lunes, 25 de mayo de 2009

Un descubrimiento extraordinario

Estoy tan nervioso que no tengo más remedio que publicar esto cuanto antes. La profesión de filólogo es más bien rutinaria y ya no se hacen, ni por casualidad, descubrimientos de importancia. Hasta ayer. Ayer estaba ordenando los libros de mi biblioteca cuando, de repente, cayó a mis pies uno, cuyo título no debiera llamarme la atención: Ficciones de Jorge Luis Borges. Sin embargo, cuando me agaché a recogerlo, leí en la portada "Prólogo de José Luis Rodríguez Zapatero". La fecha era de 2001 y la edición correspondía a la biblioteca El Mundo de los 100 mejores libros de la literatura del siglo XX. Alguno recordará que se trataba de una colección de cien libros prologados por ilustres académicos y narradores: Víctor García de la Concha, Francisco Rico, Soledad Puértolas, Gustavo Martín Garzo, etc. Y, claro, en El Mundo no se habían olvidado de aquel muchacho que aspiraba a liderar el PSOE en aquella época. De inmediato me abalancé hacia el copioso estudio de dos páginas y devoré todo su contenido.
Lo primero que llama la atención es su estilo impecable, la elegante monotonía de sus repeticiones: "Prologar a Borges resulta muy difícil cuando Borges es el prólogo de uno mismo, y es eso exactamente lo que le ocurre a este prologuista" (pág. 2). Pero sobre todo las palabras, la fuerza de sus palabras. Algunas de ellas iluminan la personalidad, no sólo de Borges, sino de su prologuista. Ahora sabemos , por ejemplo, cuál es la enfermedad, el mal del siglo, que le aqueja desde hace tiempo a Zapatero: la enfermedad de Borges. Cito:
"Durante un tiempo, cuando era más joven, estuve enfermo de Borges, todavía no estoy seguro de haberme curado. Cuando uno enferma de Borges te preguntas por qué la gente sigue, seguimos, escribiendo" (pág.1).
Dos revelaciones en esta cita: primero, Zapatero todavía se sentía joven en 2001 (dice: "cuando era más joven"); y segundo, por aquella época escribía (dice: "escribimos"). ¿Por qué dejó de escribir entonces? ¿Por qué se convirtió definitivamente en lo que es hoy? ¿Por qué siguió en la política? Por Borges. La culpa la tuvo Borges.
Quien esté pensando que a lo mejor todo esto no lo escribió Zapatero, se equivoca. Y, si no, léase lo siguiente:
"Quizás la tarea que se propone Pierre Menard al tratar de escribir el Quijote no sea tan extraña, uno se ve haciendo muchas veces cosas parecidas a las que intentó Menard, como ocurre ahora" (pág. 2).
No: Zapatero no plagia. Hace lo mismo que Menard, es decir, si recordáis el cuento borgiano, Menard es un escritor del siglo XX que se "olvida" del Quijote y luego lo escribe de nuevo, con las mismas palabras. Pero no plagia, qué va. Es igual que Zapatero, como él mismo reconoce en esta última cita, aunque se vea haciendo "muchas cosas parecidas a las que intentó Menard, como ocurre ahora".
Estoy convencido de que la joya bibliográfica que poseo despertará el interés de los miles de estudiosos borgianos y desde hoy me ofrezco a dirigir cuantas tesis doctorales sean necesarias para aclarar los puntos oscuros del texto. Creo también que pueden abrirse varias líneas de investigación de interés prioritario: por ejemplo, "Literatura y poder en el León de finales del siglo XX", "Gamoneda, Borges, Zapatero: ¿una tríada intertextual?", "Una nueva polémica: ¿El Quijote es de Menard o de Zapatero"?, "Tema del traidor y del héroe: Otegui, ese hombre", "Borges y la intimidad de sus hijos (literarios)". En fin, que estoy que no me cabe la camisa en el cuerpo, porque tengo en los próximos meses que pedir una subvención al ministerio y con este descubrimiento seguro que consigo alguna ayudita, aunque estemos en crisis.

4 comentarios:

  1. Por orden de Ángel Arias, querido Javier, te enlazo desde mi blog para animar el tráfico de visitas a esta gran bitácora literaria. Un abrazo!

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  2. Sí, yo también tengo esa joya literaria, pero nunca le presté atención.

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  3. También doy fe.
    En cuanto a los títulos que propone para tesis doctorales, muy agudos. Gracias por el rescate de ese prólogo que muchos creerán apócrifo.

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