viernes, 26 de abril de 2013

Macao, primera escala


¿Y dónde se ha metido tanto tiempo?, se preguntará alguno. A este hombre lo dejé leyendo novelas de nazis. Con razón ya no le apetece escribir ni hacer nada, dirá otro.
Me fui a China, a Macao y Hong Kong concretamente. Cosas que tiene la Filología. El idioma español, a día de hoy, es de lo poco que hacemos en España que interesa por ahí fuera.
 Macao es una ciudad caótica en la que se mezcla la China profunda, la melancolía portuguesa y la horterada de los casinos. Todo junto en amor y compaía, como se aprecia en la foto, con las ruinas de la iglesia de los jesuitas, las ropas tendidas y al fondo el Grand Casino Lisboa.





La huella portuguesa se ve en los letreros bilingües ("Rua Camilo Pessanha, Avenida do Engenheiro Pereira, Largo do leal Senado...."), las iglesias de estilo colonial o ese pavimento tan recortadito en cuadrados. O en la repostería, donde encuentras las mismas deliciosas "natas" que en Portugal. También puedes visitar la gruta donde Camoens escribió Os Lusiadas. Incluso se les ocurrió la idea de incluir una piedra con sonetos en la lengua original del poeta.
Por supuesto, nadie, absolutamente nadie, entiende el portugués, salvo algunos descendientes y los nuevos emigrantes que vienen huyendo de la crisis. La lengua portuguesa, para ellos, es como el chino para nosotros. Aunque quizá no sea tan extraño: en algunos lugares de Navarra los letreros están en euskera y nadie los entiende. Ciertos idiomas son muy útiles para inventarse tradiciones nacionales.
En Macao el portugués es una seña de identidad frente a la China continental.





Encontrarme a tanto Portugal por todas las esquinas fue como sentirme en casa, aunque estuviera en tierra remota y extraña.

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