jueves, 29 de julio de 2010

Una historia transgresora

Había pensado escribir un cuento muy transgresor sobre amor y sexo furiosos. Debía tener alguna imagen surrealista y tremebunda alrededor de la cual girase la sorpresa del lector, algo así como unas vaginas volando por el espacio o las cenizas de un difunto marido arrojadas al inodoro. Pero luego se le ocurrió otra cosa más rara y peor: unas manos de vieja uniéndose a otras igualmente sucias, feas y cansadas. Y en cada una se veía un anillo.

martes, 27 de julio de 2010

Pelea

Estoy frente a mi adversario. Los dos nos miramos con cuidado, examinamos nuestros puntos débiles, hacemos gestos de amenaza o tratamos de confundirnos el uno al otro con movimientos de súbito miedo. Sé que va a ser una pelea difícil y dolorosa. Él también lo sabe. Por fin, me decido yo primero y doy un salto sobre él con la mano extendida. El espejo se rompe.

lunes, 26 de julio de 2010

Fin (de momento)


Se acabó. Desde hace unos días la estancia en Alemania se ha convertido ya en una colección de imágenes para la memoria, amontonadas como las bicicletas del párking de la universidad de Münster. (Por cierto, quinientas mil bicis para una ciudad de doscientos cincuenta mil habitantes, qué barbaridad. Uno de mis éxitos más recientes ha sido no ser atropellado por los ciclistas, que allá monta a dos ruedas hasta la vieja más decrépita).
Ahora este señor que escribe se va a tomar vacaciones informáticas, aunque de vez en cuando ceda a la tentación -ya lo sé- y se escape al ordenador. Feliz verano, entretanto.

lunes, 19 de julio de 2010

Las reglas del género

El personaje del microrrelato se palpó la cara y no se reconoció en ninguno de los rasgos que le había atribuido el escritor. Más aún: en la descripción sólo se decía que tenía una nariz afilada y una boca de labios gruesos. Nada se señalaba de sus ojos ni del color del pelo. Entonces decidió encararse con el responsable del desaguisado.
-Oye, esto no me gusta. No me has creado como un ser humano...¿Te parece bonito dejarme sin ojos? ¿Y qué me dices del pelo? Ni que fuera transparente!
-Es que eres un personaje de microrrelato.Y no tengo yo la culpa si ya conoces las reglas del género: máxima síntesis y brevedad ante todo. Así que no tengo espacio para perderlo en descripciones inútiles.
-Qué morro tienes. Así es imposible transmitir nada interesante. Además, la vida en tu mundo, esa vida que llamas real, también es cortísima. Yo lo sé porque hay mucha literatura sobre eso. "Vivir es caminar breve jornada": lo dijo Quevedo.
-Pero, ¿tú, quién te has creído que eres, so pedante?
Y, furioso, el escritor, se echó sobre el papel, borró a su personaje de un plumazo, escribió a toda prisa las últimas palabras, y el cuento se acabó.

domingo, 18 de julio de 2010

Madrugada



El verano trae siempre un silencio diferente a la madrugada. Hace años, en el sur, recuerdo cómo resonaba el mar, ajeno por unas horas al estrépito de la gente. Aquí, en esta esquina del norte de Europa, la noche es más breve, apenas unas horas hasta las cinco. Mientras dura este suspiro nocturno, se siente otro silencio, distinto al de esta ciudad habitualmente poco ruidosa. Me levanto temprano por culpa del insomnio. Todavía en la penumbra, veo el silencio en los árboles de parques y jardines, en el verdín mezclado con el agua del estanque, o en las luces de unas bicicletas que flotan en la penumbra, cálida y mágica al mismo tiempo.

miércoles, 14 de julio de 2010

Las cenizas del Mundial

Se van apagando los entusiasmos poco a poco, y lo que fue hoguera hoy es brasa y pronto será ceniza. Aquí el fuego se está apagando pronto, pero es bonito ver un chispazo, como el titular de ayer de la Frankfurter Allgemeine: "El triunfo de los buenos" (los malos eran los piratas holandeses).

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Otro índice más de la progresiva incorporación de la mujer a la vida pública ha sido la ingente presencia de chicas entusiastas en las concentraciones de aficionados de casi todo el mundo. Lo curioso es que ellas se identifiquen masivamente como nación a través de once muchachotes. Algún día el feminismo radical tendrá que tomar cartas en el asunto.

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Al día siguiente íbamos hablando en español por la calle y un señor se bajó de la bicicleta para felicitarnos. No digo que me parezca mal, pero ya estoy un poco cansado de intentar entender a mi alrededor, y en mi precario alemán, todas las conversaciones acerca de España y su selección. En el extranjero, como en mi país, me gusta pasar desapercibido: así ves mejor la realidad.


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Quizá el sentido del Mundial está en las pequeñas alegrías que se producen alrededor de él. Me quedo con la imagen de Iniesta ofreciendo su gol al amigo fallecido. Y más aún, la foto del hijo de Del Bosque recibiendo a su padre como campeón del mundo (la vi en el blog inglés de Ángel Ruiz).

Con todas las letras

Media hora después de la final, andábamos celebrando el triunfo un grupo de españoles por las calles indiferentes y desiertas de Münster. De pronto, al doblar una esquina, nos encontramos con un hombre solo riéndose a carcajadas como sólo se ríen los niños. Al vernos, abrió los brazos y soltó una carcajada homérica:
-A ver, !!!!españoles!!! Repetid conmigo: !con la EEEE!
-!Con la Eeeee!
-No, !más fuerte, mucho más fuerte!: !!!!con la ESEEEE!!!!
-!!Con la Eseee!!
-!!!CON LA PEEEEE!!!!!!!
-!!!Con la Peeee!!!!
Etcétera. El lector adivina el final que entonamos todos juntos con nuestro director de orquesta:
-!!!!!!!!E-s-p-añ-a!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Nuestro amigo fugaz se echó a reír de nuevo y se alejó corriendo mientras agitaba los brazos.
Era negro. Afroespañol, dirían los cursis. Pero a mí me pareció español a secas y con todas las letras.



sábado, 10 de julio de 2010

Profecías

Terminó el partido de semifinales y se hizo un silencio fúnebre en el bar. Ni siquiera los cuatro españoles, tan ruidosos todo el tiempo, nos atrevimos a decir ni mú. Un alemán, con la cara descompuesta, arrugó la cara y murmuró a mis espaldas:
-Esta semana voy a comer pulpo todos los días.

viernes, 9 de julio de 2010

Evo Morales (toma 2)

Dejé hace algunos días una entrada programada que consistía únicamente una fotografía que me pareció bastante divertida. Los duendes informáticos me han gastado una broma, que ha motivado la justa extrañeza de algún lector. Aunque sospecho que la imagen está trucada, a los curiosos les recomiendo que pinchen justamente aquí.

jueves, 8 de julio de 2010

Modos de ganar y modales sobre cómo perder

De camino al bar, me encontré con el letrero de una cervecería en el que se anunciaba una pinta gratis a todos los parroquianos por cada gol que metiera Alemania. Seguí caminando por la ciudad desierta y, al llegar a mi destino, me costó encontrar a mi grupo, tapado al fondo entre la multitud de alemanes con sus pinturas de guerra. Éramos cuatro españoles, un argentino con ganas de venganza y un alemán hispanófilo que sonreía de oreja a oreja con su camiseta de la selección española.
La crónica del partido nos la sabemos de memoria. Sólo quiero reivindicar el comportamiento de los alemanes: no es tan fácil aceptar la derrota como lo han hecho. A la salida, un grupito de españolas se dedicaba a torear con la bandera a cuanto alemán pasaba en bici por el carril reservado para ellos. Entre las muchas víctimas algunos sonreían deportivamente, otras contenían las lágrimas y sólo uno amagó con un puñetazo que terminó en el vaso de cerveza de uno de sus propios compatriotas. "Admiro el modo de perder de esta gente", me decía el argentino, "en Buenos Aires los hubiéramos matado a cuchilladas". Y en España, creo yo. Pero ellos no: ellos siguieron tristes, pero ejemplares.
A la vuelta recogí del suelo una banderita abandonada por el enemigo, como trofeo para mis hijos. El dueño de la cervecería había tachado el cartel.

miércoles, 7 de julio de 2010

Vísperas del partido

Estaban nerviosísimos desde una semana antes de que empezase el Mundial. Los coches empezaron a circular con dos, tres y cuatro banderitas alemanas. Más de uno había forrado la parte trasera de los espejos retrovisores con los colores rojo, amarillo y negro. A cada partido ganado por la selección la gente, de ordinario tan ordenada y silenciosa, se ha vuelto majara: Bailes, bocinazos y cantos alcohólico-patrióticos. Una de las diversiones más señaladas ha sido tirar viejos electrodomésticos a las vías de los trenes. Por eso me quedé tirado el otro día poco antes de llegar a Münster.
"España da miedo", leo en la prensa española de internet. Sí, seguro, les damos muchísimo miedo.

martes, 6 de julio de 2010

Cómo estropear un poema

Abro la antología de poesía nicaragüense que acaba de aparecer en la editorial Visor y leo una poesía de la que se ha dicho alguna vez que es,"acaso la más bella de la lengua castellana". Como eso es mucho prometer, voy a ver qué pasa:

Un trozo azul tiene mayor
intensidad que todo el cielo.

Vaya, esto empieza bien, me digo. Ahí está el destello poético, la iluminación para hablar de la grandeza de lo pequeño. Pero luego continúa algo que me gusta mucho menos: "yo siento que allí vive, a flor/ del éxtasis feliz, mi anhelo". Eso de la flor del éxtasis feliz suena demasiado "literario", innecesariamente alambicado, como si hablase de pronto otra persona. No se pueden mezclar la cerveza barata con las angulas. A partir de aquí el poema es un sube y baja permanente sin que el mismo poeta sepa, a ciencia cierta, qué quiere decir:

Un viento de espíritus, pasa
muy lejos, desde mi ventana,
dando un aire en que despedaza
su carne una angélica diana.

La imagen del viento es exquisita, pero habría que comerse la coma que algún despistado ha puesto entre el sujeto y el verbo. Además, ¿qué pinta la ventana con el viento? ¿Está soplando desde la ventana del poeta o "muy lejos"? ¿En qué quedamos? En cuanto a la carne, si se refiere al viento, me resulta incongruente, y si se refiere a la diana, tengo mis dudas de si está hablando de una Diana con mayúscula. Un lío.
Por fin, en la última estrofa el, poeta se da un castañazo contra la pista de aterrizaje al intentar "elevar" el tono del poema con palabras falsamente prestigiosas:

Y en la alegría de los Gestos,
ebrios de azur, que se derraman...
siento bullir locos pretextos
que estando aquí, de allá me llaman!

El azul del primer verso se ha transformado en un heráldico y pedantesco "azur"; los gestos son más misteriosos si llevan mayúscula; la idea del arrebato místico se manosea con una retórica un tanto ingenua... Es verdad que la poesía brota de un chispazo, pero luego hace falta que el poema no se apague o se encienda demasiado y, para eso, ha de aplicarse la inteligencia razonadora, no sólo la intuición que no se sabe bien a donde nos lleva (al diván del psiquiatra en ocasiones).
Hay poetas capaces de lo mejor y de lo peor en un único poema (Leopoldo Lugones, Miguel Hernández, Pablo Neruda y tantos otros), pero este no es el caso; más bien, es el caos.

PD. Aclaro: El autor es Alfonso Cortés (1893-1969), un poeta nicaragüense contra el que no tengo nada personal porque, entre otras cosas, no había leído nada de él antes. Sucede que muchas veces tratamos de explicar la literatura utilizando ejemplos excelentes. Pero la experiencia me ha sugerido que nuestros alumnos y futuros profesores siguen sin tener muy claro qué hace a un texto ser valioso y a otro no. Por eso es útil, creo, ser algo irreverente con los poemas o los cuentos que comentamos. En alguna ocasión he hecho la experiencia de hacer leer en clase un poema apócrifo de Borges ("Instantes") con otro verdadero que trata el mismo tema ("El remordimiento"). A la pregunta de cuál de los dos es el mejor, la mayoría de mis estudiantes de último curso de Filología han señalado siempre el poema falso. Entonces, con paciencia, intento explicar por qué uno es malo y el otro no...

lunes, 5 de julio de 2010

Tréveris o Trier, o como se diga
















Hace dos semanas puse una pica en Trier (más conocido en español como Tréveris). Fui a dar una conferencia y me quedé un par de días. Tréveris está salpicada de imponentes monumentos romanos y una catedral grandiosa que contrastan con el tamaño modesto y provinciano de la ciudad. En el costado norte queda el Mosela, que es río delicado como evoca su nombre. Al sur, unos cerros de greda rojiza por donde se derraman las vides de uva Riesling. De este a oeste se tardan poco más de tres cuartos de hora en recorrerla. En una punta visité la iglesia de San Matías, un bello santuario donde está enterrado el último apóstol. Había allí una peregrinación ortodoxa con popes muy barbados y señoras de pañuelo en la cabeza. En el extremo opuesto de la ciudad me llevé la sorpresa de la jornada al entrar en la iglesia de san Paulino, una joya espectacular del barroco alemán (para ver la maravilla, pínchese aquí). Entre tanta brillantez, adorno y luminosidad daba la impresión de estar escuchando un "Gloria" a pesar del silencio de la nave central.
Quien vaya a Tréveris puede conocer también la casa natal de Karl Marx. Uno no ha leído a Marx, pero se ha pasado la vida leyendo a marxistas, antimarxistas, neomarxistas y postmarxistas, así que fui con mi anfitriona en la ciudad a aquella mansión, coqueta y de buen pasar, de principios del siglo XIX. El interior me decepcionó un poco, porque estaba tomado por carteles explicativos y no quedaba nada de la vivienda original. Pero nada sabía yo de la trágica vida familiar del filósofo,y algo aprendí. A la salida nos esperaba la infaltable tienda de recuerdos. La regentaba una señora elegantemente vestida de rojo, como si quisiera demostrarnos que hoy en día se puede ser marxista y buena burguesa a la vez (como si hiciera falta demostrarlo, más bien). No había mucho. Recuerdo unos pins, alguna que otra camiseta y unos bustos del filósofo en tres colores a elegir: blanco, negro y rojo.
-Puedes comprar uno para el despacho de tu universidad, me dijo mi acompañante en tono de guasa.
En la tienda había una peregrinación de chinos que compraban con entusiasmo los signos externos de su religión y su fundador. Me acordé de los piadosos ortodoxos que había dejado hacía un rato en San Matías, y comparé lugares y visitantes. Es verdad que había semejanzas, pero no me pareció menos cierta aquella observación chestertoniana de que el marxismo había dicho lo mismo que el cristianismo, sólo que con la cabeza abajo y los pies arriba. Y, tal vez, no sé, desde este punto de vista, la casa de Marx sea una mala copia del templo cristiano.

domingo, 4 de julio de 2010

El Mundial desde un tren alemán

Ayer, en el vagón, el altavoz que avisaba de la llegada a la siguiente estación, iba retransmitiendo a cada rato los cuatro goles que Alemania le propinó a mi querida Argentina. En cuanto terminó el partido, vino la hecatombe. De pronto, el tren se detuvo en Reklinghausen, una estación a media hora de mi destino, y los pasajeros tuvimos que bajarnos porque la vía se había cancelado misteriosamente. Después de vagar una hora por una ciudad desconocida, entre el ruido de la fiesta, las bocinas y las banderas, llegué a una estación del extrarradio. Me metí en un otro tren con dirección a Dortmund, en donde el jaleo era aún mayor. Allí debía conectar para llegar a Münster.
En el siglo de Oro los alemanes tenían fama de borrachines. Quevedo habla de los "tudescos moscos" que caen en picado sobre las copas llenas de vino. Así sería entonces, pero hoy los alemanes se llenan la panza de cerveza. Y, como, además, el varón germano suele tener el tamaño de un armario ropero, hay que cuidarse si lo ves acercándose, no porque te vaya a atacar, sino porque él mismo no sabe dónde puede caerse. De hecho, ya en los pasillos de la estación de Dortmund, estuve a punto de ser embestido por un jabalí borracho y bamboleante.
Llegué al andén. Por supuesto, el tren de Münster se acababa de estropear y a los sufridos pasajeros nos comunicaron que debíamos ir a otra ciudad (Hamm, mi estación favorita), donde podríamos enlazar con un nuevo tren que nos llevaría nuestro destino. Fue entonces cuando me percaté de que llevaba puesto el polo que me regalaron en una tómbola en el Puerto de Santa María, ése que tiene una botella de Tío Pepe en la pechera y la banderita española en el cuello. Mi mujer siempre me dice que no lo lleve cuando vamos al País Vasco. Hay que ver qué mala suerte tengo con el niki, con lo que me gusta. Miré a toda la gente a mi alrededor: la mitad, al menos, iban vestidos de la selección alemana y, al fondo, unos jamelgos berreaban algo así como el "Deutschland über allen" y unos gritos de "Spanien! Spanien!", que no sonaban muy simpáticos. Todavía se acuerdan de cuando perdieron en la final de la Eurocopa.
Al final, después del caos ferroviario, alcancé Münster y vi el final del partido de España. El próximo miércoles, si gana Alemania, no sé donde me voy a meter. Y si pierde, lo mismo.

jueves, 1 de julio de 2010

Bolsillo azul y silencio en el bosque

Cuando definitivamente regrese de Alemania, echaré en falta un puñado de cosas. Una de ellas es el paseo de la facultad a la residencia, ida y vuelta. Siete minutos silenciosos a cualquier hora del día entre árboles inmensos. Al fondo, un campanario gótico y a mi vera, un canal verde y azul, donde he podido ver cómo crece una familia de patos -la pata y sus cinco patitos- que me recuerda a la mía, la que dejé en Pamplona.
Alguna vez escuché decir a alguien que la poesía valiosa es aquella que nunca habla de las circunstancias biográficas del poeta. Qué bobada. Precisamente gracias a las anécdotas del poeta podemos entender mejor nuestra propia experiencia. Por eso, ahora que leo el último libro de Rocío Arana, Mirar el fuego, de pronto siento y "veo" mejor los lugares que pronto abandonaré. Le tomo prestada este poema, el que más me ha gustado de su libro:


EL BOLSILLO AZUL


Una tarde salimos a buscar
ardillas en un bosque de Alemania.
Los patos en el lago sobre el verde
y el rojo de las casas bailaban en silencio, se mecían
dulcemente los patos en mis ojos de niña de seis años,
y ahora que los veo danzar en mi memoria,
recobro aquel silencio de castillos
verdes en Alemania.
Me dijiste
que las ardillas viven en los árboles,
detrás de cada árbol se agazapan
y corren entre árboles con gestos
de ardillas cuidadosas.
Por eso es tan difícil encontrarlas,
y por eso gasté tantas tardes buscando
ardillas en lugares tan remotos
como el bolsillo azul de tu chaqueta.

Goebbels


Lectura de una reciente biografía sobre Joseph Goebbels, basada en múltiples testimonios y, sobre todo, en sus diarios. Lo que más llama la atención es la complejidad de la maldad humana. De un lado, Goebbels se muestra como un padre tierno, cariñoso, que anota sus pequeñas preocupaciones por los deberes escolares sus hijos. Es un hombre sensible y refinado, capaz de emocionarse escuchando la Pasión según san Mateo o de opinar con buen criterio sobre cine y literatura. Incluso en los peores momentos de su vida, se refugia en la música clásica y sigue preocupándose por la difusión de la alta cultura en el III Reich.
Pero, al mismo tiempo, vive poseído por su fascinación por Hitler quien, a su vez, parece poseído por el mismo Satanás. Sobre todo, llama la atención la inconsciencia absoluta con que juzga sus actos: "Hemos hecho todo lo posible por evitar esa clase de guerra, por hacer una guerra que se dispute de forma humana", escribe cuando, horrorizado, ve las consecuencias de los bombardeos aliados en Alemania. Por supuesto se olvida de todo lo que que ellos han hecho antes en Rotterdam, Varsovia, Coventry, etc. Y, eso sin hablar, del odio salvaje hacia los judíos, cuyas razones el libro no termina de aclarar.
"Todos los curas son homosexuales. Hay que acabar con ellos", anota en otro lugar de su diario. Y, a continuación, promueve una persecución judicial masiva contra la Iglesia católica sobre este supuesto que, para sorpresa furiosa de Hitler y de él mismo, tan sólo concede unos pocos fallos condenatorios. Este hecho me sorprende, como otros asociados a una película nazi alentada por él sobre la eutanasia, Yo acuso. El argumento tiene inquietantes coincidencias con cierto film español que se rodó y aplaudió desde numerosos medios oficiales hace pocos años: una persona con una enfermedad incurable que pide morir por piedad, etc.
El conocido final de Goebbels tiene algo de tragedia clásica, cuando ordena matar a sus seis hijos y se suicida en compañía de su mujer para evitar la infamia de ser hecho prisionero de los enemigos. Sin duda fue un personaje que se sabía actuando para la historia y quería ser recordado como un héroe épico como aquellos que había admirado en óperas y epopeyas. Seguramente por eso se preocupó tanto de que su diario fuese microfilmado según las últimas tecnologías de entonces. Pero la sensación que produce, a pesar de que uno ya conocía algunas andanzas suyas, es de estupor ante la capacidad del Mal por impregnar la vida de una persona valiosa. Y lo más penoso es tal vez la sensación -que no puedo argumentar de forma clara- de que todo el odio que antes se concentraba en unos individuos o en una ideología, hoy en día sobrevive en Occidente de manera amorfa, como si la concentración de veneno se hubiera dispersado o fragmentado, y no pudiera adscribirse a un partido político concreto o a una organización rectora determinada a la cual señalar con el dedo.