domingo, 12 de diciembre de 2010

Vargas Llosa y España

Vargas Llosa pronunció una brillante conferencia en Estocolmo con motivo de su recepción del premio Nobel. Entre otras cosas, repasó su trayectoria vital y literaria y dejó este párrafo sobre España:

Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y, tal vez como otros colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, sin premios ni lectores, cuyo talento acaso -triste consuelo- descubrirá algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.



Es interesante eso que señala el flamante Nobel de que no ve incompatibilidad en asumir dos identidades nacionales, pero no tengo espacio para glosarlo aquí. Lo que ahora me llama la atención es cómo Vargas Llosa, todo un caballero, demuestra una relación natural y sin complejos con nuestro país, algo no tan frecuente entre los intelectuales hispanoamericanos del día (otro era Onetti, justamente agradecido; en cambio, García Márquez, aunque mucho debe a España, se suele apuntar a los tópicos antiespañoles para disfrute de propios y extraños, es decir, de los seguidores de Fidel Castro y de la academia norteamericana). 
El discurso ya está dando que hablar. Entre otros, el Informe semanal de ayer por la noche se explayaba sobre la presunta persecución que sufrieron las novelas de Vargas Llosa en la España de los años sesenta. Que a uno le hayan censurado en tiempos de Franco es hoy timbre de gloria, con independencia de si escribió estupideces o maravillas. Pero lo cierto es que La ciudad y los perros fue premiada aquí, que se le recortaron dos o tres palabras, para asombro de su editor Carlos Barral (él, poco sospechoso de franquismo, lo cuenta en sus memorias, creo recordar), y que tuvo un enorme éxito. En realidad, a los autores del Boom les aplicaron poco la tijera, salvo a Carlos Fuentes con una novela menor, Cambio de piel, cuyos problemas con la censura causaron cierto revuelo internacional. 
En fin, que Vargas Llosa siempre ha tenido suerte con España. Y es curioso que nuestras izquierdas y derechas, que tan poco suelen coincidir, hayan reaccionado al unísono en el entusiasmo por su premio. Este hecho, me parece, las retrata de forma indirecta. La izquierda española de los sesenta, la gauche divine barcelonesa en particular, promovió la obra de don Mario, como la de otros autores del otro lado del océano, porque era una manera oblicua de introducir mensajes marxistas en el medio cultural español. La ciudad y los perros arremetía contra el estamento militar, por ejemplo, pero no pasaba nada porque se trataba de militares peruanos. Con la llegada de la democracia, Vargas Llosa se convirtió en una firma prestigiosa y habitual del periódico de referencia, El país, y hasta hoy. El neoliberalismo de nuestro autor no molestaba tanto, porque, a fin de cuentas, la alta izquierda española se ha ido aburguesando y abandonando la cazadora de pana por la ropa de Gucci.  Todo lo contrario, por cierto, de la izquierda hispanoamericana, a la que le ha sentado regular la noticia del Nobel peruano.
Por otro lado, no hay cosa que guste más a la derecha que aceptar los productos culturales de la izquierda y si, para colmo, dicho producto sale respondón contra sus padres, mejor que mejor. Por eso la derecha española también ha saltado de alegría con el premio.  Esperanza Aguirre, por ejemplo, proclamaba su felicidad hace unos meses porque era la primera vez que "a un amigo" -palabras más o menos literales-, le concedían el Nobel. Los juicios antinacionalistas, la aversión al modelo económico socialista o la exaltación de España como país son cosas que a nuestros conservadores les caen muy bien, aunque se escriban en El país. En cambio, sobre otras opiniones de Vargas Llosa más próximas al credo izquierdista (el matrimonio homosexual o la eutanasia, por ejemplo) no se pronuncian, lo que me parece también revelador de qué importa y qué no a los líderes de la derecha española. 

2 comentarios:

  1. Vargas Llosa es algo así como nuestro "Orwell", pronto comprendió la deriva de la Revolución Cubana y no se calló la boca como otros, cómo tantos otros. La izquierda rancia, en los dos lados del Atlántico, sigue poniendo reparos a su voz, no tanto a su narrativa. Ahora, cómo bien dices, todos sonrien al ganador.

    ResponderEliminar
  2. Ví todo su discurso en televisión, en directo, y me pareció virtuoso por el repaso que hizo a casi todo lo habido y por haber sobre Literatura, Sociología, Política...
    Como su sintaxis en sus obras, fue un discurso irreprochable.
    Seguramente en su país hay muchos envidiosos que fueron adversarios políticos y colegas literarios, pero quien esté por encima de la mezquindad, se alegrará de este Premio.

    Un abrazo

    ResponderEliminar