jueves, 17 de septiembre de 2009

El reloj de casa

En la cocina tenemos un reloj de manecillas colgado en la pared. No es gran cosa y, aunque no recuerdo bien, debimos de comprarlo en Ikea o en algún otro lugar donde la gente pasa los fines de semana con la excusa de decorar la casa en donde no están.
Cuando me levanto bien temprano, sólo se escucha por toda la casa el tic tac implacable del reloj. Mientras todos duermen, él es el único consciente de lo que sucede. Cuánta sabiduría hay en ese sonido solitario.

6 comentarios:

  1. Te diré algo sobre ese tipo de relojes. Si lo descuelgas y le das la vuelta, verás que son todos iguales. El mismo mecanismo, el mismo tipo de pila, y la misma carcasa negra oculta. Lamento decirte que ese sonido solitario es el del despertador Casio de toda la vida. Y la sabiduría está en el tipo que se le ocurrió convertir el despertador Casio de toda la vida en esos aparentes relojes. Por cierto, no lo compruebes. Te aseguro que cuando lo vuelvas a colgar ya no será el mismo. Y posiblemente tengas que volver por Ikea (nada aconsejable)Después de leer ésto... ¿qué escucharás el próximo día que te levantes temprano? Hay que ver lo que puede llegar a ver un poeta somnoliento.

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  2. Me temo que no todos son iguales. El mío se paró. El paso del tiempo es irremediable, y negarse a ello es propio de egoistas, pero en mi caso no porque aprecio más lo temporal y mundano, sino porque es la única forma que se tiene para poder dormir.

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  3. Seguramente por eso yo no duermo bien, amigo anónimo...

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  4. Cuánta confianza me tiene este Álvaro como manipulador de maquinitas...

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  5. TAC TAC, TAC TAC, TAC TAC... en el silencio de la noche mi corazón marca el tiempo. O ¿es el timepo el que marca mi corazón?... qué más da, lo inexorable nos deporta infintas posibilidades aún cuando todos acabemos de la misma forma. ¿No es ese el fundamento de la poesía?

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  6. Sin embargo hay otro reloj dentro de ti (de tu pasado), y no de Ikea precisamente. Era alto, con un estampado verdoso y dorado, con una puertecita esbelta que escondía el péndulo (a veces también alguna botellita), y una ventanilla que podía abrirse para acceder a las manecillas. De vez en cuando alguien introducía una llave en ¿tres? bombines para que no se parara. Competía musicalmente cada 15 minutos con otro que se podía ver un poco más lejos, a través de la ventana. Puede ser un bonito tema el de "los relojes de tu vida".

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