sábado, 16 de mayo de 2009

Centenario de Onetti

Releo a Onetti, que es la única manera de leerlo bien. Es difícil encontrar a un autor más antipático, menos hospitalario con el lector. Parece que te está diciendo: si no te gusta, no me leas, cierra el libro de una vez. Cada dos líneas está poniendo trampas para que abandones: alusiones, sobreentendidos, ambigüedades... La primera vez que intenté leer El astillero, lo abandoné. Me dejó tan mal sabor de boca que no volví a él hasta muchos años después. Y entonces me dí cuenta de lo gran escritor que era. Quizá Onetti es demasiado denso para una obra larga: La vida breve, (que no hace honor a su nombre), es menos atractiva que las novelas breves: El pozo, Para una tumba sin nombre, Los adioses. Y aún mejores son los cuentos: "Jacob y el otro" (obra maestra), "Bienvenido Bob", "Regreso al Sur", "La cara de la desgracia", etc. A quien quisiera empezar con Onetti le recomendaría los cuentos antes que las novelas.
Luego está la sordidez. A Onetti, igual que a sus personajes, la vida le resulta tan mediocre que se refugia en mundos imaginarios. El problema es que esos mundos son mediocres también. Y entonces, ¿para qué leerlo?, se preguntará más de uno.
No tengo ninguna respuesta contundente, salvo que, para mí, sus relatos son poesía. Poesía de la decadencia física y moral, como la de Residencia en la tierra de Neruda. Y de lo mezquino saca brillo, de una sociedad purulenta un mundo de palabras envueltas en belleza. De los ojos de uno dice otro personaje que "alguna vez los comparé con el topacio, con el oro, con un cielo de tormenta en la siesta de una ciudad que huele a letrina". Eso es Onetti: la letrina y el oro, las dos cosas juntas.

1 comentario:

  1. Pues empezaré con los cuentos. He terminado Confabulario de Arreola, que también me recomendaste, y ha sido un placer.

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