miércoles, 26 de septiembre de 2012

Recortables


 -¡No se puede recortar en cultura ni en educación! ¡Un país que no estudia no tiene futuro!, gritan los intelectuales, los investigadores, los profesores,los artistas, los actores y Penélope Cruz (?). Y les  recortan
 -¡No podemos jugar con nuestra salud!, vociferan los médicos, el personal sanitario y los principales interesados, los enfermos. Y les siguen recortando.
"La política es un servicio público"... susurran los políticos del PP, del PSOE, de IU, UPyD, CiU, PNV.
Y no se cortan ni un pelo.





sábado, 22 de septiembre de 2012

Una de Beckett



.. la única forma en que se puede hablar de la nada es hablar de ella como si fuera algo, así como la única manera de hablar de Dios es hablar de él como si fuese un hombre, cosa que por cierto fue, en cierto sentido, durante un tiempo. Y todo esto se parece a la única manera en que se puede hablar del hombre, y aún nuestros antropólogos lo advirtieron, que es hacerlo como si fuese una termita.

(Samuel Beckett: Watts)

viernes, 21 de septiembre de 2012

Perú: Fragmentos de viaje


En la Universidad de Piura, un milagro en medio del desierto. Por ejemplo, el campus, que está hecho encima de unos arenales y con algarrobos. Lo más curioso es la fauna, rarísima para alguien habituado a los aburridos campus europeos: pavos reales, pájaros de todos los colores y nombres (chilalos, soñas, calandrias de rabo largo...), pacazos, zorritos, venados... Los pacazos, que vienen a ser una versión local de las iguanas, son inofensivos y los ves pasearse a dos metros de ti, como al resto de los animales, con la excepción de los zorritos, que son más tímidos. El único problema de los pacazos es que a veces se suben a las ramas en busca de pajaritos y, de pronto, la rama cede, y el bicho se desploma con el peligro de que te caiga en la cabeza. Pero esto es infrecuente, aunque eso sí, según mi informante, el ruido que hacen al dar con la panza en el suelo es impresionante.


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Este mediodía, almuerzo espectacular, no sólo por la calidad de lo que comimos, sino por la imaginación literaria de quienes redactaron el menú. Copio esta explicación del plato conocido como "Nuevo piqueo marino":
"Conchas jumbo al grill glaseadas con miel de mantequilla al limón y toques de shoyu, tartare de atún a la mayonesa de rocoto y togarashi en cucurucho, causas crocantes rellenas de palta y coronadas de pulpito al carbón olivado y tiradito en sabores de maracuyá con toques nikkei. "
Precio: 40 soles (unos 15 euros)

(P.D.: Uno, con la edad, se vuelve materialista. En los días previos al viaje a Perú, no pensé en las librerías, iglesias o museos que iba a visitar. Sólo pensaba en la comida. En que me iba a poner morado, como así fue.)


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Aquella conversación con esa mujer, economista de formación. Me pregunta sobre la crisis en España, de la que parecía saber algo más que la media. Y, tras un rato, me asegura¨convencida: "Ustedes terminarán saliendo". Ante mi escepticismo, me suelta: " Yo rezo todos los días por España.". Me emocioné, lo que tiene su mérito, con lo poco que me suelo emocionar. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

El hombre que valía un millón de dólares

Aquel vuelo de conexión, después de once horas de vuelo desde Madrid y siete de espera en Bogotá. No podía más y me acomodé en el asiento. Pensé en cómo iba a dormir tres horas seguidas hasta llegar a Lima. Entonces se me acercó ese muchacho con cara de despiste. Quizás por mi malhumor, lo relojeé con la mirada: tenía el pelo negro y lustroso, el jersey morado de pico, la corbatita de trapo gris, los pantalones ajustados y la cara de imberbe. Todos estos indicios revelaban al ser humano conocido universalmente como  tío pasmado.
-¿Es este mi asiento?, me preguntó señalando su propio billete.
-Pues claro, le dije de bastante mal humor.
-Discúlpeme.
Dejó sus cosas -una bolsa de Zara y poco más- en el suelo, y se sentó. Pidió ayuda para engancharse el cinturón: se veía que no tenía costumbre. Al rato llegaron las azafatas repartiendo los papeles de inmigración. Mi amigo se sintió repentinamente preocupado.
-¿Esto se tiene que rellenar?
En esos papeles suelen hacer preguntas del tipo: "¿Lleva usted más de diez mil dólares? Marque Sí o No en la casilla correspondiente". Y si contestas que sí, el cuestionario va indagando en cuánta es tu fortuna.Por desgracia, a mí siempre me ha tocado rellenar el No.
Mi compañero seguía hecho un lío, porque de pronto me puso su papel en las narices y me preguntó:
-Perdón de nuevo, ¿qué quieren decir con "Productos financieros?"
Entonces fue cuando pude ver su papeleta y sus respuestas:
1) "¿Lleva usted más de diez mil dólares?" Marcó el Sí.
2) "¿En el caso de que la suma sea superior, responda: ¿cuánto?" El imberbe ya había escrito: "Un millón de dólares".
3) "¿En efectivo o en productos financieros?" Aquí es donde no sabía qué contestar.
 -Creo, dije temblando, que se refieren a cheques o algo así.
-Aaaahhhh.
Y escribió aplicadamente: "En efectivo".
A partir de ese momento ya no pensé en dormir. Durante una hora de tensión miraba su documento de reojo y me preguntaba si yo había contado mal los ceros. No, no me había equivocado, eran seis ceros. ¿Dónde habría metido el millón? ¿En la bolsa de Zara? ¿En  los pantalones ajustados? ¿O sería tan suicida de haberlos facturado en la maleta? Espié en el papel de inmigración por si en el apartado de su profesión había escrito "Narcotraficante". Pero no: puso "Coordinador". ¿Coordinador de qué? ¿De eventos? ¿De atentados? ¿De cocaína?
La azafata se le acercó con una sonrisa golosa:
-Oyeeee.... ¿tú eres el que sale en la revista con la chica?
Mi compañero puso la cara de bobo que le salía tan bien y contestó que sí, que bueno, que era, en realidad, una amiga periodista.
-Modelo querrás decir, qué suerte tienes, le contestó la admiradora y arrimó el culo a su reposabrazos, como para empinarse en el maletero ("perdón, se me ha olvidado algo"). Esta operación la repitió dos veces más durante el vuelo.
Al llegar a  Lima nos despedimos en la cinta de recogida de equipajes. Yo estaba destrozado de sueño y no me quedé a ver la cara del aduanero cuando revisase sus papeles de inmigración. Pedí un taxi y me marché pitando al hotel. De todas formas, no creo que le pasara nada: el imberbe seguro que tenía un plan. El tonto era yo, evidentemente.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Teoría y crítica del microrrelato

Acaba de salir un libro sobre el microrrelato coordinado por la Profesora Ana Calvo Revilla y yo mismo: son catorce estudios sobre uno de los temas de moda en la literatura actual. Y de paso, aquí me hacen una entrevista.

martes, 18 de septiembre de 2012

Viaje a Perú

Hacía catorce años que no estaba en Perú. El país, en general, ha cambiado para muy bien. De aquel primer viaje tengo recuerdos en donde se confunden muchas cosas agradables con otras que no lo eran tanto; los atascos mastodónticos en Lima, las ruinas tras el huracán del Niño en Piura, y, sobre todo, la miseria que llegaba hasta la misma entrada del aeropuerto. 
Y ya que hablo del aeropuerto viejo (nada que ver con el actual), me acuerdo bien de mi primera llegada: aquellos pasillos con sueño y, al fondo, el control con los policías cabreados por estar trabajando a las tres de la madrugada. Tenía yo delante un buen número de gringos a los que estaban obligando a abrir las maletas y sacando hasta el último calzoncillo. Comprobé, desde lejos, que entre los inquisidores había hombres y mujeres. Ellas suelen ser más responsables y, por tanto, más temibles, así que imploré a todos los santos que no fuera una señora la que me pidiese abrir la maleta. Me tocó la que tenía cara de sargento de la Guardia Civil.
Implacable, me señaló la maleta, llena de todo. Suspiré resignado y la cremallera empezó a abrirse hasta que saltó el libro que había estado leyendo en el viaje. La señorita miró ceñuda hacia abajo y, de pronto, su cara se transformó. En la portada se leía "Los hijos del Cid. Andrés Trapiello":
-¡Literatuuuura!
Así, con mucho acento en la "u" y con una sonrisa enorme, triunfal.A mí me dio entonces una vergüenza absurda ante las preguntas de la sargento transformada en inocente alumna de secundaria:
-¿Es usted profesor de literatura? ¿Viene usted a dar conferencias? ¿ A alguna universidad de nuestro país?
Yo respondía en voz baja que sí a todo, porque la experiencia me ha enseñado que con la policía conviene ser muy educado. Lo que no me habían enseñado es que los policías admirasen a los profesores de literatura, esos pobres diablos. Y ella prosiguió, cada vez más simpática:
-Pero qué suerte, qué suerte! (tono exultante) ¡Qué profesión tan maravillosa!...  yo hubiera querido estudiar eso y escribir, pero (vergonzosa), al final, no pudo ser... Qué bien hace usted... pero, por favor, pase, pase, pase...
Cerré la maleta a toda velocidad y salí casi corriendo del control de la aduana. Ese día la vida me gustaba mucho más. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Desvelos del reseñista

Llevo muchos años haciendo reseñas. Desde que empecé, he tenido que leer libros extraordinarios, buenos, regulares, malos y pésimos. No me quejo. Creo que se aprende mucho leyendo a los malos autores y, si en la enseñanza de la literatura, de vez en cuando se comparasen poemas facilones con otros realmente buenos, la gente no andaría creyéndose que Antonio Gala o Sabina son un par de genios de las letras. Hace unos días cayó en mis manos la novela de una escritora de culto, muy aclamada en su país, Chile en este caso. Su lectura superó todas mis expectativas (para mal) y dudé si escribirla o no. Al final, me decidí a hacerla cuando esta mañana le di a leer un párrafo a una ex alumna a la que tengo por muy buena lectora, y ésta se echó a reír.
-¿Por que te ríes?, le pregunté.
-Por que no entiendo nada.
El parrafito es el que viene más abajo y, para los no iniciados, les traduzco que habla una luchadora de izquierdas que se siente tentada por la visión de un vestido elegante en un escaparate. Esto la hace sumamente infeliz y sufre porque no sabe si seguir llevando encima la cochambre de siempre o si debe ceder a la sugestión capitalista... Bueno, ahí va :

Luché por sacarme los pantalones desorbitados, la blusa amorfa, quemarlos, aniquilarlos en la potencia devastadora de una hoguera y acudir ciega o virginalmente hacia el vestido para renacer o resurgir o evitar un destino marcado por el exceso total de cuerpo, por la ausencia de contornos, un cuerpo que había experimentado la historia desnuda o real, una historia que en toda la extensión de su tiempo inconmensurable, hubo de volcarse siempre a aniquilar. Lo asumimos, tomamos la dirección inamovible de una parquedad realmente militante, austera, los dos, tu austeridad, mi austeridad.


Y así, durante 212 páginas.



jueves, 6 de septiembre de 2012

El abuso de los intelectuales

¿Qué cosa es un intelectual? El otro día leí esta definición de Jean-Paul Sartre:


Originalmente el conjunto de los intelectuales aparece como una diversidad de hombres que han adquirido alguna notoriedad mediante trabajos que proceden de la inteligencia (ciencias exactas, ciencias aplicadas, medicina, literatura, etc.) y que abusan de esa notoriedad para salir de sus dominios y criticar a la sociedad y los poderes establecidos en nombre de una concepción global y dogmática (vaga o precisa, moralista o marxista) del hombre.

Es curioso ese verbo, abusar. Suena un poco cínico en su boca, que es la de un gurú inconformista del siglo pasado.Pero no deja de tener razón. Los intelectuales seguramente han abusado de muchas prerrogativas . Se suele establecer, sobre todo, en Francia, que, a partir del caso Dreyfus, los intelectuales se arrogaron  un magisterio moral que hasta entonces detentaba la Iglesia católica. Desde la revolución francesa se ha asistido a un proceso de separación del poder temporal y del espiritual. Así, frente al poder material (político, económico y social), muchos creyeron necesario contraponer otro poder alternativo al del cristianismo en retroceso. Por eso el intelectual se sintió legitimado a dar su opinión sobre tantos asuntos que no derivaban de su ocupación profesional. 
Me pregunto hoy día si los intelectuales (y uno, como profesor universitario también se contaría en el gremio), continuamos teniendo de verdad ese papel. Si seguimos abusando de nuestras funciones... Quizá nos vamos quedando atrás, en parte porque ciertos saberes ya no tienen el prestigio de antaño, en parte porque en realidad es muy difícil que los intelectuales no se supediten a los poderes políticos. Y eso la gente lo sabe, aunque no lea.