jueves, 24 de septiembre de 2009

Felicidad a lo bruto

Hoy en día nos gusta tasarlo todo, acaso porque en una sociedad insegura de sí misma los números ofrecen las certezas que nadie se atreve a proferir. Me entero de que, hace una semana, a Sarkozy se le ha ocurrido que, para conocer el nivel de desarrollo de los países, se le añada al PIB de toda la vida un indicador del grado de felicidad nacional. Pues van buenos los franceses. Sarkozy debiera tener cuidado con estos brotes suyos, porque por ahí le toman en serio y se fijan en el número de sonrisas por país y Francia queda por debajo de sus ex-colonias, un Senegal o un Gabón, sin ir más lejos.
Por lo demás, a mí todo esto me recordó de nuevo a mi casa, que es en donde termina pensando uno, lo quiera o no. Mis hijos pequeños ven cierta serie televisiva de nombre ridículo (Código Lyoko, o algo así) en la que el protagonista va corriendo aventuras tan contento mientras por un micrófono informático sus amiguitos le van chivando cosas como: "¡Te quedan 25 puntos de vida! ¡Date prisa!". Sólo 25 puntos de vida: qué fuerte, Dios mío. Hay que ser dibujo animado para no morirse del susto si te dicen esto por la calle.
En fin, no sé qué pensar de tanta medición. Antes todo resultaba más fácil, porque se tasaban sólo las cosas visibles. Pero ahora se intenta poner puertas al campo de lo invisible y esto es difícil porque lo primero consiste en saber donde acaba la parcela de cada uno y donde empieza la del vecino. A ver: la felicidad, por ejemplo. ¿Dónde empieza mi felicidad para que me la midan bien y no se confunda con la de mi prójimo, por ejemplo, mi mujer y mis hijos? O quizá la solución está en confundirlas para que el resultado dé un número positivo...

8 comentarios:

  1. Con la primera oración basta para una entrada. Gran reflexión esa de: "Hoy en día nos gusta tasarlo todo, acaso porque en una sociedad insegura de sí misma los números ofrecen las certezas que nadie se atreve a proferir".

    Lo del indicador de felicidad me resulta tanto o más "espantoso" que el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.

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  2. Gracias, Juan Ignacio: en realidad, sí, lo de cuantificar la felicidad de la gente es espantoso , si se cree seriamente en ello, porque tiene algo de Big Brother, además de lo ideológicamente siniestro que es imponer con el rigor dela estadística unos criterios que son los considerados como proporcionadores de felicidad.

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  3. Acertadas tus observaciones: todo, hoy día, parece ser mensurable, calculable, evaluable.

    Me encantó leer este pequeño artículo, tu escritura se desliza fluida.
    Saludos:
    LOla Díaz-Ambrona de Llera.

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  4. La última pregunta/reflexión es muy interesante, porque aseguraría que el hombre es feliz, ya que si a la "propia" de uno le sumaras la de prójimo, que también te hace feliz o más, creo que saldría una especie de progresión geométrica felizmente incalculable.

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  5. Álvaro: Yo había pensado sobre todo en que la felicidad de cada uno se construye pensando en la felicidad de los demás, aunque no necesariamente sin pensar en si éstos son felices o no. Pero, bueno, como dices, también vale que los demás traten de hacerte feliz, cómo no.

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  6. Me encanta Sarkozy: es un niño grande, con naríz grande y esas mano... no le falta de nada. Tan tan tan atractivo y encima va por ahí diciendo esas cosas... Ay Dios míos qué lejitos lo tengo: tan lejos como París.

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  7. Rocío: A mí también me gusta Sarkozy, aunque quizá no por las razones que señalas. Bueno, seguramente "gustar" no es la palabra (a veces no me gusta nada lo que dice y hace), pero sí reconozco en él una personalidad menos vulgar de la que se estila en la clase política.

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