miércoles, 12 de mayo de 2010

Cómo caigo de pie una vez más

En cuanto llegué a Münster, me aconsejaron que me hiciese una tarjeta de descuento para viajes en tren. Viajar por tren en Alemania es una empresa cara, así que pensé que sería de provecho ir a la estación de ferrocarril para solicitar la ayuda.
El funcionario tenía un inglés casi tan inexistente como mi alemán. Me hizo firmar ("hier!") un papel con mis datos personales, mi dirección en Münster y otras zarandajas más. De pronto sacó una cámara de fotos y el destello me dio en la cara. A la salida fui repasando el resguardo que me entregó y llegué a descifrar poco a poco que la validez de ese papel era de dos meses hasta que me entregaran el carné definitivo. Entonces fue cuando me dí cuenta de que, con el desconcierto, me había equivocado al escribir el número de mi calle. Había puesto "Hüfferstrasse 8", donde debía haber escrito 68.
A veces cuando hacemos mal las cosas por inadvertencia, tendemos a empeorarlas si nos da vergüenza el arreglo. Pasaron los días y yo ya había renunciado a mi tarjeta, cohibido ante la dificultad de hacer comprender mi despiste ante la implacable burocracia germana, que amenaza con multas a quien se salta cualquier regla.
-No te preocupes, me dijo un amigo experimentado.- Seguro que se las arreglan para hacértela llegar.
Mi amigo tiene confianza ciega en la eficacia alemana; yo, que soy algo providencialista, lo fié todo a lo que viniera. Así las cosas, me tocó hacer algo más fácil y grato que sacar carnés en Alemania; a saber, explicar la obra de Borges ante un público de alumnos interesados. Ese día debíamos analizar el cuento "La lotería de Babilonia", que habla del papel que juega el azar en el universo o, como prefiero pensar, del misterio que se esconde en los acontecimientos de toda nuestra vida.
A la salida, una alumna se me acercó con un sobre y me preguntó, rubia y sonriente:
-Perdone, yo vivo en esta casa -Hüfferstrasse, 8- y he recibido esta carta a su nombre...

12 comentarios:

  1. Esto es propio de Jürgen Ludwig Borgen. Y lo mejor es que ya puedes coger el tren con descuento.

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  2. Es mismo dije yo a la chica. Y qué curioso que tocara ese día leer La lotería de Babel

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  3. En Alemania no existe el azar. Todo ocurre porque está planificado con anterioridad. Si hubiera ocurrido lo mismo en tu ciudad natal, incluso habiendo escrito la dirección correcta, también le hubiera llegado a tu alumna alemana rubia y sonriente.

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  4. en mi ciudad natal nada se planea antes; sólo después.

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  5. Bueno, esto solo confirma, una vez más, que nos estamos acostumbrando tanto a a lo anormal... que lo normal nos parece anormal. Aparte está la "eficiencia" germana y nórdica. Recuerdo un texto de los años 80 -no sé de quién- en el que un autor español contaba que al llegar a casa de una amiga sueca que se llamaba, pongamos por caso Bertha, descubría que en la placa de la puerta había otro nombre, supongamos Erika. Atemorizado llamaba al timbre y le abría ¡Bertha! Después, atónito, el español descubría que su amiga se había cambiado de nombre la semana anterior y ahora se llamaba Erika. ¿Cómo? Pues escribiendo una carta a su ayuntamiento solicitándolo... Quince días después recibía un sobre con todos sus documentos ¡todos! nuevos, con el nuevo nombre (pasaporte, etc., todo lo que hubiera) y en la propia carta le decían que ella misma debía destruir los anteriores. Y listo. (!)

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  6. Víctor, yo cada día me voy convenciendo más de que Alemania es un país lleno de realismo mágico (y, de hecho, ellos son los fundadores del movimiento, auqnue no en los términos con que luego se popularizó en Hispanoamérica).
    Pero, por lo demás, mi caso es bastante insólito,se mira por donde se mire: mira que de 270000 habitantes tuviera que tocarle la carta equivocada a una chica que está asistiendo a mi seminario...

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  7. Eso, Javier,... estaba planeado.
    Sin embargo, en tu ciudad natal, no se planea ni antes, ni durante, ni después. Es imposible. Y si haces planes... malo, porque será lo contrario a lo que pensaste. Es otra forma de entender la vida, tan válida como la alemana (pero mucho menos eficaz y... menos divertida).

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  8. ¡Fantástico!
    Aunque definitivamete no puede atribuirse el éxito a la eficacia alemana (salvo considerar la honestidad de esa muchacha).

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  9. Vale. Entendido este asunto.
    Por otra parte, Javier, gracias por el comentario sobre el cuento de los ricos. Aunque casi todo lo que pongo en el blog ya esta escrito con anterioridad, casualmente este texto es reciente y como tú muy bien apuntas... muy actual. Yo no soy creyente, pero soy un -creo- gran lector de la Biblia. Uno de mis mejores amigos me describe como "The only living man" que lee la Biblia, el Corán -menudo coñazo-, el Mahabarata, el Ramayana, el Bhagavad Gita y lo que haga falta... Me encantan estos textos "fundacionales" digámoslo así, sobre todo porque me dan... mucho material literario. Con el cuento pretendía hacer, por su sintaxis y escritura, que sonara todo a una especie de "versículo" entresacado de algún sitio... Pero no sé. La verdad es que creo que El Roto (de soltera Ops) lo hace mucho mejor que yo.
    En todo caso un abrazo agradecido, y feliz Alemania,

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  10. De verdad te pasó eso? Que fuerte! A mi me encanta ese cuento!

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  11. Víctor: como creyente, sólo leo la Biblia que me ayuda a construirme la vida y, de vez en cuando, la literatura. Pero como borgiano (ahí coincidimos,me parece), también he leído partes del Corán (a lo mejor nos estamos jugando la cabeza, pero es durillo de leer) y, por cierto, los evangelios apócrifos. Los libros sagrados de la India me caen más lejos; debiera leerlos.
    Por otro lado, no sabía que Ops fuera El Roto: ¡gracias por el dato!

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