miércoles, 21 de agosto de 2013

Ciudad de insomnio

Otra vez te cuesta conciliar el sueño. Y otra vez recurres al truco de cada noche: contarte a ti mismo una historia a la espera de que todo se vaya borrando, las imágenes que tú mismo has creado se alejen y termines por perder la conciencia. En la oscuridad de este cuento imaginas una ciudad hermosa y arruinada. Ya estás caminando por una de sus calles a plena luz del día. El cielo se ve claro y sin nubes. Desde el río a tu derecha te llega una brisa húmeda que pone euforia a la mañana. Sigues adelante. Al llegar a la primera esquina tienes dos opciones para continuar la historia: o te sientas a tomar una Coca-cola en la terraza de enfrente, o sigues adelante perseguido por alguien, tal vez un criminal. Eliges la segunda posibilidad.
Ahora el Otro entra en escena. Lo sientes cada vez más cerca y apresuras la marcha entre un montón de gente que ha empezado a salir por puertas y esquinas. De pronto llegas a una plaza inmensa y desierta. Entre los árboles pelados-seguramente es una mañana soleada de invierno-, se divisan algunos edificios colosales, quizá unos palacios modernistas. No hay donde esconderse y vuelves a plantearte dos alternativas. Opción A: esperar al Otro y enfrentarte con él. Opción B: tomar esa calle lateral con la ilusión de despistarlo. Te vuelves cobarde y eliges la B.
Ya te encuentras metido en un laberinto de callejuelas que atraviesas a otra prisa. Extrañamente la gente sigue desaparecida de la ciudad. Sólo estáis el asesino y tú. Ves unos cubos de basura y piensas qué fácil sería esconderse ahí. Y qué fácil también que el Otro se diera cuenta, abriera la tapa y te matase como a una rata. Descartada esta solución por peligrosa, encuentras una bifurcación y te decides por la calle de la izquierda.
Pero cuando estás dentro, ves que no tiene salida y que al fondo hay algo así como una tienda de antigüedades. No te queda otra solución que entrar. Unos viejos con lentes están leyendo en atriles gigantes. Se escucha un cuarteto de cuerda. El sonido, un poco apolillado, viene de un cassette que reposa en la mesa del dueño. Al final, enmarcado en un decorado de estanterías de maderas nobles y pilastras, divisas un enorme libro abierto. Buscando una solución a tu angustia, te echas sobre él y en la página que se ofrece a tu vista descubres el plano de la ciudad que has estado recorriendo. Empiezas a repasar con el dedo tu itinerario de sueño. Suena una campanilla: el Otro ha abierto la puerta. Pronto, no hay tiempo que perder. Por un momento piensas si no es el insomnio quien te persigue. Pero tú ya estás desvaneciéndote, mirando el mapa te entra definitivamente el sueño, ya las imágenes se borran, ya estás perdiendo la conciencia y por ahí, por ahí te escapas.

1 comentario:

  1. Había escuchado de despertarse en medio de una pesadilla pero nunca de dormirse en medio de una, guau

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