miércoles, 24 de junio de 2009

Los de Filología Hispánica

En junio la luz se siente más larga y más intensa. Es verano y hay materia para sorprenderse: "Admirábamos la inteligencia con que ese verano se expresaba, sus días siempre claros, y accesibles al goce, el juego y la felicidad", escribe Ribeyro. El otro día pensaba en esas cosas mientras me encontraba vigilando un examen de los alumnos de último curso de Filología. Pero para ellos, el verano se anulaba por dos horas y media. Pobres. El sol que triunfaba al otro lado de la ventana debía de resultarles duro y amargo.
Mirándolos uno por uno, volvía a darme cuenta de lo pocos que son y de cuánto ha cambiado el panorama desde que yo estudié la misma carrera. Nosotros no formábamos una multitud, pero éramos ochenta. Ahora da casi vergüenza decir el número de las clases, aunque a ellos no parece importarles: son gente consciente y enamorada de lo suyo. "Qué penica me da que se acabe la carrera", decía una el otro día. Eso tiene también la luz de junio: una melancolía singular porque los estudiantes de último curso se van a un lugar nuevo del que nunca más se vuelve. En medio de la luz están cruzando la línea de sombra, la que lleva a la vida adulta.

3 comentarios:

  1. Preciosa reflexión, Javier, que me ha hecho volver a aquellos últimos exámenes (nosotros éramos más de cien). Qué bueno eso de "se van a un lugar nuevo del que nunca se vuelve"...
    Un abrazo.

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  2. Cuánta nostalgia, qué último año tan intenso. Y qué verdad la que cuentas. Cada vez que vuelvo a la Facultad, viendo los pasillos vacíos, escuchando el silencio o el rumor del agua de la fuente, se me vienen a la boca aquellos versos de Quevedo:
    "Mire los muros de la patria mía,
    si un tiempo fuertes ya desmoronados."
    (Quien conozca el edificio de la Facultad de Filología de Sevilla comprenderá que es tal vez inevitable acordarse de versos como estos al ver la soledad que rodea los muros y al recordar, baste con un ejmeplo, las ansiadas anisadas de Navidad.)

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  3. Gracias a los dos. No pretendí ponerme nostálgico, pero me salió. Alguna vez escuché que la luz de Cádiz, aunque fuerte, es más triste de lo que parece, porque todas las tardes el sol se mete en el mar. Bueno, yo qué sé...

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