Cuando intentábamos entrar en un museo, mis hijos pequeños canturreaban:
-La-cultura-es-una-tortura, la cultura-es-una...
Normalmente no hacíamos caso de los manifestantes y entraban. ¿Sirvieron de algo estas represiones con sabor preconstitucional? Quiero creer que sí. A estas alturas del partido no vale, como Woody Allen, titular un libro en plan graciosete: "Cómo acabar de una-vez por todas con la cultura". Antes, hace como treinta años o así, el chiste haría gracia porque la gente pensaba que la cultura servía para algo. Ahora no.
Y qué curioso que esto coincida con la llegada de otros gurús -cocineros, psicólogos, magos del consulting y tipos recién operados de los morros-, y qué desagradable que casi nadie se dé cuenta de que la crisis, no sólo la española, va mucho más lejos que un simple problema con los mercados. Pero en el artículo que recomiendo se dice tan bien que sobran mis palabras.
Gracias por el link, Javier. La verdad es que creía que me había quedado demasiado... trascendente este artículo. Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo,
ResponderEliminarVíctor
Pues hombre, no es para tanto. El artículo, digo.
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