lunes, 13 de mayo de 2013

Átomos y galaxias

   ¿Qué aporta este libro galáctico a la bibliografía del poeta?  Y no me refiero al oficio de Miguel d'Ors, que ya está JLGM para insistir. El título reúne lo cósmico y lo diminuto y, por eso mismo, es una amplia síntesis de una trayectoria riquísima. Recuerdo mi lejana lectura del primer libro de d'Ors (Del amor, del olvido, 1972): aquel poema titulado justamente "Los abuelos". Y, sobre todo, esa estrofa:

... Y el abuelo, qué manos de valiente,
qué venas, retorcidas como parras;
las ganas que me daban
de cumplir en un día sesenta y cuatro años
para tener dos manos como aquellas...

Privilegios del tiempo: el joven que escríbía aquello hace tantos años, ahora  vive la experiencia de cómo su vida se prolonga en otros. Creo que la poesía de Miguel ha estado surcada siempre por la fascinación por una cadena de experiencias, llámese tradición, Providencia o sabiduría que viene de la sangre, sabiduría de abuelo. Para mí, uno de los mejores poemas del libro es "Columpio", con ese balanceo de los versos y ese final -"el inmenso columpio de los años", que dice más de lo que aparenta. Nunca me han llamado la atención los caligramas, pero éste es seguramente uno de los mejores que he leído:



Columpiando a Mateo.

Sus padres –vacaciones

en agosto- lo han

traído un año más,

y aquí estamos, abuelo

 y nieto. Yo le impulso

el columpio. Se acerca

 a mí, risa en crescendo,

retrocede, tocando

 –paisano momentáneo

de los pájaros- la

bóveda de la tarde,

y regresa a mis manos

 con una risa nueva,

y se aleja otra vez,

 y… Ya se acaba agosto;

ya pronto, adiós, sus padres

volverán a Pamplona;

yo quedaré en Galicia,

esperando. Esperando

que el inmenso columpio

del año me lo acerque

de nuevo, todo risas,

el próximo verano.




2 comentarios:

  1. Javier,

    Precioso. D'ors es un maestro grande de la cotidianidad.

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  2. Pequeño matiz: D'Ors es, a mi parecer, un maestro de la poesía. Que no siempre en sus versos tiene que ver con la cotidianeidad. Ésta, por lo demás y obviamente, no es en sí misma ni más ni menos poética que lo no cotidiano; la categoría poética la dan el observador (si se contenta con vivirla, y tiene esa capacidad) o, como en este caso, el poeta, que sabe qué escoger en ella y cómo contarlo para que la alcance.

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