser libre merece cualquier esfuerzo, la verdad. Pero mira que perder la clave...

    ResponderEliminar
  4. Eso es. Para alcanzar la salida hay que subir y bajar, y subir y bajar.

    A la libertad por la crisis (ahora toca bajar).

    ResponderEliminar