viernes, 4 de octubre de 2013

Noticias del Reino de los Efímeros

...Nación sin disputa la más extraña de que yo tenga noticia, los Efímeros que viven en los arenales infinitos de Galang, construyen ciudades en pocas semanas y las llenan de bazares tan numerosos que no se halla otra cosa dentro de sus murallas. De las tribus nómadas del norte, el oeste, el este y el sur concurren como hormigas los hombres y las mujeres a las callejuelas de la nueva ciudad. El viajero efímero viene a caminar entre las tiendas y a comprar toda clase de mercaderías: amuletos de agua helada, idolillos de sal endurecida, mantas cosidas con finísima arena... Como es natural, estos tesoros, nada más comprarlos, se disuelven, se esfuman, se espolvorean, por lo que el entretenimiento principal está en desprenderse de ellos e ingresar en otra tienda para seguir comprando.
A las pocas semanas, la riada de personas y camellos empieza a descender de número. Los clientes se aburren, los bazares se vacían y de la ciudad sólo quedan ruinas abandonadas al infatigable sol. Compradores y vendedores emigran en busca de nuevos mercados.
Al borde de las ciudades y los campamentos, suele discurrir un piadoso río. Dicen los sabios efímeros (algunos hay) que la mejor imagen del mundo está en esos ríos y que todo ser humano debiera bañarse al menos dos veces en la vida en uno de ellos. Pero aquellas gentes tienen siempre tanta prisa en comprar novedades que sólo tienen ojos para pisotear el arroyo con las patas de su camellos.
Viven entre espejismos. Les fascina el reverbero del sol en una fuente y dicen que ese es su dios, uno y múltiple, pues dura un instante. Los hombres se intercambian sus mujeres, y viceversa. Se ha dado el caso de que este comercio no sea sólo carnal: algunos príncipes efímeros afirman estar viviendo con varias mujeres fantasmas a la vez.
Carecen de gobiernos constituidos, iglesias, familia o cualquier otra sociedad que suene a perdurable. En esto se asemejan a los lagartos fugaces que habitan junto a ellos los incontables desiertos de Galang.
Cuando llega el momento de la muerte, la tribu abandona al futuro cadáver en la duna más próxima. Ha de morirse en soledad para evitar la tristeza de los demás. Esto se tiene por un acto de generosidad. Según las creencias efímeras, los cuerpos ya muertos se elevan por los aires y se alejan del mundo tan leves como leve ha sido su vida entera.
(Herodoto: Historias, Libro XII)

4 comentarios:

  1. Me ha gustad mucho, aunque no sé si será una impresión efímera.Saludos desde el Caribe.

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  2. Gracias, Gonzalo. Que tu playa no sea como la de los efímeros...

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  3. Me encantan tus microrrelatos. Este lo has bordado. Abrazos!

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    1. Se agradecen especialmente estos comentarios viniendo de una buena lectora. Abrazos

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