viernes, 14 de enero de 2011

Elogio del madrugón

Van creciendo. Los chicos van creciendo.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Hace unos años pasábamos las noches con el oído avizor a la espera de algún berrido infantil en medio de la oscuridad. Así aprendí a aprovechar el tiempo con un bulto humano de entre cuatro y seis kilos a la espalda. Aunque, para ser justos, el número Cuatro nunca nos dio una mala noche. Menos mal que luego vino el número Cinco con sus nocturnas infecciones de orina y ahí sí tuve oportunidad de leer muchísimo y ver películas raras a  las cuatro de la madrugada. O de descubrir la poesía de Mario Quintana. Un alumno brasileño me la regaló (son muy regaladores estos brasileños) y una noche, por azar, la abrí y no pude parar.
Tuve también otras historias interminables. Recuerdo ahora La fiesta del chivo con un bebé en brazos, ya dormido (el bebé, no yo) o El viajero sobre la tierra de Julien Green, con el sol asomándose por la ventana a las seis de la mañana, que no sé si sería un sol real o alguno salido de mi lectura fantástica.
El mayor cumple ya dieciocho años. A éste, mejor no me lo cargo a la espalda. Qué pena.

2 comentarios:

  1. Me diste ganas de ir a casa y cargarlos un poco antes de que se hagan grandes...

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  2. Bueno, la literatura es exageración... mejor no tomársela tan en serio.

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