Hace años, cuando un espíritu exquisito tenía que pronunciar ciertas expresiones decía: "es un hijo de..." o "que se vaya a la m...". Ahora ya puedes decir "puta" y "mierda" sin que la abuela se caiga al suelo. Pero eso no quiere decir que la sociedad haya eliminado sus tabúes; sencillamente los ha desplazado. La semana pasada, en una tienda de Pamplona, sorprendo esta conversación:
-Bueno, pues agur
-Pues eso, y felices...
Todo sea por no pronunciar la palabra prohibida.
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Hay gente que se deprime con la Navidad, porque no le encuentra un sentido. Su reacción tiene una lógica imbatible: la alegría obligatoria es molestísima. Por la misma razón, a mí me deprime la Nochevieja. ¿De qué se alegra toda esa multitud? ¿Qué sentido tiene? Pienso en la cogorza foral que se avecina y recuerdo el inmortal soneto de Jon Juaristi:
Otra vez me han plantado, ya me veo
enfangado en el qüisqui solitario.
A mi edad, sin embargo, es necesario
vigilarse el riñón. Me acuesto y leo.
Las nocheviejas me deprimen. Creo
que las voy a borrar del calendario.
Para el muermo no habrá otro aniversario
ni ganará a mi costa el jubileo.
Vuelvo, hasta que me pesa la cabeza,
a una lectura amena y provechosa:
La Regenta (edición de Juan Oleza).
Y me duermo seguro de una cosa:
tampoco ganaré, el año que empieza,
el concurso de tangos de Tolosa.
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Fin. Esta es la última entrada del año. Si para algo sirven estas fechas, es para hacer balance. Aquí bien, allá mal, el otro mes regular. A propósito de lo que uno esperaba y no salió, hace dos años puse acá unos versos sabios de Aquilino Duque. Hay que aprender a ser buen perdedor. Entre los buenos recuerdos, me queda una caminata a las siete de la mañana por las calles desiertas de Siena; haberme aficionado, a estas alturas, a pasear en bicicleta; la sorpresa renovada de encontrarme a un hijo en los pasillos de la universidad; un atardecer en la desembocadura del río Miño; la película Tintín de Spielberg; La tierra purpúrea de W. H. Hudson, Tom Jones de Fielding, los cuentos de Machado de Assis, de Mansfield y "El duelo" de Chejov; el Octeto de Mendelssohn y la música de Guastavino; mi enésima visita a Buenos Aires y Montevideo: los reencuentros con amigos y colegas venidos de muy lejos... Por estas cosas, y otras que no cuento, vale la pena haber vivido este 2011. ... Feliz año a todos.
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Hoy he amanecido con un barullo de negatividades del 2011
ResponderEliminarAsí que después de leer la entrada, me apunto a hacer un lista de horas a agradecer del año que acaba y me consuelo con los versos de Aquilino
Genial 2012¡
Gracias, Miriam... muy feliz año a ti también.
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