martes, 19 de abril de 2011

Poemas marianos

En estos días vengo releyendo a ciertos poetas españoles de los ochenta y de pronto caigo en la cuenta de que algunos de los más destacados han merodeado en torno a un tema tan piadoso como el de la Virgen María. Y me resulta llamativo porque no creo que se hayan escrito demasiadas composiciones memorables sobre este asunto en la literatura castellana. La mayor parte de la poesía mariana tradicional es demasiado retórica para el gusto de hoy, con mucha trompetería, celajes falsos y querubines de pastel.
En cuanto a los poetas contemporáneos, no me referiré a Miguel d'Ors, quien sí ha trabajado el tema, como cabría esperar. Hablo, en cambio, de Luis Alberto de Cuenca, que dedica varios poemas a María, como este casi litúrgico "Himno a la Virgen del Carmen":


Madre y hermana nuestra, reina de los espacios
infinitos, asombro del Carmelo, doncella
luminosa, permite que este canto celebre,
lleno de amor, la luz con que enciendes el mundo...


Julio Martínez Mesanza parece muy consciente de que su fe es minoritaria y, en versos de semejante sabor latinizante a los de Cuenca, reclama la asistencia de María frente a las amenazas de su propio orgullo y de un mundo ateo, como reza el rotundo final de este poema, "Santa Dei genitrix":

Virgen llena de gracia, impera siempre.
Dulce abogada, quita de mis ojos
el velo del orgullo y de mis labios
las palabras que para nada sirven.
no puedo enumerar lo que desprecio
y aún me son gratas demasiadas cosas.
Pero diré que hay una infame estirpe
que deja sin valor nuestro lenguaje:
Su libertad es libertad de usura,
su paz es el escudo del injusto
y su progreso es un deporte ateo.

Otro poema interesante es “Virgen del Camino”, de Andrés Trapiello, sobre todo por el hecho de presentar de forma más conflictiva la relación con la intercesión mariana. Al principio se muestra un escenario invernal y desapacible, correlato objetivo del yo poético. Los techos de la casa son altos, las ventanas cierran mal y la ventisca se cuela inclemente hasta la cama donde intenta descansar el poeta. En medio del desamparo de la noche, éste trata de esbozar unas oraciones a la Virgen, a pesar de que reconoce no creer en esas palabras gastadas, impropias –se dice a sí mismo- de un adulto (“Eres un hombre ya, no crees hace mucho / que el destino obedezca a unas leyes/ divinas”). Sin embargo, poco a poco, las oraciones le transportan a una infancia rural, a la educación católica recibida entre frailes que recomendaban la devoción a la Virgen del Camino: “La Virgen del Camino/ guiará vuestros pasos donde quiera que estéis:/ No dejéis de rezarle y el camino /no será tan difícil. Será para vosotros/linterna en alta mar o un noche de luna”. El consuelo recibido en aquella oración de infancia vuelve a su edad adulta. Y el poeta termina recitando aquellas palabras

como si fueran
el óbolo que habrá de franquearme 
los portales del manto hospitalario
que  unos llamaron Tiempo
y otros llamaron Nada


Es notable que uno de los poemas marianos más bellos que conozco lo haya escrito un agnóstico. Por cierto, estos versos los recitó Trapiello con emocionada voz en el Aula Magna de la Universidad de Navarra. Sabía bien donde se encontraba y lo ovacionaron al terminar. Curiosamente esta anécdota no la cuenta en su diario, tal vez porque uno no puede consignarlo todo, ni siquiera lo que pasa de verdad. 
En cualquier caso, estas pequeñas coincidencias me hacen pensar, al margen de la sinceridad o fingimiento de cada uno, en el hecho de que, para la época en que se están escribiendo estos poemas, la cultura oficial en España ha dejado de ser católica para ir encaminándose con paso seguro hacia el laicismo anticlerical. ¿No será por un deseo de resistencia independiente lo que encamina a estos poetas a elegir un tema tan, pero tan tradicional? Quién sabe. La poesía, por no estar tan sujeta a las leyes del mercado ni de la ideología dominante, es el reino de la libertad.



2 comentarios:

  1. "Es notable que uno de los poemas marianos más bellos que conozco lo haya escrito un agnóstico."
    Pues vaya que es notable.

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