jueves, 2 de diciembre de 2010

Fogonazos, 4

Cuando uno es joven, se vuelve nostálgico de la infancia, acaso para compensar la poquedad de lo vivido. Pero enseguida llegan los proyectos (el trabajo, los amores, la familia)  y se mira hacia el porvenir. Hasta que pasa el tiempo y  la rutina te impone su ritmo previsible. No te apetece mirar hacia atrás y las ilusiones, si no desaparecen, se van difuminando.Supongo que eso es la madurez: vivir sólo para el tiempo presente. Lo mismo que censuro en mis hijos cuando entran en la adolescencia.

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Revisando fotografías de personas queridas: sensación agridulce. Una tras otra, repaso imágenes, gestos y posturas felices, pero también adivino la inconsciencia acerca de su futuro, la ignorancia que había detrás de aquella mirada sonriente.

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Y, sin embargo, la experiencia también me enseña que detrás del chaparrón viene la alegría.

7 comentarios:

  1. No puedo estar de acuerdo, Javier. La vida del adulto es muchas veces decepcionante, no se cumplen las expectativas que uno tenía. A partir de cierta edad (¿los 40?) uno va volviendo cada vez más a su pasado, a su juventud, a su primera madurez, todo ello es mitificado como una vida plena y feliz, en contraste con el tedio actual.

    En cuanto al segundo párrafo, no se puede describir con más exactitud, una vez más.

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  2. Gracias, Fernando, por tu comentario... bueno, yo hablaba de mí mismo, más que otra cosa. Un abrazo.

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  3. Pero... hoy es un día para celebrar, es el día de tu santo, es un gran día. Todos los que te tenemos cariño y gratitud celebramos contigo.

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  4. Yo me atrevería a decir que uno sólo empieza a ser justo con la propia infancia cuando deja de verla como un saco de promesas (siempre incumplidas, en todo o en parte), y empieza a apreciarla por lo que fue (por lo que es, viva aún dentro de uno) en sí misma. La infancia no tiene la culpa del futuro que la continuó. (Y vale la pena aprender efectivamente a ser justos con ella: es una fuente de energía, para este ahora -y para cualquier otro- que entonces, y sólo entonces, podremos recobrar. Creo.)

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  5. Bello comentario, marinero. La infancia, normalmente, es una fuente de recursos, es verdad. Y ciertamente la idealizamos como un saco de promesas, pero no somos justos con ella. Sin embargo, qué duda cabe que nos ayuda su recuerdo. Incluso en el momento de morir, la gente se acuerda de esa época mágica y misteriosa (aprovecho para soltar que por estas razones me gustó tan poco Infancia de Coetzee, aunque le reconozca sus valores)

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