jueves, 2 de julio de 2009

¿Por qué?

¿Por qué escribo? Acaso, como en tantas cosas de la vida, la respuesta no es una sino múltiple. ¿Por qué disfruto con mi trabajo? ¿Por qué no me gustan los macarrones con tomate? ¿Por qué tengo una familia numerosa y soy razonablemente feliz? ¿Por qué me aburren Sabina, Serrat y Zapatero, cantautores? ¿Por qué soy del Cádiz C.F. y no del Madrid o del Barcelona? ¿Por qué me gustan más las morenas que las rubias? ¿Por qué, por qué, por qué? No hay fácil respuesta para casi nada, y, desde luego, para este oficio no poseo ninguna explicación que satisfaga del todo.

Si algo tengo claro es lo que no significa para mí la poesía. Pavese decía que escribía para defenderse de las ofensas de este mundo. A mí, el mundo, por suerte, no me ha producido nada grave. Si acaso, quizá yo le haya hecho más daño que él a mí. Lamento no poder sostener razones tan existenciales como prestigiosas, pero el victimismo siempre me ha parecido, en manos de los intelectuales, una trampa retórica. La escritura, para mí, no es liberación de fantasmas ni desahogo efusivo.

Me parece, sí, que un poema debe nacer de una mirada directa a la propia realidad de quien lo hizo posible. Un buen poeta no debe tratar de decir nada de antemano. No ha de explicarle al lector el sentido de la vida. No ha de andarse con abstracciones. El poeta debiera ser fiel a la propia experiencia, a esa vivencia escondida que significó algo muy intenso en su momento y que las palabras tantean en vano por rescatar. Allí se oculta la mina que uno intenta buscar en la conciencia y que merodeamos todos los que perdemos el tiempo haciendo versos por las noches. Por cierto, me gustaría añadir que esa experiencia, al menos en mi caso, suele ser muy poca cosa. Pero eso no le quita valor, porque las palabras se encargan de añadírselo. “A thing of beauty is a joy for ever”, escribió cierto poeta inglés.

(Tomado del epílogo de mi libro Baúl de sombras, Sevilla, Númenor, 2009))

4 comentarios:

  1. Mi abuelo decía lo mismo pero con menos palabras: ¿poeta? Yo no soy poeta. Hago versos de las cosas que conozco: los árboles, mi tienda, las comuniones. Yo no soy poeta, soy versificador.

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  2. El meollo de todo siempre, siempre, siempe está en el porqué. ¿Por qué? ¡Ah!

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  3. Juan Antonio: Me parece que jugamos en el mismo equipo poético.
    Mòmo: si decía lo mismo con menos palabras, seguro que tu abuelo era poeta, que es mejor que versificador.
    Mauricio: yo creía ser ya bastante gallego, pero me ganas.

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