La luz del sol que se desliza por la persiana. El acto de ponerse las zapatillas para defenderse del suelo frío. Las peleas de los niños a la hora del desayuno. Todos estos milagros cotidianos por los que uno no se asombra ni da gracias a Dios cada día. Y en esto la escritura puede imitar a la vida. La maravilla de la poesía: extraer un pequeño brillo del polvo de la rutina (como hizo Enrique el otro día en un artículo que no me canso de releer).
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La época en que mis padres -lo recuerdo muy bien-, descubrieron la teoria de los genes. Que uno de mis hermanos se llevaba la mano a la cabeza o enarcaba las cejas: "¡Los genes!", exclamaba mi padre señalándonos con el dedo. Que alguno de nosotros se agachaba para recoger la basura: "Es increíble la fuerza que tienen los genes", musitaba mi madre. Bastantes años más tarde, M. y yo repetimos el mantra genético al contemplar cada evolución de nuestros hijos. Esto, lejos de ser divertido, tiene también su cara inquietante, porque hay genes buenos (o que nos parecen buenos) y genes malos, siempre en relación con nuestras interpretaciones familiares. Todo esto no deja de ser una injusticia con los niños, como si su libertad futura no contase para nada.
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Dentro de esa falsa protección que da la cabina del coche, la gente, cuando está sola, hace cosas raras o vulgares, pero siempre íntimas. Un día, en un semáforo descubrí a un señor de chaqueta y corbata hundiendo el dedo en la nariz con entusiasmo. Otra vez me detengo frente a una glorieta y un coche se me cruza: en el interior, una chica se aparta una brizna de pelo de la sien. Por allí, en un instante, salta una chispa de la Belleza, y se va. Ahora, hace apenas diez minutos, un tío melenudo pasa a mi vera metido en su 4 x 4 y lo veo santiguándose varias veces. Qué buena situación para empezar un cuento.
Vaya, cómo está el patio, qué nivel: sí que es excelente el artículo de Enrique y sí que son buenos estos tres textos tuyos de hoy.
ResponderEliminar¿"Para con"?
ResponderEliminarMuchas gracias por triplicado, Ángel; Fernando: gracias a ti por tu buen ojo gramatical.
ResponderEliminarMe impresiona como me llega la ternura de esas situaciones íntimas, aunque las esté leyendo en un blog público.
ResponderEliminarPero así es.
Lo de la intimidad revelada en la ventanilla de un auto es genial, genial, qué buen descubrimiento...
ResponderEliminarGracias por cuadriplicado. Por el enlace, pero sobre todo por los tres textos, maravillosos. Qué de brillos extraídos.
ResponderEliminarjeje esta un poco extrana la entrada... bueno es que no estoy muy acostumbrado a ese lengueje tan sofisticado jeje
ResponderEliminarJavier: la última intimidad es de traca. Buenísima.
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