Cierta directora de la Biblioteca Nacional se enfadó muchísimo al enterarse de que la estatua de un facha presidía el vestíbulo de la casa que acababa de disfrutar, digo, de dirigir. Ese facha era don Marcelino Menéndez y Pelayo y la señora directora intentó mandar su imagen al trastero. Ahora la señora ya no disfruta de su cargo, pero eso no evita que casi nadie se acuerde de la figura del hombre más sabio de su tiempo. Aunque se celebre este año el centenario de su muerte y, en apariencia, hasta la izquierda inteligente reconozca sus deudas con él.
"Ángel de las bibliotecas", lo llamó Leopoldo Marechal, y es cierto que muchos escritores de un lado y otro del Atlántico buscaron en sus libros extraordinarios y elegantemente escritos, la inspiración que no encontraban leyendo a los filósofos. Un dato: el despacho de trabajo de Borges tenía un millar de libros. Pues bien: como se desprende de la lectura del catálogo recientemente editado de su biblioteca, sólo dos autores españoles (sí, DOS) aparecen en la nómina: Cervantes y Menéndez Pelayo. ¿No será que Borges leía a Menéndez y Pelayo en lugar de a Plotino o a Ockham? Más de uno saqueó sin decirlo las obras de don Marcelino, de donde sacaron ideas que no habían leído directamente.
Para remediar en algo todo este olvido, acaba de salir un libro, Menéndez y Pelayo. Genio y figura. Uno de sus autores, Aquilino Duque, lo presenta el martes a las diez en el aula 4 en el edificio de Ciencias Sociales de la Universidad de Navarra..
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