Aunque pudiese abrir los ojos, nada vería en la oscuridad. El hombre yace inerte. Descansa. Pero de pronto sus dedos están resucitando, y luego la mano, y más tarde el brazo entero. Un hormiguero de vida recorre su cuerpo. Y sus dedos se van moviendo entre la sábana, y avanzan, y siguen caminando hasta que, al fin, encuentran el cuerpo de la mujer más bonita del mundo, a su lado para siempre.
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