jueves, 11 de noviembre de 2010

Viva la Y griega

El mundo está tan mal que ahora ya no sólo los políticos sueltan ocurrencias para cambiarlo, sino que también los académicos se han sumado a la moda. Uno pensaba que la Real Academia Española se había modernizado. Hoy en día los señores académicos ya no tuercen la nariz con las palabras feas o malsonantes, sino que las incluyen en el DRAE, porque "no se puede desconocer la realidad del idioma", o porque su colega Pérez Reverte se cabrea con ellos. Y esto no está tan mal; con buen sentido, se ha abierto la mano con el español en América, que antes andaba medio marginado en las páginas del Diccionario de la RAE.
Además, si uno atiende a su director, se cree que la Academia ya no está para imponer un modo de hablar o de escribir, sino para mostrar a los hablantes la riqueza de la lengua, describirla, cuantificarla etc. La gramática ya no debiera ser normativa, sino puramente descriptiva, dicen algunos. Pero qué va: la última reforma ortográfica la vuelve a emprender contra los acentos que, al paso que van, se convertirán en especie en peligro de extinción. Todo sea por el facilismo. Pero se equivocan los señores académicos: si los hablantes cada vez distinguen menos un adverbio de un adjetivo, no por eso van a conseguir que escriban sin faltas de ortografía cargándose los acentos. Se empieza con los acentos y se terminará con las distinciones entre "b" y "v". Al tiempo.
Pero, a mí, lo que más me molesta es que se sancione la denominación de las consonantes "y", "b" y v". Una vez más, la Real intenta complacer a tirios y troyanos, a españoles e hispanoamericanos. Según los sabios académicos, entre los que se cuentan directores de periódico, humoristas y algún que otro filólogo, los españoles tenemos que cambiar nuestro hábito y decir "ye" como al otro lado del Atlántico. Y los hispanoamericanos, a  su vez, deben renunciar a su "be corta" y "be larga" y llamar "uve" y "be" a las consonantes más redundantes del idioma. Puede que en algunos países como Chile o Colombia, que tiene más apego a la institucionalidad de la lengua, lo consigan. Pero en Argentina, donde sus escritores más insignes desde Sarmiento a Borges, se han reído a carcajadas de la R.A.E., me parece que poca gente les va a hacer mucho caso. Más de uno se preguntará: ¿Quiénes son estos gallegos para decirme cómo tengo que llamar a las letras de toda la vida?
Uno sentía, por lo demás, un cierto cariño desde la infancia por el nombre de la y griega. En medio del insípido abecedario estaba esa "y" que, de niño, me hacía pensar en cascos espartanos y partenones. Tenía su toque exótico y cultural la Y griega, pero eso no lo han visto sus señorías.

14 comentarios:

  1. Desde luego, lo de la "y griega" nos ha chocado a todos. Yo desconocía que "ye" se dijera en Latinoamérica, pero acaso el panhispanismo haya sido la causa, como señalas. A mí, en particular, lo que me ha molestado más ha sido la supresión del acento en "sólo": "Estaba solo con su amigo" no es igual que "Estaba sólo con su amigo". ¿Cómo lo distinguimos? ¿Con otro verbo? "Se sentía solo con su amigo"...

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  2. Sí, en casos como éste que señalas pensaba yo con lo de los acentos. Por lo demás, no sé si se dice "ye" en toda Latinoamérica; en algunos países, sí.

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  3. Puesto que la Academia misma asegura no pretender ser normativa, sino sólo (perdón por los palabros) constatativa y, todo lo más, orientativa, cada uno seguirá haciendo lo que bien le parezca..., y todos tan contentos.

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  4. Yo decía "i griega" y así me la enseñaron. La escucho mucho así aún.

    Por otro lado, dejó aquí mi hipótesis en voz alta y algo desprolija: Las palabras se formaron en una época en que la gente tenía más tiempo para pronunciarlas despacio, así que su sonido debe ser muy adecuado al objeto o sujeto que nombran. Cuando "normamos" cómo se debe decir cada cosa tratamos de mantener esa riqueza original. Cuando sólo registramos "lo que dice todo el mundo" estamos dándole mucho crédito a ese "todo el mundo", sin saber qué impulso lo movió a adoptar nuevas palabras para cosas ya existentes.

    Punto flojo de la hipótesis: ¿Es realmente cierto que "Las palabras se formaron en una época en que la gente tenía más tiempo para pronunciarlas despacio, así que su sonido debe ser muy adecuado al objeto o sujeto que nombran"?

    Es verdad que eso no pasa siempre. Me imagino que sobre todo con las palabras más nuevas. (Un amigo mío criticaba el esperpento de la palabra automóvil por mezclar griego y latino).

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  5. ¿Y no es más fácil sumar "ye" a la denominación, de forma que la letra sea "i griega o ye"? Lo mismo digo de lo otro. Se contagia tanta prohibición y restricciones. Es una puta epidemia. Y lo de puta lo digo por Reverte, al que seguro que estas normas le han tocado los cojones.

    Pero no todo es malo. Se quita el acento de guión y truhán. Lo de solo me parece lamentable. Ya no se va a entender nada de nada.

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  6. Interesante esa la relación entre el tiempo y la palabra. Ya andaría Pitágoras con tiempo para reflexionar sobre un paralelepípedo o algún sesudo científico sobre un electroencefalograma. Desde luego hay que tener tiempo para entretenerte con esas palabras... ahora casi todo se nombra con tres letras.

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  7. Pueden decir misa, si quieren, los académicos. Por suerte, creo también que les va a ser muy difícil imponer nomenclaturas. A mí me parece hermosa la riqueza de vocabulario y la diferencia. Y me gusta oír hablar de la be larga y la be corta.

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  8. ¿Y no sería, para la escritura, be larga y ve corta?

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  9. Totalmente de acuerdo: y "griega" es más bonito. Pero a mi juicio, lo peor de lo que hemos visto por la prensa, claro, son dos cosas. Una, eliminar el acento de la "o" entre cifras; y dos, eliminar los acentos en las (improbables y casi inexistentes, es verdad) anfibologías. Sustrae información en lugar de aportarla (lo mismo ocurre con la "y griega" por cierto). En fin. Dentro de cien años hablamos otra vez... a ver qué ha pasado.
    Un abrazo,

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  10. Gracias a todos por los comentarios y mis disculpas por no haberme metido aquí antes. A mí también me gusta la variedad, Mòmo, y es eso lo que molesta con los cambios ortográficos, aunque, como dicen Mauricio y Víctor, lo más grave quizá sea eliminar el acento de la "o" entre cifras (no harán muchos negocios millonarios los señores académicos. o sí, quién sabe) o la de "sólo". Por lo demás, como dice marinero, cada uno seguirá haciendo (diciendo) lo que le parezca.

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  11. Juan Ignacio: dejo aparte tu hipótesis, preciosa, que me trae a la memoria mi lejana carrera de Filología.Por lo que recuerdo, ha habido toda clase de hipótesis sobre el origen de las lenguas, pero no me acuerdo de ninguna similar a la tuya, quizá porque tiene una verdad poética y los lingüistas no son poetas, por desgracia para ellos. No estoy seguro, sin embargo, de que la gente tuviera más tiempo en el momento de la formación del lenguaje (que empezaría con simples interjecciones), pero sí es cierto que el lenguaje se transforma mediante una ley de economía (lo que explica que gran parte de las evoluciones fonéticas,por ejemplo, tiendan a la simplificación). Al mismo tiempo, esta ley de economía se enfrenta a otra de redundancia: no podemos economizar tanto en lo que decimos porque si no, no nos entienden...
    Por suerte me especialicé en literatura y no en Lingüística.

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  12. Te doy gracias por tomarte el trabajo de responder aquella divagante teoría con tan interesantes y certeros datos.

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  13. ¡¡¡Viva la Y griega!!! Gran manifiesto: gran post. Me sumo.

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  14. Perdón, yo no veo mal quitar el acento de la o entre cifras. Creo que con las antiguas máquinas de escribir tenía sentido, puesto que no existía el "cero" y podía generar dudas. Antes en las máquinas de escribir se ponía así: "Tengo o ó 1 millón", pero ahora no hay problema. "Tengo 0 o 1 millón". Y para que quede claro, no tengo un millón.

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