En la editorial de Del centro editores apareció hace unos meses el libro de relatos Mínima mitológica de Rosalba Campra. Selecciono dos microrrelatos de este libro tan exquisito como la editorial que lo acoge.
DECIR NO
Asterión descubre, escrito en el libro que todo laberinto custodia, que para salir del laberinto basta negarlo, y que en el laberinto mismo está la negación.
Entonces empieza a borrar. Borra la A, la B, la E, la I, la L, la R, la T.
Quedan dos letras. Incrédulo, musita la palabra que han formado. El eco le devuelve un fragor de derrumbe.
Ya sin muros que lo resguarden, en torno a él ve la inmensa redondez de la pampa o, en otras versiones, la repetición igualmente sin salida del damero que dibujan los rascacielos.
ORFEO
Habíamos visto la manga de langostas crecer en nubarrones desde el horizonte y nos preparamos en los sembrados para defenderlos. Ellas, sin embargo, pasaron sobre nuestras cabezas sin hacernos caso. Con un murmullo de arrobo se posaron en el patio y fueron entrando en hileras reverentes a la sala de música, donde estaba mi madre tocando el arpa.
Afuera los helicópteros llenos de DDT se encabritaban en vano y la ropa más nutritiva se secaba en la soga. Qué frustración estar ahí esperando, mudas las sartenes con que nos aprestábamos a ensordecerlas. Las langostas son voraces, pero de temperamento y oído delicados.
Salieron sólo cuando mi madre termino por morirse de hambre y encierro. Para ese entonces, cansados de esperarlas, nos habíamos ido a un pueblo más al norte. Volvimos varias semanas después a recoger la platería y unos huesitos, lo único que habían dejado.
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