A lo mejor nadie se acuerda, pero cuando Felipe González perdió la silla sus vencedores estuvieron apedreándolo hasta que dejó la secretaría de su partido. Ocho años después, Aznar ya no se presentaba a las elecciones, pero dio igual porque los socialistas siguieron agitando su figura como un espantajo en la época en que Zapatero predicaba paz y amor a los turcos. Ahora, nuestro presidente en funciones (que no funcionario) se va con el perfil bajo: sabe que aún le toca una larga temporada de empujones, propinados a partes iguales por amigos y enemigos. Quizá, en este punto su destino sea diferente del de sus predecesores. Pero, en cualquier caso, en el deporte de cascar al ídolo derrotado son idénticos socialistas y populares. A pesar de sus diferencias, se igualan en lo esencial: todos son españoles.
Sé que a mí mismo me sucederá en los próximos meses: cuando vea la que esté cayendo, me acordaré del presidente más inepto de la democracia y de toda su familia. Y quizás haré mal, porque no será momento de mirar al pasado, sino de pensar en el presente y en el futuro. Así que me hago el propósito de no volver a escribir sobre Z. nunca más.
(pero, de momento, todavía puedo: así que sólo me queda decir que Zapatero acaba su comedia, fiel al personaje que interpretó: Mr. Bean, quien, después de hacer toda clase de estropicios, sale de la película asustado y escapándose por el pasillo).
Esto no es posible, Javier. Los efectos de Zapatero durarán en nuestra vida y en nuestra memoria como una enfermedad infantil mal curada. ¿O es que ahora, 15 años después, al ver ciertas escenas de la educación o de la Justicia no recordamos, de inmediato, las palabritas "Felipe González"?
ResponderEliminarFernando: es verdad, negar esto que dices sería como negar la Historia. Zapatero, o lo que ha sido la España de Zapatero, seguirá influyendo mucho tiempo en lo que haya de venir. Pero yo me refería a ese cainismo y ese afán de machacar al que se ha ido,algo que no me gusta, por muy lamentable que me resulte el individuo.
ResponderEliminarZapatero, creo yo, era un presidente delicioso y encantador aunque nunca tuve la oportunidad de conocerlo en persona. Por suerte.
ResponderEliminarSus tres sonrisas (una correcta y dos invertidas o diferidas) así lo atestiguan. Sois injustos con él. Fue un gran hombre y pasarán muchos años hasta de que vuelva otro igual. ZP fue capaz una vez de ilusionarnos a los españoles -algo que solo consiguió otro antes que él, Felipe, durante un tiempo-, si bien ese tiempo fueron solo milisegundos. Pero Aznar, es que ni eso.
Recemos por Rajoy, a ver si lo asiste la Virgen Peregrina, ya que es de Pontevedra...
Un abrazo,
Víctor... Lamento no estar de acuerdo contigo en el siguiente punto: "por suerte" no haberlo conocido. ¡Ojalá lo hubiera conocido yo! Tendría, por lo menos, un puestazo en la ONU, o alguna cosa así en donde te pagan sin que pegues golpe. Eso sí,ahora mas en serio, a mí, mejor que no me ilusionen los políticos, porque eso es lo peor. Para hacerse ilusiones, las del gordo de la lotería (y tampoco, que nunca toca).
ResponderEliminarA propósito de loterías, a mi el dueño del bar que hay debajo de la oficina, el "Jackie's" me tiene totalmente amaestrado. Siempre juega al mismo número, 55813 creo, y todos los años tengo que comprarle un décimo, ante el temor de verme al día siguiente del sorteo envuelto en una nube de conocidos y habituales del bar brindando, mientras yo masco mi mala suerte por no haber comprado. Este año igual. Veinte euritos que se han ido otra vez. Según me han dicho, el Gordo toca, pero aquellos a los que le toca se callan como... Vale, este no es el blog adecuado para este tipo de expresiones.
ResponderEliminarUn abrazo,
Zapatero, el "bobo solemne" como lo definió Rajoy. Brillante definición. Creo que nos acordaremos de él más años de los que podemos siquiera imnaginar ahora.
ResponderEliminarEn cualquier caso, y dejando a un lado el hecho que que este señor no solo se ha ganado a pulso todo lo que se va a decir de él, no debemos olvidar nunca que esto es España; y que Don Francisco de Goya pintó un estupendo y definitivo cuadrito sobre lo que este país es y será -sospecho- muchos siglos mas; dos aldeanos apaleándose uno a otro mientras sus piernas se van hundiendo en el suelo/barro. Sin piedad, y sin aparente intención de cesar.